sábado, 19 de octubre de 2013

Magic Magic

La Nana (2009) lo dio a conocer internacionalmente tras ganar el Grand Jury Prize en la sección World Cinema en el festival de Sundance 2009. El chileno Sebastián Silva vuelve con dos películas estrenadas juntas en el lugar que lo ha catapultado a la notoriedad, una es Crystal Fairy (2013) que le ha otorgado el premio de mejor director en el mismo Sundance y la otra que nos compete estuvo además en la Quincena de realizadores en Cannes de este año.

Crystal Fairy relata el viaje de cuatro amigos y una chica loca llamada Crystal Fairy (Gaby Hoffmann) a una playa en el desierto, al norte de Chile, y ahí beber una droga producida por el cactus San Pedro, que se convierte en la fijación de Jaime (Michael Cera), un muchacho que es muy abierto con sus pensamientos y no teme herir susceptibilidades. Es una road movie que trata de una experiencia lisérgica y una aventura de compañeros que tiene la particularidad de llevar con ellos a una chica mística, hippy y freaky que traerá más de una extrañeza y ocurrencia, haciendo el periplo uno más extravagante y especial. Es una cinta intima, discreta, con toques de humor leve que más es un rato de chicos pasándola bien un fin de semana con tonterías, diversión superflua y acampando. No es que sea nada sublime pero se deja ver con tranquilidad, tanto que no ostenta ningún tipo de malicia salvo por algunos desnudos y unas fotos de dominación sexual subidas de tono siendo un cine sobre la intrascendencia juvenil en medio de su capacidad de sorpresa en cuanto a carácter.

Magic Magic (2013) se trata de un relato que brilla en su ambiente malsano producto del temor irracional de Alicia (Juno Temple) que pierde su estabilidad emocional y psíquica de un modo intempestivo al viajar al sur de Chile con amigos de su prima Sara (Emily Browning); el novio de ella, Agustín (Agustín Silva), su hermana Bárbara (Catalina Sandino Moreno) y un amigo americano, Brink (Michael Cera). Lentamente asistimos a su descenso a la locura dentro de un realismo abrumador, ya que el filme no quiere ser fantástico ni exuberante pero pone gran habilidad para recrear ese estado mental enajenado.

La película mantiene un estado de tensión en el rostro de Temple quien no puede adaptarse al medio ni a sus compañeros de viaje por más contentos y abiertos que estén ellos, y tergiversa los contextos a su estado mental.  Sebastián Silva se las ingenia para generar extrañeza en la atmósfera y trastocar un cotidiano vieja de diversión, jugando a dos espacios, el de la inestabilidad de Alicia y el del entorno ordinario.  Toda la película vale por la perspectiva que proviene de su protagonista, y puede cansar tanta reiteración, ya que se mueve sobre un único punto, pero también puede ser visto como con Crystal Fairy, un espacio de entretenimiento de unos amigos, pero que tiene la particularidad de caer en algo inusual, de la misma forma con alguien fuera de lo común, que aunque no por disposición propia produce momentos extraños.

Silva amplifica los ratos de temor, véase el salto de un montículo al mar que se convierte en un drama de la nada o con algo tan simple como un perro excitado o un ave muerta por un perdigón, y genera acontecimientos sutiles de esquizofrenia como con el fuego, un baile sensual y el hipnotismo. Toda la película recurre a pequeños momentos, que pueden desesperar a quien quiera ver algo extraordinario, y es que la locura en sí lo es sin que afuera suceda algo excepcional, y pegarse a esas coordenadas de realidad en donde todo cambia desde una mirada distinta e irracional personal es un acto de madurez y de cine de autor discreto, porque el filme se deja ver muy fácilmente aunque con una impronta, recordando que también es un viaje de diversión y es identificable sin problemas, y así se digiere el trastorno a nuestra cotidianidad.

Es un buen ejercicio de conocimiento del tema, en una historia sencilla pero bien dirigida con un final en medio de lo autóctono como bien ha sabido Silva combinar su lado chileno con el universal en su séptimo arte. No es una cinta que entusiasme demasiado pero es muy saludable y plausible, no creo que nadie la vaya a creer una obra maestra porque todo es muy visto, son pocos los elementos que tiene para ello y se pega fielmente a esto (y es encomiable por su sinceridad y autocontrol en su dirección), pero en su manera de contarlo hace una cierta diferencia porque no quiere hacer falsos ruidos, ni hacer gala de oportunismo o efectismo, sino contar algo desde lo pequeño que es importante como tal, en su esencia humana, y es una buena historia que recurre valga la paradoja a la normalidad de su creación, sin aspavientos pero que con esa jungla de árboles o esos chamanes haciendo un rito extraño para nosotros en medio de una tragedia se esconde el terror, uno psicológico que bien ha tenido el pulso de amoldarlo a su obra el director chileno que en Estados Unidos está catalogado como uno de los más prometedores cineastas independientes, y lo vemos así, aunque aún en el proceso de llegar más lejos, si bien lo suyo son relatos de autor, y pequeños ejemplos de grandeza, adaptaciones y retos humanos.