El Cine de Bollywood es muy amplio, prolifero, pero le
cuesta llegar al mundo, que sea popular fuera de sus confines, aunque acotando que es un séptimo arte bastante autosuficiente,
apreciando que tiene todo el respaldo de su población, quienes están enamorados
de su propio arte, como deja ver la presente propuesta de crímenes y mafiosos que
celebra el cine nacional mediante retazos de películas precedentes, la
visibilidad de posters cinematográficos en la calle, la vista del panel de
ciertas funciones, el baile de canciones antiguas en los filmes homenajeados, o
sobre todo con las visitas continuas de los mismos gángsters a las salas de exhibición,
habiendo incluso un discurso del llamado Padrino y némesis Ramadhir Singh (en referencia
notoriamente buscada y repartida del famoso filme de Francis Ford Coppola) que
dice que justifica su éxito en el hampa y sobrevivencia a no ver películas
indias, a no entusiasmarse en imitar a los héroes y maleantes cool de la gran
pantalla de su país, y no ansiar romper los límites, ni correr demasiados peligros.
Estamos ante la lucha campal de tres generaciones de apellido Khan, principal y primeramente el indómito
Shahid Khan (Jaideep Ahlawat) que se hace pasar por un mítico ladrón, luego pelea
a puño limpio en el barro por respeto (en un alarde de grave efectismo) y se
vuelve mano derecha de un Don, de un joven Ramadhir Singh (Tigmanshu Dhulia),
de donde nacerá un gran odio y un profundo afán de venganza que durará 68 años,
desde 1941 hasta el 2009. A continuación lo sigue Sardar Khan (Manoj Bajpayee,
que se hace con la primera parte de la película) tipo muy lujurioso que tendrá
5 hijos y contendrá una fuerte fijación de reparar la honra familiar; y por “último”
Faizal Khan (Nawazuddin Siddiqui) que es como el Michael Corleone de los Khan (que
dominará la segunda parte de Gangs of Wasseypur), el que no estaba destinado a
la mafia, pero que termina siendo peor que los otros anunciados, supuestamente
más violentos. Es una parentela que está plagada de criminales, en lo que el
director y guionista –junto a tres nombres más- Anurag Kashyap muestra mucho
ingenio, ya que los grandes nombres y lúdicos personajes entran por montón, suscitando
muchas acciones, que llevan en varios casos de explicites gore.
El filme está acompañado de colorido (uno que predomina), aparte
de la vitalidad o intensidad que exuda por todas partes, o el ámbito de fiesta que
asoma cada cierto tiempo, como en los enamoramientos. Yace en las canciones
extra-diegéticas que abundan, tratando de compaginar y producir emociones en
pleno apogeo, aunque desde la sencillez y lo didáctico, que molestan a un punto
bajo tanta intromisión, al hacerse notar demasiado, como que además merman la brutalidad
con su estilo naif, fuera de generar respiro o un contraste particular, ya que también
propician harta personalidad y distinción al producto, aunque no son como la
locura, el humor negro y la irreverencia de los filmes sur-coreanos. Junto a
ello, de la misma forma, a la par que se trata de imponer una mítica en los gángsters,
fallan algunos momentos a ese respecto, por conllevar poses inocentes, obvias,
fáciles, que solo pueden implicar a un espectador bastante primario (aunque el
filme sea comercial), propenso a la risa barata, como cuando se duda de la
efectividad de Faizal Khan por medio de una broma seca directa y éste saca el
arma y muy orondo lo mata frente a los demás y se retira, con lo que este tipo
de énfasis luce endeble, poco creativa, quitándole oscuridad más bien al
conjunto, a lo que de por si no lo quiere ser en alto grado, pero que tiene varias
buenas escenas potentes, como la perdida de una pierna por una granada, o los tantos
atentados, secuestros, choques y escaramuzas que pululan por la obra.
Tiene ratos muy teatrales que más que complicidad, matan
trascendencias, pero siendo la duración de la propuesta de 5 horas y media, hay
de donde escoger, tanto que perdonar, existen mejores elecciones, mezcladas con
una cotidianidad que es importante para Anurag Kashyap, siendo elocuente que
los mafiosos tengan diferentes rasgos de personalidad, o sea que lloren, rían,
flirteen o que tonteen, que no sean tan estereotipados en su crueldad y ahí gana
puntos, quizá hasta exagera a veces, ya que cuenta con mucha violencia y puede
agotar, no obstante también tiene muchos ratos de “quietud” que pueden generar
lo contrario, exhibe muchos momentos en familia, amoríos o se van construyendo los
imperios a través de negocios sucios, saqueos, competencias o por la política, labrándose
cada uno un nombre en la temible zona de Wasseypur o el distrito de Dhanbad,
que es el leitmotiv del filme, aparte de las guerras entre bandos criminales, y
al igual que antes, tiene su tontería y
facilismos, tanto como su imaginación efectiva, porque se juega mucho el
director indio a ponerle background cool a cada criatura que entra en el hampa,
al conflicto y a los tiroteos, en la búsqueda de implicar respeto, que se logra
por traer a colación en Sultan (Pankaj Tripathy), un especie de mercenario de Ramadhir
Singh, que no tiene que hacer ningún mohín de fiereza o traslucir frialdad, se
le ve muy normal, sencillo y natural (grave virtud del filme, ya que muchos no lucen
intimidantes a priori, tomemos en cuenta que Faizal Khan es un claro ejemplo de
ello y tiene gran repercusión en el relato), pero perpetra ataques armados enérgicos,
cargados de brutalidad. Véase cuando desconoce a un familiar que considera
traicionero a su causa, logrando mucha adrenalina en un quehacer imponente.
La mujer en el filme vive en un mundo al parecer machista,
pero tiene mucha participación, albergando sensualidad, engreimiento, ira,
venganza, traición, carácter. Incluso increpan a los gángsters, favorecen
contraataques o deciden futuros. En sí los personajes son como la vida (fuera
de la exageración del mundo criminal, donde se mata frente a la policía, que
queda bastante en segundo plano), llenos de emociones, y personalidad, hay un
trabajo rico en ese apartado. Esto habla de la profundidad del ciudadano indio,
que por algo se siente contento con su cine, a pesar de que veo imperfección,
pero que aun así vale la pena.
Gangs of Wasseypur estuvo en la Quincena de realizadores, en
el festival de Cannes 2012, que no ha sido la última vez para Anurag Kashyap,
quien volvería con 2 filmes el 2013, otro de crímenes, en Ugly (2013), en la misma
Quincena, sobre la desaparición de una niña en el que se denomina de territorio
peligroso, suceso que tejerá una red muy complicada tras sus rastros y
encuentro, donde mucho (conflicto) a veces hace de menos ganancia de la que se
cree en primera instancia, y lo rocambolesco le cobra factura, pero que de
todas formas tiene para entretener, con tanto revés, ambición, corrupción, sensualidad,
frustración, maltrato y trampa. La otra fue Bombay Talkies (2013) y es una
película ómnibus con la participación de 4 directores. Dos de las historias son
de temática gay, una recuerda a Billy Elliot (2000) pero se hace muy india
finalmente en la admiración de la belleza autóctona y de la danza popular; y la
otra es casi una parábola de la honestidad en un matrimonio frustrado. Ambas simpáticas
pero en buena parte redundantes para con el cine. La otra historia es con Nawazuddin
Siddiqui y puede ser muy austera (poca cosa), pero la performance y la demostración
de talento de éste actor ahí es digna de gran alabanza. Por último está la de Anurag
Kashyap con Vineet Kumar Singh que en éste lugar hace el rol inverso a su papel
de matón de Gangs of Wasseypur, como un buen hijo que debe cumplir la última
petición de su padre, la que es que un actor famoso (Amitabh Bachchan) muerda
una fruta dulce típica que le lleva, en donde se hace gala de ese amor
declarado de Kashyap por el cine de Bollywood, habiendo dicho que este cuento
lleva mucho de quien es. En estos no brilla la originalidad, pero si el
tratamiento, además de que Bombay Talkies fue un homenaje a los 100 años de Bollywood, y ese espíritu perdura.