El director de esta película es uno de los grandes nombres
del anime, cofundador junto con Hayao Miyazaki de los estudios Ghibli. Famoso
por su conmovedora y potente película La tumba de las luciérnagas (1988).
Hablamos de Isao Takahata que tiene obras como Recuerdos del ayer (1991), una
historia sobre una joven oficinista que en un viaje al campo empieza a recordar su niñez, unos padres restrictivos y dominantes, un
enamoramiento inocente con un deportista del colegio y algunos anhelos
incumplidos como el teatro o simplemente viajar al interior, mostrando como es
la vida de dura producto de las relaciones interpersonales y de las familias
ortodoxas. Pero a Taeko, de 27 años, no le falta actualmente una sonrisa, y mucha nostalgia. Los últimos 20 minutos de este anime bien valen toda
la película, donde Taeko recuerda a un compañero pobre, sucio y grosero que no
le quiso dar la mano de despedida, lo que provoca varias lecturas, una
introspección particular sobre cómo es la existencia desde lo aparentemente
sencillo, cuando ella pretende develar sus sentimientos hacia un joven agricultor,
cambiando sus expectativas de vida, de lo que algo parecido implica El cuento
de la princesa Kaguya (2013) hallando el verdadero amor en el lugar contrario, a lo
que esperamos o se espera de nosotros, y humilde, a manera de cuento clásico
romántico, en el aprecio por el medio ambiente y la vida de campo, que siempre
está presente en la obra de Takahata.
Otra obra suya a destacar es Pompoko (1994), ganadora del festival de cine de Annecy de 1995, que en lo personal me parece cargante en buena parte, aunque tiene su audacia con unos mapaches que pueden metamorfosearse en cualquier cosa, hasta seres humanos, cuando se deciden a asustar a las personas para salvaguardar sus bosques que están siendo depredados por nosotros para imponer lo urbano. Los mapaches son algo anodinos, sin embargo se da lugar a mucha fantasía, como en un desfile de monstruos japoneses, o que un barco con rumbo hacia el cielo termina como la muerte de una enorme cabeza, con lo que hay su toque de originalidad.
El cuento de la princesa Kaguya tiene trazos distintivos muy bellos, en que utiliza mucho el fondo blanco con apenas unos
colores salpimentados, de preferencia cálidos, y yace inacabado, expresionista
y medio en boceto con el movimiento. Es de resaltar la belleza que propone la
imagen de la princesa sin ser un dibujo típico en ese sentido, siendo ella la
parte trascendental del relato, como un elemento mítico y místico venido de la
luna, en lo que tiene espolvoreada cierta fantasía en cuanto a la ascendencia y
su origen divino, pero bascula con la realidad de una novela clásica romántica,
en que hasta hay surrealismo con el sueño del pretendiente y amigo de mataperradas infantiles en el
campo. Kaguya, lucha por su esencia y felicidad, plantea querer ser un ser humilde,
pero yace en medio del agobio de las diferencias de clases sociales, donde la
suya, de privilegio, no le satisface para nada, más bien todo lo contrario, le
hace infeliz; proponiendo la contraposición ciudad-medio rural con toda su
idiosincrasia.
Kaguya, un cuento proveniente del folclore japonés, nace en
el bosque, producto de la magia, crece más rápido de lo normal, y le caen del
cielo prendas costosas y oro para que lleve una vida de realeza en un ambiente
distinto al que ama, con lo que los designios de los dioses parecen incongruentes
con su naturaleza, proponiendo más bien un destino de frustración, de poética
maldita. Ella es como el bambú que de alguna manera le persigue, por lo que
cuando aparecen 5 posibles esposos de las más altas alcurnias ella les pide
cumplan con materializar sus halagos y traigan objetos legendarios, que podría
ser fácil de lograr viendo que hay un halo de fantasía en el relato, pero es la
imposibilidad la que en realidad asoma, habiendo incluso un astuto pretendiente
que planea convencerla con poesía. En esta parte hay mucho entretenimiento y un
toque de comedia, que implica hasta la atracción del máximo representante
japonés, con lo que el embrollo es cada vez más grande y difícil, viendo que el
destino de Kaguya está signado por el choque continuo contra el privilegio, de
lo que ella al contrario de la mayoría, y más, observado su origen, busca la
sencillez existencial, en lo que es a todas luces un relato popular, con un
mensaje contra el materialismo, resaltando nuestra humanidad ideal.