Un hombre quiere alquilar una casa, por lo que contacta a
una corredora inmobiliaria, siendo Adèle (Laetitia Spigarelli) y Thomas (Thomas
Blanchard), ambos de aspecto ordinario, los protagonistas de la posible formación
de una pareja romántica, pero antes deben lidiar con las dificultades de hallar
a esa persona ideal, cuando parece ser ella complicada para el amor, hecho expuesto
literalmente en una amable conversación, pero sobre todo en sueños –donde ella
sufre de narcolepsia, y es participe de surrealismo- y en los fantasmas que los
pueblan, a Thomas un familiar, y a Adèle una pareja, muerto en un accidente,
con cierta ambigüedad de por medio.
El mediometraje de la directora francesa Christelle Lheureux
parte de la idea de darle vida a un acto menor en el cual radica la
humanización de un rol bastante secundario, materializando conexiones en un
relajo de figuras, perpetrando una liberación de las convenciones, mientras el
final (esperado) es consolidarse como relación, siendo trabajada la
construcción de su inicio de manera natural y sencilla, con una comida casual en un restaurante,
ir a la playa intempestivamente o beber unas copas o té por la noche. Lo que podría ser una historia de romance más
del montón, toma cierta mayor imaginación en que cada encuentro yace bajo una pequeña
escenificación curiosa (asomando alguna tercera figura), donde tratan de conocerse
y aceptarse mutuamente, enfrentando distintas posibilidades, una en
que ella reniega de todo o presenta un conflicto psicológico de acceso, otra en
que él se deja arrastrar por la frustración.