Tercer filme del portugués Miguel Gomes, ganador del
fipresci en la Berlinale 2012. Está dividido en dos partes, paraíso perdido y paraíso.
La primera parte nos remite a una anciana
solitaria que solo vive para malgastar su poco dinero en los juegos de azar y
que es medio loca, alejada de su única hija vive solo con una empleada de color
que suele tratarla como a una niña ya que en su locura piensa que le quieren
hacer daño y no suele cuidarse apropiadamente. Sus días los pasa conversando con
una vecina con la que comparte esa decadencia y soledad fehaciente de la vejez.
Una que no ha sabido amar a nadie y que es muy bondadosa, recatada y dócil, la
otra la que fue una ardiente mujer que parece la antagonista de esa
convencionalidad que exuda su compañera, una que ha vivido (aunque pecando), otra
que no. En sí la primera parte es menor del conjunto y aunque resulta muy
compatible entre forma y fondo ostenta algunos rasgos de autor que la hacen un
poco gratuita, como con el sueño de los monos o la interrupción de la anécdota
en la mina. Esto último quizá pretende decirnos que hay una vocación de
fantasía, sabiendo que la memoria es selectiva y reconstruye las vivencias de
acuerdo a factores como el sentimiento que han provocado en su momento. Estamos
en una Lisboa como toda gran ciudad un poco fría, y ésta en particular con cierto
fervor religioso y un aire de protesta política. Una pugna discreta.
La segunda parte se nos relaciona con el pequeño prólogo del
filme, en una leyenda sobre una mujer anclada a un cocodrilo tras la muerte de
su pareja por amor. Una simbología que nos puede remitir a lo salvaje, al
deseo, ese que nos ata la existencia a un desenlace penitente, a un lapso que nos define y no se puede
olvidar. La vida es como solo ese recuerdo. Regresamos a esa pasión que la
joven Aurora (Ana Moreira) tuvo con el hombre que más amo y al que quiere ver
antes de partir. Ventura (Carloto Cotta) es un atractivo músico mujeriego que
queda prendado de Aurora cuando es una mujer casada, sin embargo eso no los
limita y tienen una aventura. África, una colonia de Portugal, una tierra de
calores da cobijo a su idilio ilícito y salvaje. Con un blanco y negro que nos
atrapa en su estética clásica que le otorga un toque vintage, en la emulación además
de una cinta muda, pero que nos hace ver que solo es una ilusa apariencia, una
creación, un artificio estético, ya que está acompañada por la voz en off de la
pareja, la descripción de esa pasión en boca de él y luego la respuesta en
cartas de ella. Vamos viendo la recreación del romance, el que es universal y
ya tantas veces visto pero no deja de ser atrapante. Nos recuerda a
tantas historias de amor, uno libre,
atrevido, reprochable pero igual feliz aun así, a costa de todo acto razonable
y decente, de esos que hacen perder la cabeza y no miden más que el encuentro,
la repetida desnudez del cuerpo (no faltan las imágenes sensuales), la
irresponsabilidad, otro tipo de locura. Sería una telenovela en otras manos,
pero Gomes se encarga de volverlo séptimo arte. La calidez de sus imágenes están muy cerca de la realidad más palpable. Se nos quiere decir que es algo antiguo, algo primitivo, algo esencial, una pasión.
Es un filme realmente sencillo, que sorprende un poco que
genere tanto entusiasmo en la crítica que es la que ensalza el filme en listas
y en su premio, que se debe a que Gomes ha hecho llevadero algo que cala a
menudo más en los sentimentales. Ha
entregado una versión para los amantes del cine de autor en que la sensibilidad
y el atrevimiento se dan cabida, pero realmente se trata de una ilusión
general, porque estamos frente a un eterno y repetido cuento de amor, ese en que
se roba a la mujer ajena, especial, y ese en que ella vive lo prohibido, lo
carnal, un canto a la seducción masculina, y sin machismo (hay un contrapeso
estructural muy igualitario), y en que irónicamente nadie se ve reflejado en el
pobre marido, como suele pasar en que nos atrapa esa sensación engañosa de
sentirnos –y querer ser- aventureros, osados, rebeldes, los principales. Un Corín
Tellado para tipos serios, y claro, es tremenda audacia, no obstante sin
desproporcionarlo, ya que es un filme más de matices y técnica que de verdadera
profundidad, pero que explota muy bien su historia. Y que debe mucho su éxito a
que es muy entretenido, y nos da lo que
nos gusta, como en los subtítulos: el cielo de los hombres, terrenales, apasionados
y ardientes. Una mujer bella (y viceversa), tan provocativa que nos hace romper
las reglas, nos transforma. En un lugar sin tiempo, exótico, imperecedero, al
menos en la memoria.