Gran premio del jurado en el Festival de Cine de Sundance,
uno de los máximos premios de este año dentro del cine independiente, y tres en
el Festival de Cine de Cannes 2012, el fipresci en Un Certain Regard, la cámara
de oro a mejor ópera prima y el premio del jurado ecuménico. Una película
discreta en medios económicos y publicidad por parte del director novel Benh
Zeitlin que por mérito propio hace su camino al Oscar, el cual esperemos que le
de el lugar que se merece. Con una trama emotiva entre el amor de un padre y el
aprendizaje de su hija, una pequeña de seis años a la que se le llama hushpuppy
(debut de Quvenzhané Wallis). En un contexto pobre en medio de la naturaleza salvaje
y violenta de un bayou de Louisiana en una comunidad conocida como bathtub. Un
progenitor que trata de inculcarle a su niña la fortaleza suficiente para
afrontar el mundo que le ha tocado vivir, en donde el hombre debe sobrevivir
por sí mismo, valientemente, creciendo sin pedirle nada a nadie. La pequeña en
un aire surrealista invoca en sus diálogos fantásticos una metáfora en unos
animales prehistóricos conocidos como Aurochs, entre toros y jabalíes gigantes
que salen de su descanso en el hielo desde el polo hacia bathtub al encuentro
de ella, representando la fuerza, la dominación en el reflejo y el reto. Hushpuppy
habla con su madre en el viento, la busca, mientras el padre le cuenta que por
donde ella pasaba se hacía el fuego, clara alusión a la sensualidad, la subyugación
y el magnetismo de esta mujer, sin embargo lo que necesita este tierno cachorro
es amor, y eso es el duro padre enseñándole a ser mejor, el adaptarse al
entorno.
Una propuesta que destila sentimiento pero en la rudeza del
trato, de la implacable realidad que les ha tocado vivir, una tormenta e
inundación a la que pocos se enfrentarían, una enfermedad que cuenta los días
de ese maravilloso y único vinculo paterno. No hay tiempo para el llanto y hay
que seguir adelante, sin embargo el dolor también se cuela por las rendijas,
como el mismo afecto, en una forma de aparente naturalidad de conmover en
pantalla, con actos más que con palabras, con la magia de las imágenes y al
arte cinematográfico en su propia personalidad y características, gracias a la
dulzura, a la expresividad, a la entrega, al ensimismamiento interpretativo, el
sucumbir al enajenamiento de la actuación, de la unión en la trama, de la
historia, con actores como Dwight Henry, el padre, que crea un personaje
primitivo que no teme serlo, que respeta su código de existencia, con el
convencimiento de su propia sabiduría, en un conjunto de seres simples y
hereditarios acordes con el espejo de su idiosincrasia, amoldados perfectamente
a ese paisaje indómito y bruto que a su vez es bello en su inconfundible
honestidad, y que no media más que a través
de la esencia, un lugar que vive como en
un único concepto existente, y en donde mediante el filme nos imbuimos con ojos
crédulos, absorbidos, admirados, indagando y aprendiendo de un enfoque distinto
entre comillas al nuestro, que nos recupera un pasado que aun no ha desaparecido
y que vive ahí en sus propias reglas.
El filme se hace poderoso con su sentimiento, es tan eficiente
la relación que fabrica que se sostiene sin rebuscadas justificaciones pero con
verdades absolutas de acuerdo a su espacio mental y físico, que aprovecha lo
salvaje, esquivando lo muy racional aunque vibra en su coherencia personal.
Dando pie a pequeños detalles de interés, a la aventura, al paisaje que tiene
injerencia en el relato, como en un marco que da vida a una tesis, la
explotación de lo que nos parecería sencillo en el papel y a su vez es tan
profundo ya que los recursos, el lugar pone todo muy arduo.
¿Se encuentra la niña con su madre? El camino es improbable
pero creíble, ambiguo, oscuro y no importa, porque es audaz como en el mejor
arte. El engaño de lo espontáneo. Y nunca se reprocha nada, no es un filme de
débiles, como cuando la niña dice, que si no llega el padre va a tener que
comerse a sus “mascotas”. Una historia de gente pobre elevada a héroes comunes
que vencen sus ambientes, la niña tras el camino del padre, en convertirse en
él, alguien de cuerpo frágil a simple vista pero tan fuerte por lo que lleva
adentro, lo que se le ha trasmitido, el grave mensaje del filme. Tiene o quiere
tener frases ingeniosas (para quien suscribe la que refleja más sin quererlo
quizá es feed time, hora de alimentarse), no obstante lo general yace
suficiente, importando más una panorámica del bayou, el quehacer monótono para
nosotros novedoso, y una niña que termina cuidando de su padre a temprana edad lista
para dar cara al mundo.