A puertas de empezar con el Oscar 2014, la última película
de Paul Greengrass se apunta a ser una de las favoritas de este año, teniendo
altas dosis de emoción, sabe cómo mantenerte en vilo, ponerte a la expectativa
del desenlace. Basado en hechos reales, el director británico se mueve en un
terreno que domina, como se puede observar en anteriores películas suyas. Véase
Bloody Sunday (2002), un retrato certero sobre la muerte de 14 jóvenes
irlandeses en una marcha pacífica por los derechos civiles acaecida en 1972 cuando
el ejército inglés disparó contra ellos sin la más mínima contemplación
convirtiendo una fiesta por mejoras en el país contra el dominio británico en
una masacre inaudita que se recuerda como el llamado domingo sangriento. Greengrass
hace gala de un ritmo excepcional, contando esa batalla desigual en medio de
las calles del norte de Irlanda donde se mezcla la estupefacción y el miedo de
muchachos indefensos bajo el inclemente fuego oficial que parecía estar
acometiendo una misión militar de aniquilación, por salvaguardar su supremacía.
Para conocer al detalle ese acontecimiento, y sentir en la sangre el dolor de
esa ignominia e inhumanidad, que se investigó pero no hallaron culpables
directos dentro del ejército inglés que argüía haber sido agredido con armas
desde la manifestación, que no se encontraron al final, este filme es preciso,
intenso y pormenorizado. Se vive el sentimiento en un estado puro de recreación
donde se trata de un realismo seco sin demasiados efectismos que mermen su
acción y reflexión seria, con una dramatización milimétrica, sin sobredimensión,
solo que sin desestimar el terror y los referentes familiares de la victimas que
identifican vínculos con el espectador. Conteniendo los distintos puntos de
vista, sobre todo de activistas legales irlandeses contrarios a la violencia, y
una contextualización que brilla en una explicación didáctica que cautiva en su
visceralidad, profundización y fuerza emotiva, dentro de una fatalidad
histórica.
Otra clara propuesta referente que antecede la buena mano de
Greengrass en el resultado de Capitán Phillips es Vuelo 93 (2006) que aunque
toma la mayor parte de su metraje para ponernos en el lugar de los hechos, en
el secuestro de una cuarta avión durante los ataques terroristas a las torres
gemelas en que los pasajeros se amotinaron contra los extremistas árabes en la
lucha por la supervivencia de un plan de último minuto, retomar el control de
la situación y pilotear el avión escapando de una muerte inminente, que los condujo
a la inmolación, tiene unos 30 minutos finales que ponen la lágrima a flor de
piel, y pues cala muy hondo en su humanidad, albergando mucha fuerza escénica
que llega a un desenlace que bien paga toda la paciencia que requiere ver el
completo detalle de los acontecimientos recreados de aquel momento terrorífico,
único, desgraciado, para las personas de éste vuelo. Ese cúmulo de emociones
que despliega esta historia se puede ver más tarde en el mismo Capitán Phillips
que se mueve en un constante estado de tensión, a través de idéntico anhelo de
supervivencia, de su ansia de reencontrarse con su familia, al tener la
voluntad y la expectativa de superar un impase de shock, una dura prueba
existencial.
La última película de Greengrass retoma su buen hacer tras
el impresionante éxito en el hito de colocar una saga en el agente disidente
Jason Bourne que representó una buena bocanada de aire fresco en el cine de
acción que seguro hizo temblar a más de una estrella en ese género, o más bien los
despertó de su letargo último porque actualmente todos ellos están muy prolíficos,
abriéndole la puerta a casi cualquier actor para convertirse en un hombre de
armas a tomar y peleas a puño limpio. Y tener un bajón con la complicada,
técnica y elusiva Green Zone: Distrito protegido (2010), la que hizo gala de
mucho humo, aunque también de atrevimiento. Capitán Phillips es adrenalina y sorpresa por
montón, detrás del abordaje de cuatro piratas somalíes a un barco
portacontenedores americano en medio del océano índico, de donde se dan muchos
giros gracias a los contraataques de los que se rehúsan a ser solo víctimas,
una característica del filme, si bien más tarde hay una muestra de grave desánimo
en una carta de despedida escrita impulsivamente en medio de un momento álgido y
como consecuencia un accionar suicida. Greengrass aprovecha cada minuto de su
propuesta, y pues es una constante sacada de vuelta contra la tranquilidad, qué
manera de generar tensión, y buscar aventura, su intensidad al contrario de
agotar o disminuir, se va incrementando. Es un estado latente de emociones
representadas en el rostro de Tom Hanks en el papel del Capitán Phillips, el que
se mueve en el miedo y en su dificultad de inmovilidad ya que tiene cariz de
héroe aunque proveniente de un hombre común. Su intrepidez lo lleva a no solo
sentarse y esperar que surja un milagro, o que los comandos de la armada
americana lo rescaten, sino se lanza a engañar o defenderse de su captores.
El filme salta de una conquista mayor bajo elementos
rudimentarios, que no las famosas y temibles AKM, dentro de una ambición y
hambre que llena el delito de una extraña pasión, para centrarse en un espacio
pequeño que explota con efectividad, de la mano de una cámara que se arma con
mucha vitalidad, que se mueve con ritmo y suma convicción, conocimiento. Es un
thriller de primera como hacía mucho Hollywood no nos los entregaba.
La biografía de los hechos reales se amolda mínima a lo que
se transforma – veloz, y se felicita ser tan directo porque dado el caso
entiende cuál es su lugar, el que arma sin escollos de forma sólida con muy
poco, entrando de lleno a la situación en el seguimiento de esos dos pequeños
botes a motor, a la vera de apenas una
selección y negocio raudo en una playa- en pura acción, entretenimiento puro y
duro bajo la impronta de una vida en riesgo, de salvaguardar la existencia de
cada ser humano, el que una persona sea tan importante, y es que hay que
recordar que todos los somos como bien siempre propone EE.UU con sus ciudadanos
(sino pues uno pensaría para que tanto problema, táctica, preocupación y
movimiento, si aniquilarlos a costa de desestimar a Phillips podría suceder más
rápido de lo que un francotirador hace su trabajo, si bien hacen valer muy bien
todo ese entrenamiento y sus ideales brillan en un ejército que efectivamente
tiene también mucha razón de ser en pleno siglo XXI), porque en eso se
convierte la propuesta, y no es un
demérito en absoluto, como se suele pensar cuando se piensa en arte y
hay que tomar nota de ello, sino todo lo contrario, lo decimos como una gran
virtud del filme que articula los componentes más primarios de una forma
avasalladora y admirable, que vive gracias a que anida en ella sustancia,
porque tiene su infaltable cuota de humanidad, como bien sabe exhibirla Greengrass,
pone a un ser humano al borde del límite, al quiebre de su fuerzas, y nos
entrega un destello de nuestra esencialidad que nos dibuja en nuestro tesón y
ánimo de supervivencia.
Otro punto es que los piratas aunque son muy sencillos, la
mayoría esquemáticos, se articulan visualmente al máximo para dar una
recreación vibrante donde cambian de la mera amenaza o inactividad dentro del
peligro que representan a la alevosía y la criminalidad más violenta, como Muse
(Barkhad Abdi, loable en un pequeño pero
importante papel lleno de fuerza, que tiene su lado de expresividad y no es
exagerado, como requiere su rol) que es el inteligente del grupo, el líder, y el
que posee mayor control y que es más osado que el resto, es el que despliega
cierta complejidad pero basado en su desenvolvimiento activo, que no en ningún
background salvo que es un pescador pobre que no tiene oportunidades en su
mundo, como sus compañeros. Siendo alguno débil, producto de una herida en el
pie, y otro bastante exaltado e intimidante, más salvaje. Los cuatro cumplen, y
favorecen el filme, cosa que suele quitarle a menudo a la mayoría de películas,
el contar con lo autóctono, los no-actores. En cambio los cuatro somalíes están
estupendos, y demuestran que se puede lograr la ansiada verosimilitud con ellos.
Capitán Phillips es una gran película. Particularmente no
hallo punto flaco, y no tengo ganas de buscarle defectos, porque es sencilla y sabe aprovecharlo, logra
sin problemas engrandecerse, no hay exaltaciones innecesarias, no hay más que
emociones justificadas. Su desenlace es una clase de actuación que nos recuerda
que Hanks es un actor experimentado, sabedor de sus alcances, bastante cuajado
y maduro, y es que habíamos olvidado que tiene dos Oscars en su haber, y claro,
nos lo acaba de hacer ver, por medio del genio de Paul Greengrass.