lunes, 1 de enero de 2024

Cerrar los ojos

Cerrar los ojos (2023), le pertenece al español Víctor Erice, quien hace su cuarto largometraje tras 30 años del último, a los 83 años de edad. Ésta película es una historia de entretenimiento, es cine que es bastante accesible pero como es minucioso contando su relato puede sentirse un poco lento. Dura además casi 3 horas. La historia nos remite a un actor muy querido, famoso y exitoso, llamado Julio Arenas, interpretado por un gran actor, José Coronado, que andaba a menudo triste, depresivo, y se daba al alcohol y a las mujeres y un día desapareció y no se le volvió a ver por 22 años donde un programa de resolución de misterios empezó a hacer un reportaje e investigación sobre él. Es entonces que interviene Miguel Garay (Manolo Solo). El programa lo busca para que aporte a la investigación y como ha sido buen amigo próximo de Arenas se lo toma personal. Mientras esto sucede se va ampliando el panorama de quien es Julio Arenas y quien es Miguel Garay e intervienen personajes que dan cotidianidad y cinefilia incluso al conjunto, como el editor Max (Mario Pardo) que es de esos que la pegan de criollos o astutos cada vez que hablan, aunque tampoco cae mal, y también una melancólica hija de Arenas, interpretada por Ana Torrent. Es un filme que define muy bien a sus personajes, cada uno lleva humanismo y personalidad, incluso la conductora del programa va en esa misma dirección. Es una película amable de ver, no asoman cosas raras ni perversas u oscuras y nunca es naif o banal aun así -aunque puede uno intuir algunas cosas negativas-. Como película de entretenimiento es sólida; sólida con su relato. Inclusive la trama abre con una película de Arenas y su director Miguel Garay y ésta queda bien pegada a la existencia de Arenas quien es el eje del filme de Erice, a quien se quiere hallar o solucionar su desaparición. Garay es el ente de acción, pero baila a la luz de Arenas. Es una historia también sobre envejecer y pasarle revista a nuestra vida, darle el visto de aprobación en base a la propia mirada, porque cada uno es un mundo. Garay es el héroe y Arenas un especie de ídolo que deviene en muy humano, como si habláramos de gente importante o especial desde un nivel de identificación general y común a muchos. Esto no se nota artificial, sino Erice consigue plasmarlo con la argumentación y la narrativa de su propuesta, hace cine, construye una personalidad. La primera parte termina exponiendo el contexto y proclamando el misterio. Pasamos a una breve cotidianidad, breve felizmente, y retomamos el relato. Lo que viene después no desentona para nada, sigue la película manteniéndose interesante. Entramos en otro concepto, ver y conocer al hombre más humilde y empático del planeta, cero egocentrismo. Es como entrar en el corazón del pueblo, de un obrero, el filme consigue sentirse auténtico, veraz y no se nota que trata de congraciarse con nadie o propiciar una falsa-marketera simplicidad, logra ganarse con justicia al público y sigue teniendo una buena historia. Es un filme austero en cierta manera, pero de una austeridad inteligente, que sostiene un relato, que presenta novedad tras novedad sin efectismo ni vacíos. José Coronado es el mejor actor del grupo, hace una performance excelsa, consigue ser varios marcados estados de ánimo y personalidades a plenitud, pero cada uno de los presentes da excelentemente la talla, como María León, como Petra Martínez. Es un filme que se mueve a través de pequeñas pistas de porqué desapareció Julio Arenas, es una obra existencial. Lo más importante nos dice Erice es el alma de un hombre, no da todo servido, expone rutas de entendimiento, pero deja cabos sueltos para que se piense un poco. Todo hombre necesita que lo miren con verdadero amor, sentirse amado y también es importante aprender a amarse, a vencer la tristeza y el cansancio de vivir, incluso de ser. La gloria muchas veces trae mucha falsedad también. Así como algunos son ambiciosos y quieren su nombre en mayúsculas, hay otros que sólo quieren paz consigo mismos. Es como la historia de una enfermedad. En el trayecto hay escenificaciones propias de quien ama los detalles y pone una gran fotografía en la palestra, como cuando Garay sueña a Arenas vaciando sus zapatos de la lluvia, o cuando, en un cuartito con poca luz, se muestra la humildad, donde suele aparecer todo lo contrario.