La trama nos transporta al cine mudo del año 1927 en que George Valentín (Jean Dujardin), máxima estrella de Hollywood no sabe lo que se le avecina, está a punto de sufrir el cambio de una época, el paso de la gran pantalla silente al del sonido -en una evolución que su orgullo no ve con buenos ojos- y que se verá reflejado en una debutante que irá en ascenso mientras la carrera de éste galán decae. Peppy Miller (Berenice Bejo), carismática y alegre actriz, despertará la complicidad del público en oposición contextual de Valentín que de lo alto se desbarrancará hasta la banca rota, la derrota y el olvido, sin embargo sus vínculos afectivos pueden ser la luz para salir de ese charco si permite que sus emociones no lo derriben para siempre.
The artist (2011) es un filme romántico que nos llena de optimismo aun en sus conflictos, que practica alegría por cada parte de su estructura y que entretiene con esa magia que nos permite sonreír con la ilusión del arte por medio de sus exponentes humanos a quienes admiramos en pantalla. Es un estado de homenaje para y por el celuloide. No maneja ninguna crítica mordaz hacia esa evolución que dejó afuera a muchos, retraídos por su falta de adaptación, sino más se trata de apreciar la lucha por aceptar la renovación aunque con el filme volvamos atrás en el tiempo y paradójicamente utilicemos lo de antaño para explicar esa transformación, pero desde los más diáfanos sentimientos que no de los hechos históricos. No busca ser un compendio de lo que desapareció, de sus causas, efectos y pormenores sino rendirnos al amor de un artista que representa lo que el viento se llevó, a la par que crece un nuevo mito. Vivimos a través de la suave agonía de la fama que cambia de manos, poniéndonos en la piel del ángel caído que tiene nuestro apoyo desde la butaca y junto a él sin sentir enojo; también por su personalizada competencia, una diva sanamente pícara y sensible que acaba de nacer.
Se ambienta como si estuviéramos dentro de los inicios del amado mundo audiovisual público, en el uso del blanco y negro, y sin utilizar la voz, requiriendo los cuadros con las frases que indican los diálogos. No obstante no se aborda como si realmente fuera cine mudo ya que es la recreación moderna que crea la apariencia aunque con todos los trucos contemporáneos.
Douglas Fairbanks es el ícono que más se acerca a la caracterización ficticia que articula el protagonista; elegante, simpático, agradable y atlético, con ademanes, trabajos y similitudes físicas en común; es la representación del ídolo de masas que seduce a las mujeres con su atractivo y educación, y a los hombres con su arrojo y fascinación para el sexo opuesto. Puede ser un héroe de aventuras que da forma al zorro o a un mosquetero o en el drama un seductor lacrimógeno que muere en el hundimiento de las arenas movedizas. Todo ese trayecto se evapora para dar paso a una fresca y cercana intérprete la cual aprovecha dócilmente los nuevos aires. El personaje de Berenice Bejo se dibuja más familiar de cara a nosotros ya que su figura no es la de una diosa sensual o la de una mujer de apabullante belleza, sino más bien propio del promedio aunque con cualidades como naturalidad, dulzura y empatía a través de su latente intensidad y efusividad. No obstante Valentín y Peppy no parecen diferentes sino solo es que la audiencia quiere un nuevo tipo de diversión que la intervención del sonido produce y al que el actor se niega o no puede acometer con solvencia.
Visto desde adentro sentimos con los protagonistas, el final y el comienzo pueden vincularse, unirse para crear algo más grande, que es la esencia del filme de Hazanavicius, la hazaña de volver atrás y fusionar dos lapsos temporales poniéndose en el siguiente y un tercero en el presente, sentados delante del ecran viviendo un anacronismo delicioso e ingenioso, una obra maestra del entretenimiento. Ésta es la respuesta de que para hacer arte se requiere del aroma del afecto que es lo que circunda en éste guion que muestra el alma de sus criaturas y por eso nos fraterniza; nos conmueve, pero con una amplia sonrisa, tan parecida a la de los dos protagonistas. El filme no pretende el drama aunque lo tiene, sino la leve comedia de aire romántico, cálido y noble, a un palmo de nuestro corazón, sin maltratarlo ni movilizarlo vacíamente.
Se puede sentir pasión hacia el cine por obras como ésta que llegan a todos por igual siendo una de las mejores propuestas que se puedan dar en la actualidad; no es necesario más que dejarnos atrapar por los miedos de un artista al que se le hace complicado hablar, y al que sus virtudes como persona se le retribuyen por gente que lo aprecia, dándole la ayuda que sus defectos y dificultades urgen tener, incluso de su hermoso y leal perro, ese compañero perfecto que con sus audaces movimientos se robará más de un aplauso cómplice, que no faltaran para toda ésta mágica película, como los que se dan desde ésta pequeña tribuna.