Thierry Guetta, un francés radicado en Estados Unidos se presenta como el máximo protagonista del documental que en parte está asociado con los llamados mockumentaries, esos falsos filmes que aparentan realismo investigativo pero que se adscriben a la ficción. Éste hombre se presenta como un tipo extremo que suele grabarlo todo compulsivamente y que teniendo a un primo que hace arte urbano, denominado space invader, en alusión al jueguito antiguo de matar alienígenas que van descendiendo hasta el suelo de la pantalla, empieza a perseguirlo en sus andanzas ilegales de pegar su logotipo en espacios intrincados y vistosos, para pronto convertirlo en una nueva afición, ir detrás de esos rebeldes que quieren dejar su impronta al aire libre con mensajes irreverentes, burlones y libertarios.
Para éste galo es solo un pasatiempo que no tiene meta tangible aunque suele decir que pretende hacer una recopilación admirativa de esos artistas y lo único que hace es acumular videos en cajas guardadas. No obstante a través de su dedicación graba infinidad de instantes alrededor del mundo que de otra forma se esfumarían en poco tiempo, hasta que oye mencionar a un tal Bansky, el más grande personaje del grupo de quien se desconoce su identidad y al que le precede la osadía de llegar a pintar mensajes sarcásticos y pacíficos en el muro que divide a Palestina de Israel.
El entusiasmo no se hace esperar y Guetta busca conocer al mito, que por asuntos del azar lo consigue y entabla con él una relación de amistad que llega a la emulación de ese genio, bribón y outsider, sin embargo eso es solo una capa de la que la realización se coge para dar el golpe decisivo en una sorpresa que nos provoca la hilaridad desde su feroz acometida en la defensa de los ideales que identifican al movimiento underground de unos locos que pintan, esculpen, distorsionan, pegan, crean y se manifiestan contra cierto orden establecido, queriendo dejarse observar y existir en su propias reglas.
En el filme vemos a Bansky dar declaraciones cubriendo su rostro y afectando su voz para no ser ubicado. Él es el artífice de ésta gracia virulenta contra el mercantilismo, el materialismo, la falsa imagen y sobre todo la crítica de que el arte puede ser tan vacío y arbitrario en lo contemporáneo que ha perdido la esencia y cualquier mediocridad puede ser elevada a la categoría de obra maestra.
Su creación lleva un espíritu que lo desliga de la estética elitista pero que mantiene una inconfundible relevancia introspectiva abierta a todos los ciudadanos comunes y no se adscribe como él mismo lo expresa a la fama ni al dinero aún teniendo la oportunidad de hacerse millonario ya que muchos cabezas huecas consideran su obra cultura pop y pueden pagar cuantiosas sumas por un Bansky, lo mismo que un Van Gogh o un Rembrandt.
El dinero aturde, la ambición de nuevas experiencias y el deseo desmedido de posesiones más originales y raras se hace pelea en el siglo XXI, por eso no extraña que a una galería de exhibición de éste seudónimo celebre, se hayan hecho cita varios personajes públicos como estrellas de cine entre otros solícitos acaudalados, deslumbrados por extravagancias como la de un elefante pintado vulgarmente que además creó sensacionalismo para el enojo de los protectores de animales.
Y justo en ese lugar es cuando entra en acción la mofa con la intromisión de Mister Brainwasher, el alter ego de Guetta que con una exposición absurda, tosca y excesivamente insípida (destrozando a su vez el leitmotiv que articula el arte urbano) remece L.A. durante dos meses convirtiéndose en el nuevo Bansky en donde la felicidad del público por una obra en la estela de Andy Warhol le grita el título de talentoso a un tipo que parece un señuelo para mostrar la idiosincrasia de que considerar arte a cualquier cosa es pan de cada día.
Genialidad que proviene paradójicamente de la contracultura en un saboteo indirecto de cualquiera que quiera romper con la lógica de su filosofía de vida y que levanta la cabeza con orgullo con ésta actitud y trampa de uno de sus mejores representantes que bien merecería para él y sus compinches (los auténticos por supuesto) mayor reconocimiento para su grito personal proveniente del anonimato y de la ciudad mientras otros timadores ya quisieran tener alguna chance para aturdir al mundo con alguna minusvalía artística. Una fantástica película por donde se vea, que hará reír y pasar un momento de ferviente y verdadero culto.