Competidora por Austria a un cupo a mejor película
extranjera en el Oscar 2016, dirigida por Severin Fiala y Veronika Franz, que
exhibe extrañeza y tensión psicológica, una que surge en un hogar acomodado de
cierto aire rural paradisiaco, con dos gemelos de 9 años que se ven
sorprendidos por el cambio físico de su joven madre, que se hace cirugía
cosmética y lleva el rostro vendado, como si fuera un monstruo, y ellos no la
reconocen, generando una atmósfera de desconfianza, mientras la trama implica
misterio y surrealismo al respecto, como con algunas pesadillas y la
intromisión de desagradables insectos, unas cucarachas negras gigantes, que son
mascotas de los chiquillos, si es que en realidad existen estos bichos con los
que juegan o yacen en otra capa del sueño, uno que sobrevuela en el filme,
donde las líneas de la realidad son leves, como metidos en alguna psiquis, en
que el miedo asoma bajo la amenaza del usurpador de identidad, habiendo sutiles
detalles que indagan por aquella presencia extraña/desconocida en casa, de quien
discretamente se deja ver que es una presentadora de televisión local.
Lo particular de la historia es que no todo lo raro se llega
a explicar, como que los vendajes quedan en un acontecimiento enigmático, que
parecen ocultar más de lo que creemos. En sí, el filme no profundiza, deja
abierta la suspicacia, en que avanzado el metraje, a 20 minutos de finalizar el
filme se vuelve brutal, salvaje, intenso, cargado de crueldad y gore, tras
haber sido una propuesta más de sombras, de mínimos sucesos, pasando de lo psicológico,
del suspenso, lo inaudito en la duda de los hechos verdaderos, a lo abiertamente
espeluznante, explícito y físico, para terminar en algo paranormal con un
cierre macabro, en medio de la ilusión mental, habiendo varias lecturas a la
mano que bien describen el título original de canción de cuna, para adultos.
No es un filme espectacular, hay que decirlo, porque la mayor parte del
tiempo está como dormido, inactivo como película de terror, siendo además en
realidad poco novedoso, anclado a lo demasiado mínimo y ocasional, con no
demasiada reacción, de lo que uno le achaca poca fuerza creativa (no sólo por
los pocos sobresaltos que muestra, sino por lo que exhibe en sí), estando algo apagado en cuanto a trasmitir emociones
en medio de su ambigüedad funcional (lo de thriller le queda en parte grande, aunque
no es tampoco que uno quiera que explote en adrenalina y acción, aunque
definitivamente no es una mala propuesta, para nada desechable), por estar muy
pendiente de un equilibrio entre la llamada normalidad y lo surreal, sin
embargo su sutileza y pequeños detalles interpretativos puestos a la paciencia
y a la curiosidad personal pueden generar mayores hilos conductores, mejores sospechas,
tomando en cuenta que tiene varias formas de susto, muy bien concatenadas, a
fin de cuentas.
La labor de la paranoia infantil versa ligeramente
perceptible, justificada con un trato duro de parte de la madre, que puede ser
algo tramposo e inexplicable, en que se argumenta poco, en un accidente
demasiado elíptico, por lo que la violencia es un paso más de la inestabilidad
formal, aunque mirando a sus inquilinos y el vínculo afectivo entre manos, en
que lo emocional hace entrada efectiva, sí genera la ansiada dosis de originalidad,
aparte de que a la hora del horror es totalmente contundente, por lo que
esperar por cerca de una hora tiene su razón de ser, aunque nuestras emociones no
quieran olvidar del todo la impaciencia, en el que es un filme decente, y
curioso a un punto, y finalmente potente, con un breve remate glorioso.