Que un director como el taiwanés Hou Hsiao-hsien haga un
wuxia, una película china de artes marciales, sin duda, resulta interesante y
curioso para cualquier amante del cine, conociendo su séptimo arte intimista, histórico,
reflexivo en cuanto a su sociedad y hasta romántico, que se mueve en el cine
arte minoritario, a pesar de que sus retratos están cargados de encanto emotivo
y no son tramas complicadas de seguir (salvo por El vuelo del globo rojo, 2007,
al que le tengo especial simpatía, y se complejiza en su narrativa, como la
presente), quizá sí provistas de algo de lentitud expositiva, con lo que verlo
acometer una empresa sobre un subgénero de acción que suele ser entretenimiento
puro y duro, abría el apetito pensando cómo sería en sus manos una obra de éste
tipo.
El resultado ha sido cine arte en toda palabra, con luchas cuerpo a
cuerpo breves, puntuales, secas, calmadas, que quien espere espectáculo tradicional
a ese respecto no lo encontrará. Sin embargo el filme trasciende en sus tantas
lecturas y significación con ésta esencia combativa, proveyéndonos de venganza,
amor, política, hechos históricos, soledad, como un conflicto con el sentido de
nuestra vida y quienes somos, que a Nie Yinniang le ha causado el exilio de su
familia ante la ruptura de su temprano compromiso matrimonial con su primo, y
futuro gobernador de una provincia fronteriza que rivaliza con la corte
imperial, lugar donde iría a parar Yinniang entrenada por una monja princesa,
convertida en una temible asesina donde brilla sobre todo su concepto y aura que
lo físico (Shu Qi es muy bella, luce pequeña, suele ser frágil por lo general,
lo que es un gran cambio de registro, que funciona al natural). Yinniang, ahora una guerrera imbatible y letal, está encomendada a matar a su
primo y ex amor por el que aun siente algo, por Tian Ji'an (Chen Chang), que
tiene feliz esposa e hijos pequeños, y el que deberá sostener la grandeza de la
provincia de Weibo que se ve amenazada por el imperio y otras provincias
subalternas que conspiran contra ella, hasta bajo la magia oscura.
En el filme hay una urdimbre narrativa intrincada, de elipsis,
sutil, detallista, que despliega el choque emocional interno de Yinniang, entre
su deber como asesina implacable, y la devoción natural que le debe a sus seres
queridos, como a sus padres que la salvaron de morir, pero se sienten en parte
arrepentidos por el peligro que ella representa en la actualidad para el
gobierno e independencia de su clan, y de Weibo, en la cabeza pedida de Tian Ji'an.
Observamos que la lealtad va más allá del parentesco familiar, con lo que una
joya partida en dos simboliza la paz entre los dos linajes en conflicto; como
el relato del pájaro azul contada por la maestra tocando su instrumento musical
folclórico (hermosa la ambientación, la recreación, los paisajes), otra mujer
desdichada, remite a una melancolía destructiva (un designio, la fatalidad),
que acompaña, como el silencio, a Yinniang, que pelea por sus vínculos sanguíneos,
por sus afectos, y la descubre más que una máquina de matar, como invoca su
antecesora.
Es un filme que tiene bastante de acción, es decir, de actos
(en tremenda estructura, hasta romper los combates tienen estilo), la mayoría de
ellos elegantes, aunque no de peleas vistosas y elaboradas, más que de argumentación,
pero teniendo aristas, puntos en contraposición, tanto como suma coherencia,
pero a su vez albergando tantas emociones, una visceralidad maravillosa en
juego, por encima de lo explícito, donde todo se reduce a lo esencial, supeditándose
a un entretenimiento inteligente, al que hay que seguir en sus pormenores
narrativos para gozar, apreciando su lentitud como en una caja de continua meditación
observacional, de coger el momento, dentro de una estética, invocando la
luminosidad por sobre la superficialidad, o en la trama el rencor, enfrentando
a la soledad, que es capital, múltiple, en la historia, el saber perderlo todo,
y aun así mantenerse intacto, puro, valiente. Es una propuesta que muchos
pondrán en sus listas de lo mejor del 2015, tras 8 largos años de esperar su realización,
y obtener un merecido premio de mejor director en el festival de Cannes.