Con 12 nominaciones a los Premios Oscar ésta es la favorita del evento,
aunque su director Alejandro González Iñárritu tiene un pequeño grupo de
detractores, una cierta pequeña tendencia en contra, catalogado especialmente de
pretencioso, sin embargo eso poco importa porque The revenant es toda una
experiencia en la sala de cine, un lugar de mucha adrenalina y entusiasmo, con
el retrato de sobrevivencia de Hugh Glass, un explorador, guía y cazador de
pieles de la frontera americana en la región del rio Missouri de los hoy
estados de Montana, Dakota del Norte y Dakota del Sur, que fue atacado por un
oso grizzly y más tarde abandonado por su grupo de expedición.
The revenant se basa libremente en la novela del americano Michael
Punke que tiene la figura verdadera de Hugh Glass y mucho de los hechos que
padeció por aquellos territorios nevados y salvajes. Hay que apreciar que el filme es
una historia de venganza que puede sonar a mucha ficción, sumándole el cine,
las marcas de identidad y las lecturas místicas, de sanación y de sufrimiento
de González Iñarritu. Centralmente en aquel paisaje que se inspira en The Abbey
in the Oakwoo, del fabuloso pintor alemán Caspar David Friedrich. Partimos del
capullo con troncos que crea un especie de chamán indio. Tenemos el homenaje y la
rememoración de grandes cines épicos y/o místicos como el de Herzog, Malick y
Tarkovsky. Es una venganza donde yace la bien aplicada maldad de John
Fitzgerald (Tom Hardy) que viendo por sí mismo y detestando en parte a Glass lo
deja moribundo frente a la tensión de la perenne amenaza de los indios que
yacen divididos y en conflicto, al igual que luchando contra los exploradores caucásicos,
habiendo una sub-trama con la búsqueda de una indígena hija del jefe de una tribu
secuestrada por cazadores franceses.
El filme es un derroche de visualidad, arte y puro cine,
donde hay escenas que describen a la perfección lo que es transportarse en una
sala de exhibición, sentirse inmerso en un espacio del tiempo, los años de
1820s, con una apertura donde los cazadores de pieles son atacados por los
indios, y se ve cómo van cayendo muchos muertos, sobre todo los caucásicos, habiendo
grandes acercamientos y tomas de un dinamismo y fuerza expresiva realmente
impresionantes, creando la sensación de un mejor 3D –sin haberlo- que de
costumbre, haciéndonos entrar y salir de la toma, sentir la velocidad de la
huida y persecución, propiciando panorámicas intensas, subjetivas cambiantes
con finales llamativos, sintiendo el movimiento y ritmo trepidante y brutal, perpetrándose
toda una inmersión, al fabularle muy poca distancia al espectador con aquella
batalla campal, habiendo explicites, espectacularidad, un sonido confabulador y
una sensación de que nadie importa demasiado en ese ataque, mientras todo fluye
con el más grande realismo. Eso no es nada, el ataque del oso grizzly es todo
un festín cinéfilo, y más.
Leonardo DiCaprio, héroe absoluto del filme (gracias por su
parte a la maestría del antagonista que el talentoso Tom Hardy interpreta, un
desgraciado en toda regla), hace un alarde de actuación en todo el metraje, con
una entrega a toda prueba, y una conversión en Hugh Glass completa, viendo su
larga agonía, y combate personal e ingenio por sobrevivir (comer vísceras crudas,
cicatrizar heridas a fuego vivo, escabullirse de la violencia de un río o
dormir en el interior de un caballo), pasando por una pelea cuerpo a cuerpo con
un imponente oso defendiendo a su crías, la amenaza de Fitzgerald, y quedando sumamente
herido y solo en aquel territorio inhóspito y poderoso, aunque cierto que es
mucho una exageración su lucha y continua agresión, sin embargo se
hace algo siempre entre imposible, apabullante e impactante, un entretenimiento
grandilocuente, pero hermoso, por sumergirnos en aquellas extremas vivencias
cinematográficas, en un nunca detenerse de tratar de impresionarnos, y
ofrecernos sorpresa y placer, ya importando poco la total veracidad (o prolongando
y variando opciones en el desenlace, un sonido que trasmite harto anhelo,
cierta fiesta y furia, recordarnos el cine coreano de venganza y explicites, o
el western clásico).
Logra ser un lugar de sensaciones y hartas emociones, frente
a un combate tras otro, como en aquel mensaje de un cuerpo ahorcado siendo
inocente, metido(s) en el “todos somos salvajes”, típico del tiempo y espacio en
que se adscribe la trama, que en realidad juega a desmentirse en el filme,
porque hay un respeto a las diferencias étnicas, porque Glass tiene un hijo
mitad indígena a quien llama la razón de su vida y por quien quiere redención,
porque el héroe habla y escucha el idioma de la naturaleza, el de las tribus, cuando
le espera el amor de su mujer de raza Pawnee,
o porque la justicia llega por Dios (y los indios), esos que agreden, pero
también defienden su territorio, negocian, curan y sufren daños.