lunes, 6 de abril de 2015

The Babadook

Película de terror y ópera prima de la australiana Jennifer Kent, que nos cuenta como una madre debe lidiar con su hijo pequeño problemático, que está obsesionado con los monstruos, para lo que fabrica armas rudimentarias, trampas y defensas contra ellos, pero que en realidad significa, alberga, un dolor y un rencor secreto de madre hacia hijo, una distancia/conflicto interior que el Babadook permite verlo y enfrentarlo, aunque el accionar e intención de éste luzca mortal, terrorífico, tan peligroso, en una enajenación fuera de sí, parecido a El resplandor (1980) donde algo se apodera de Jack Torrance teniendo antecedentes de alcoholismo y abuso familiar que anuncian el despertar de esa locura que le provee la invasión del lugar, y se convierte en un asesino desquiciado, como lo deja ver el cuento hallado en el hogar que implica a una bestia fantasmal llamada Babadook, en un llamado gutural, pero que más es una psicología, y una interiorización, una expurgación de nuestros demonios, a razón de que Amelia (Essie Davis) cuando iba a dar a luz sufrió un accidente en auto por el apuro, donde murió su amado esposo, culpando silenciosamente desde ahí a su hijo de esa pérdida que no logra superar en 7 años, como cuando dice el niño que no celebran su cumpleaños, y que poco a poco se va desentrañando en un trato que muta hacia la violencia más descarnada, enferma, como con el perro y el cuchillo en la mano, surgiendo primero un deterioro y alucinaciones premonitorias, uno que insufla el niño con su mala integración al colegio o con los propios familiares, viendo como hiere a uno ante la rabia, y es que todo gira en base a una determinante ausencia, como lo representa ese sótano donde un ente demoniaco pide le entreguen/castiguen al niño, y es la mentalidad oscurecida en la intimidad del corazón, que se proyecta y se desarrolla en lo paranormal, en dicha simbolización, en una sentencia de muerte, como recuerda aquel mítico redrum (asesinato en inglés escrito al revés).

En medio de ese contexto es interesante ver como el rostro de la actriz Essie Davis, que demuestra mucho talento para la ocasión (cuando el niño Noah Wiseman no lo hace mal, pero a veces lucen sobreactuadas sus rabietas, si bien sus ratos inteligentes se concretan muy bien), alberga todo ese sentir interno y el que vive alrededor, de corrupción, depresión (palabra clave para entender el germen desencadenante de locura), cansancio, abandono, envejecimiento prematuro, soledad, carencia de su sexualidad/sensualidad –como con el vibrador y la intromisión de los temores del hijo, un sentido de culpa también, habiendo un quiebre latente abrupto de mujer carnal a madre- y cierta pasividad al comienzo, frente a un niño que grita constantemente, es hiperactivo y causa tantas molestias producto de su fijación, una justificada, en un reflejo del trato que viene teniendo velado en pantalla, hasta desentrañarlo en la demencia que invoca el Babadook, siendo antes algo cotidiano, mínimo y disimulado, en esa madre que parece dócil y amorosa, pero que en realidad no perdona a su hijo por algo involuntario, y lo maltrata tras bambalinas, pero esa es la domesticación que buscan una vez que explota el dolor, teniendo que buscar manejar a ese monstruo, que llega a lo literal, en lo que tiene buenos efectos como con el adelanto de la noche al día que habla de pesadez y fatiga, o alguna visión fantasmal. 

The Babadook es una buena historia de terror que a muchos ha emocionado, que articula la lectura del sentir de la madre absorbida por la maternidad, incluso de ella sola, y como debe manejarse con la tensión y sus responsabilidades, exacerbadas para fabricar un buen susto. En ello hay que decir que el Babadook cumple a perfección, que siendo propio de un cuento infantil también hace de las suyas produciendo algo mucho más tenebroso, sin provocar hilaridad, sino es contundente, apreciando que lo llegaremos a ver, aunque en claros oscuros, como en cierto expresionismo, siempre entre las sombras, como digno de esas pesadillas que atormentan a Amelia desde el principio.