Abordando el tema principal, Tres D (2014) “cambia” de
rumbo, es una pequeña película de cine arte, pero muy llevadera, que trata de
ser amable, fácil de ver y entretener, siendo menos exigente que en donde está trabajando, pero con alma, un sentir de justificación, como nos dice uno de los tantos diálogos que tiene la propuesta, de qué debe ser/tener el cine; uno que nos atrae,
nos describe e intelectualiza al respecto del festival al que se adscribe (el
festival de cine independiente de Cosquín –FICIC, lugar en que se contextualiza el relato)
y sobre la propia película, aunque tenga cierto aire a recurso con lo de trabajar
sobre un evento cinéfilo, pero con una gran calidad, control, sustancia y desarrollo
pleno, aparte de un afecto al cine que sobrepasa en logro a Los Ilusos
(2013) por comparar con una película que tenía la misma disposición y tuvo
acercamiento con el público más duro del séptimo arte, solo que Tres D consigue
ser menos artificial, mucho más natural, más fluida y relajada, y sobre todo
más cinéfila, con una entrevista a un viejo proyeccionista (que se entiende como
cierta nostalgia o algo que se está yendo o más que seguramente se irá con lo
digital ante la facilidad económica y de producción), críticos (Nicolás
Prividera, Jorge García), directores de cine (Germán Scelso, Gustavo Fontán), un
documentalista amateur y gente implicada con el 3er FICIC que van a ser
abordados por el protagonista, Matías, y su asistente Micaela –Mica.
Matías y Mica tienen el trabajo de envolverse, dar a conocer
al espectador, a los gestores y participantes (que llegan a interactuar hasta
más allá de lo documental, como con la ironía que da una entrevistada que
termina en ropa interior y en el cuarto con Matías tras lo que parece atracción
de ella, y quizá una aventura), sacando de todos ellos que tienen las cosas muy
claras con lo que debe ser el séptimo arte, y lo que hacen y aman de él, lo que
promueven y con quienes buscan interrelacionarse, hablando de un espíritu que
inquiere por transcendencia más que comercialidad, sin falsas exigencias (ya
que también hay posturas convenidas en los festivales), en medio de la
autenticidad, como bien representa el cine y la presencia llamativa de José Campusano,
que no solo tiene un cine original y personal aunque imperfecto, sino da a entender
tolerancia (cuando alguien directamente no gusta de su arte señalando violencia y malas actuaciones, que es algo que ha sido critica recurrente), y responde con
seguridad sobre su obra, en medio de una fuerte presencia física dentro de un
aire de suma tranquilidad, cuando se está exhibiendo Fango (2012), animándose a
participar de la ficción del filme, ya que esta maneja cierto aire documental y
otro como historia romántica (y de trabajo), una que rompe un poco con lo
tradicional, se hace más lógica pero menos idealizada (por el cine industrial) como
en aquella verdad y belleza de la que habla Campusano.
Una entrevista explica los vasos comunicantes entre ficción
y documental, y como se pueden mezclar sin problemas, como hace Rosendo Ruíz. Del título hay que decir que es parte de la
narrativa, y tiene su gracia y creatividad que anden por la calle con lentes
3D, de lo que parece una declaración de motivaciones en como se ve el cine a
través de la realidad, y no del mercado o del puro entretenimiento, ya que la
presente película divierte, pero también maneja un discurso bastante digno,
cinéfilo, desmenuzando cada parte de su concepción formal, en un ejercicio
de ilustración, con aire de frescura envuelto en el trato con el chico nice que
es Matías, y la chica medio loca, infantil, con su skate y su trato de camarada
más que de aspecto femenino, que luego pasa por sensual (hasta con mujeres) y más tarde por igual sofisticación que Matías. Junto a ellos está la muchacha del grupo folclórico que se
presta al romance y al conflicto. En un filme sencillo, pero muy bien
hecho, bajo una notable edición, observando como se complementan sus partes entre sí, haciendo una interactuación sin fisuras entre el FICIC y sus protagonistas de
ficción (dos aventureros, como en aquel final de crédito cuando se tira dedo), en
algo que termina siendo bastante simpático.