Estamos ante una película algo irregular, pero sumamente
entretenida, extravagante, híper moderna, el que es un musical donde varias
pandillas japonesas cantan hip hop mientras disparan, pelean a puño limpio, usan
katanas y cualquier tipo de armas inimaginables para matarse entre sí, siendo
un lugar donde puede caber de todo, en la que es la irreverencia y la sorpresa continua,
no obstante con una disposición de no caer en la idiotez o en la vergüenza ajena,
como le pasa a muchos de sus compatriotas, que por algo Sion Sono es el mejor.
Tokyo tribe es la adaptación de un manga, por lo que el director
de culto Sion Sono sigue una clara y fuerte vocación de fantasía, imponiendo mucha
ironía, buscando divertir sin prejuicios, en absoluta libertad y audacia, pero habiendo
una cierta coherencia a pesar del exceso, algo importante que define el valor de
su cine.
Se trata de una banda rival que quiere imponerse al resto cuando
viven en paz respetando sus límites de su dividido territorio. Formado por pandillas
curiosas, típicas de un mundo imaginativo, como una de mujeres militarizadas o
al estilo motoristas Hells angels, que llegan a usar un ágil tanque de estilo
punk (que no luce del todo real, pero no desentona con la parafernalia general,
que enmarca y dibuja al filme, uno lleno de luces, mucho color y abundancia que
plantea un ambiente de caos, de lo que poco importa saberse todos los nombres y
lugares japoneses); otra con un líder robusto vestido de armadura como un guerrero
samurái, o la de nuestro héroe –uno de ellos- y líder de otra pandilla, Kai (que
no tiene mucha gracia como personaje, al ser demasiado impoluto y obvio), luciendo
a lo beisbolista callejero neoyorkino.
Todos pasan por la cultura del hip hop, sumado al aire
yakuza de algunos, como especialmente se ve en el tipo de espíritu Tony Montana
en versión nipón llamado Lord Buppa (Riki Takeuchi) que es el jefe de la banda
que quiere invadir y aplastar a las otras, quien siempre yace acompañado de
bellas mujeres, voluptuosas y sensuales, como muchas prostitutas, teniendo un
fuerte negocio al respecto, de lo que genera la aparición de otro héroe, heroína
más bien, cuando la raptan, en la virginal pero prominente combatiente, Sunmi,
que tiene a un niño breakdancer y artista marcial como inseparable compañero. A
su vez Buppa tiene 2 compinches de fechorías y matonería que destacan en
particular, uno su hijo Nkoi (Yôsuke Kubozuka) que me recuerda a los Illya
Kuryaki and the Valderramas, quien tiene la gracia de usar gente “esclavizada” como
estatuas y muebles; y el otro es Mera (un fantástico Ryôhei Suzuki), un
lugarteniente de Buppa que tiene mucha participación y es la invención más
audaz y cool del conjunto, un nipón de cabello rubio que yace medio desnudo en
varias oportunidades y cree que el tamaño dotado del miembro es síntoma del mayor
respeto del yakuza. En ese caso, no faltan los personajes rimbombantes, es
marca distintiva del filme, del hip hop y del manga.
Se trata de una batalla campal, sin freno, inicialmente de
todos contra todos, para luego pasar a hacer una coalición contra Buppa y su descocado
clan, habiendo un tratamiento menor de venganzas, donde el entretenimiento es
lo que prima, habiendo luchas por aquí y por allá, a cada rato, mero juego, no
es que brille una narrativa compleja ni que sea un valor especial, tanto que
hay mucha irreverencia, perdonando y entendiendo sin más incluso al rival, que
como nos lo cuenta un narrador callejero, Mc (Shôta Sometani), se vive la
naturaleza del hip hop en el lema de tratar de conquistar el mundo, de
hacer mucho ruido, tal cual lo perpetra fiel Sion Sono, habiendo buena
solvencia con la aclimatación al Japón, que copia y asume esta cultura musical perfectamente, pero excediéndose para entretener al espectador. En la que es
una película con credibilidad, porque tiene mucha arte marcial, como esa extravagancia
que también profesan mucho en la contemporaneidad de Tokyo, que el hip hop se pliega
sin problemas.
De la misma forma la música y el rapeo no molesta en ningún
momento, cuando el musical puede ser un género fatigoso, siguiendo cierta
tendencia igualitaria que parece lucir como una “estándar” voz en off. Donde reina
la figura rebelde y fantástica que no se toma en serio, la cual nace de ese
otro lugar que aguanta y sostiene mucha libertad y anarquía, el manga, con lo
que no resulta tan extraño ver al Japón rapeando, o que el filme represente
tremenda rara avis. En el que es el grito inteligente de la espectacularidad e
intensidad de la locura cinéfila.