Éste es el último filme y despedida del genio de la animación Hayao
Miyazaki que ha decidido retirarse, y deja obras maravillosas en su
filmografía; épicas, como Nausicaä del Valle del Viento (1984), La princesa
Mononoke (1997), la multipremiada El viaje de Chihiro (2001), y El castillo
ambulante (2004); otras más pequeñas, intimas si se quieren, conmovedoras y
aventureras (que en realidad es su esencia general), como Mi vecino Totoro
(1988), Nicky, la aprendiz de bruja (1989), Porco Rosso (1992), que en algo nos
recuerda a la presente, y Ponyo en el acantilado (2008); otras menores pero no exentas
de cierto encanto y entretenimiento, El castillo de Cagliostro (1979) con el pícaro
ladrón Arsenio Lupin III; y El castillo en el cielo (1986), que poco tiene que
ver con El castillo ambulante.
El viento se levanta (2013) es una película que aparenta no
tener un aspecto fantástico (aquello se maneja si se quiere con los sueños del
protagonista, que puede invocar a su modo luminoso los derivados oscuros de
inventar aviones, sobre todo en tiempos convulsos), sino realista a un punto,
ya que articula mucha imaginación, habiendo abundantes licencias históricas. Y ahí
entró a tallar una polémica con una parte de la crítica, ya que la película
remite a la biografía de Jiro Horikoshi, quien diseñara los más letales aviones
bombarderos de la segunda guerra mundial del lado del Imperio japonés que
ocasionó tantísimas muertes en muchos países, pero en la historia se le idealiza,
se le provee de un lado romántico y hasta humanitario como persona, y es que la
propuesta busca asumirlo desde el ingeniero talentoso y apasionado que es, que
quiere crear aviones hermosos, y la guerra le viene de contexto como una estampa inferior o coyuntural a su vocación (en sus sueños hay lugar para aviones
comerciales, y se habla de crear aviones más perfectas que para ello no
dispongan de armamento por ser más ligeras), si bien está claro que no parece
así en el plano histórico, y uno entiende que está definido como parte
indisoluble de la gran guerra, sin embargo Miyazaki quiere retratar con honores
a un inventor y genio de su país (del que se debe a él poner a Japón a la
altura del país punta en Alemania, en cuanto a la avanzada ingeniería aeronáutica,
cuando su nación es pobre y recurre a materiales y mecánica atrasada en 20 años
al resto, como el uso de bueyes como transporte de maquinaria), y lo dota de un
aura de suma nobleza desde la infancia, habiendo mucho espacio para que lo
demuestre, incluso su matrimonio se rige a un acto de ayuda, y en si se le
exhibe como un hombre que vive su profesión en toda fijación, envolviéndose en
sueños, donde se pueden ver desastres aéreos y combates como en aquella mención
de las pirámides donde la grandeza acarrea destrucción. Pero cómo vivir sin ese
tipo de belleza; como reza el título del filme que invoca un verso del poema El
Cementerio Marino, de Paul Valéry, el viento se levanta, hay que intentar vivir.
El objeto de inspiración de Jiro Horikoshi es un inventor
que existió también, el ingeniero
aeronáutico italiano Giovanni Caproni, que conversa con él cuando
sueña. Ese es el punto de emanación de la historia, crear en base a una
pasión, y el mensaje es distinto al contexto violento y sangriento de la
guerra, que queda como en segundo plano, dándole incluso forma a un romance que
parece inspirado en La Montaña Mágica de Thomas Mann, que además es mencionada,
sobre la tuberculosis y el amor en medio del deber, si bien Jiro trabaja por
afecto a lo que lo entusiasma desde niño, y es que todo gira sobre el simple e
independiente objeto, el avión. Lo histórico viene como fragmentos, y más es
seguir la carrera de este ingeniero, todo muy por encima, como entretenimiento,
recurriendo al sentimiento y a los valores, en lo que parece un filme poco
novedoso como narrativa aunque no deja de ser simpático, salvando que retrata a
un ente determinante en la historia, que a su vez tiene de curioso, por un lado, ostentando
su cierta madurez en el retrato, aunque es una película opacada finalmente por la recurrente fácil
y muy vista sensibilidad, tanto como por la simplificación, en especial en la
tercera parte del filme que lo aborda como pareja. La presente obra pudo
tocar un lado más oscuro, pero ese no sería Miyazaki, que suele ser luminoso, y es así como toca la fibra de muchos, pero en mi parecer son los destellos de los
desastres y la figura central protagónica en sí los que más albergan
complejidad y alcance, en lo que parece una obra abiertamente menor en
intenciones, que no llega a confabular íntimamente, aunque lo intenta con poco,
como lo hacen otras obras suyas, y mucho menos tiene de épica ni de nutrida
creatividad visual, pero como bien dice un diálogo, son 10 años de efervescencia
imaginativa, y luego uno debe retirarse, como se siente que le habla al
espectador, y así mismo el idolatrado autor. De ésta manera nos deja éste
maestro de la animación, bajo un gran legado.