lunes, 14 de agosto de 2023

76 Festival de Locarno: El auge del humano 3

Presentada a competencia por el leopardo de oro, recientemente, en el festival de Locarno 2023, perteneciente al argentino Eduardo Williams. Ésta, primera secuela (de mismo título), aunque marque el número 3 (pero en efecto, su tercer largometraje), repite la idea de su ópera prima, con nuevos países, ésta vez participan Sri Lanka, Perú y Taiwán. El filme se pone a deambular por estos lugares con un grupo de gente joven de estos países. Logra pasar de un lado a otro, va y viene, como si estos tres países o naciones fueran fronterizos o como si al final de una calle pasáramos de una ciudad de la selva peruana -en la realidad, rodeada de agua- a Taiwán -con impresionante naturalidad, sobre todo cuando tratamos con islas y archipiélagos; sumada a una buena técnica de edición y precisión- y así montón de veces. En el trayecto a ratos parece que estuviéramos viendo una película donde la gente se interpreta a sí misma, aunque ésta propuesta es un documental, pero de aquellos actuales muy libres. Tratamos con una docuficción. El filme tiene desde diálogos intrascendentes hasta algunos más elaborados, igual como si fuera "ficción" y habría una trama que seguir, pero no finalmente con ninguna gran atadura, y así se permite hasta ser onírico y surreal. En un momento los árboles giran y parece que nos metimos en un hoyo (medio sutil) a lo Alicia en el país de las maravillas, o nos metimos a una nueva dimensión, pero que tampoco deja su mismo formato ni su panorama, paisaje, general. La propuesta utiliza cámaras de tipo burbuja o de 360 grados, luego, lógicamente, va al salón de edición, y quedan ángulos bastante vistosos o incluso atípicos en pantalla. El filme maneja buena empatía mediante sus pequeñas historias o diálogos, y en ello experimenta una sutil libertad moderna. Pero no es estricto en la interrelación y se maneja cierto estado de relajo y espontaneidad que rompe un poco con los lugares comunes antes mencionados, aun cuando hay un guion detrás que mueve los hilos de lo cotidiano. En algunos ratos exhibe conversaciones o confesiones algo extrañas, pero esto trata de ser parte de ese ambiente ligero de yacer en medio de cierta fantasía, como si por otra parte estuviéramos un poco en otro planeta. Williams trabaja con lo conocido y algo lo vuelve audazmente una atmósfera como lo hiciera en sus propias reglas David Lynch o Albert Serra; lo hace con su cuota de personalidad. Esas levitaciones o fuegos en la mano hacen pensar en ese Bruno Dumont que mezclaba de pronto la magia o lo místico con el realismo. En otro momento uno imagina cierta inspiración en el cine naturalista en medio de la Amazonia a lo, su compatriota, Gustavo Fontán. Es un filme creativo en cierta manera, con un Williams que experimenta e intenta hacer algo nuevo, distinto, propio.