Ryan Gosling interpreta a Stephen Meyers, un hombre quien cree en el gobernador pero que comete un error por vanidad o por curiosidad que lo pone en peligro con respecto a su carrera y que lo hace despertar de su ensoñación de probidad y ética. Rápidamente aprenderá que hay que jugar sucio en la política y que no puede confiar en nadie, incluso en quienes considera sus amigos. Lo particular es que su juicio será ampliamente discutible y su encumbramiento un camino de probar con la idiosincrasia perspicaz que define el poder en un filme pequeño pero con espíritu y bastante relevante para ver que esconde desenvolverse en ese mundo. Funcionando con unos pocos diálogos, en un contexto que fluye con verosimilitud y reflexión como para exponer la evolución del protagonista a quien se le tilda de no servir para estos menesteres y a contracorriente de esperar su claudicación sacará adelante su vocación y enfrentará la situación.
No hay mucho que decir del filme sin develar la trama que hay que ver para atender a esa deslumbrante transparencia que se nos presenta de manera fácil y directa sin caer en entresijos complicados aunque hay que prestar atención. Vemos que los mejores son los más astutos, quienes evitan la egolatría y se adscriben al método: alianzas, complicidad, pisoteo y encubrimiento, una deformación de la lealtad en beneficio propio y del sistema que no encuentra otra forma de sobrevivir al parecer sin que se acepten las reglas internas.
Parece que Aristóteles se equivocó en decir que somos animales políticos si seguimos la visión de lo contemporáneo que nos revela el filme porque si es así es que todos debemos atenernos a su figura lo cual puede ser sorprendente y desalentador con respecto a la esencia humana; denunciándose en pantalla que hay que creer que los no aptos a comprender que hay que atropellar gente tras bambalinas, desconfiar de todos y ser inmisericordes no saldrán a flote.
Para eso no hay romanticismos de por medio y no significa ineptitud en al trabajo seleccionado que eso no ha sido abordado en la película empero quiere decir que hay que asumir ciertas iniquidades en el ámbito personal y laboral. La conveniencia tiene un rol predominante y hasta a quien vemos con disgusto puede ser un buen aliado a la hora de aspirar a las metas, porque todos los que se suben al barco como refleja el filme tienen que hacer “sacrificios” como en el acercamiento al representante de Ohio, el senador Thompson (Jeffrey Wright) que no le es para nada simpático a Morris y de quien depende mucho para el éxito de su proyección de cabeza en la casa blanca.
Marisa Tomei como una periodista curtida pondrá la noticia por encima de la amistad y puede que esté bien si quiere hacer algo en pos de la fiscalización aunque no queda del todo definido, sin embargo es otra fuente de saber para Meyers en cuanto a donde se está moviendo. Tom Daffi (uno de esos grandes actores secundarios en Paul Giamatti) será el disparador de la transformación del protagónico. Molly Stearns (Evan Rachel Wood) es una pieza que permite ver la ruindad moral del entorno pero que queda en el olvido con esa frase cruda de Paul Zara (Philip Seymor Hoffman) que expresa en el funeral que solo está para cumplir con sus obligaciones para con la familia, es decir deja los sentimientos afuera esperando que la verdad guarde silencio habiendo un hueco en esa honestidad que se quieren prodigar en su equipo y ya lo dice el dicho, no hay muchos seres humanos impolutos en la política. Lección que guiará la ruta de Meyers en el filme valiente que propone George Clooney.