Abundan como se ha dicho las mamadas o aventuras sexuales u
otras con algunos tintes amorosos, directa o indirectamente (el tono político
que algunos pueden ver me parece mero accesorio aunque se puede leer una discreta
crítica al mal uso e ineptitud del poder, como es costumbre de los tiempos y la
realidad española), que no escandalizan para nada ni molestan como puede
suceder con La mala educación (2004) por mencionar una película bastante
agresiva, pero tampoco se trata ni de cerca de una cinta como Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), una de sus mejores películas y comedias, sino parece a un punto ya normal para quien
sepa de como se mueve el manchego. Y en sí es un filme sin mucho bombo y
aplauso en pantalla, nada extraordinario bajo la manga, en verdad, salvo algo
de entretenimiento superfluo y ya, pero al que hay que agradecerle un poco de
placer.
Es cierto que existe mucho amaneramiento, hay mucho
Almodóvar aquí, y su típica risa, insolencia y hasta extraña “sabiduría”
popular, su visión personal, sobre las relaciones humanas, especialmente sobre
los vínculos carnales, pero sin desmerecer lo hecho en exceso, sabe a poco para
reconocer al mejor Almodóvar, el que tanta publicidad y reconocimiento atrae.
Las historias parecen breves destellos de conflictos que no llegan a trascender
en absoluto aun teniendo magmas de cierto interés que llevan el atrapante gen
de este autor, salvo como parte de un paquete de las que parecen ser finalmente
ocurrencias, aunque bien armadas y entendibles como parte del género al que se
adscribe, que incluye mucho la chispa del personal del avión donde hay rostros
populares de España como Javier Cámara –que sobresale pero dentro de un trabajo
de equipo, como con los demás- o Antonio de la Torre que son amantes en la
trama. Con ellos yacen otros rostros fácilmente reconocibles como Lola Dueñas o
Cecilia Roth, ambas esplendidas, una chica virgen con poderes de vidente ansiosa
de copular y un personaje famoso de farándula venida a menos que tiene carácter
arisco, respectivamente, junto con Carlos Areces, Carmen Machi y Hugo Silva, y
casi cameos con Antonio Banderas, Penélope Cruz (estos dos como pareja solo
sirven para generar el defecto en el avión) y Paz Vega, la que vemos algo
desmejorada de su belleza, no sabemos si por el papel de desequilibrada o por otros
motivos. En sí, es un reparto sólido, que aportan gran solvencia al conjunto, y
aunque los relatos que les acompañan son sencillos con alguna enredes habitual
de Almodóvar en su guion como con un cóctel de vídeos eróticos, trabajadoras
del sexo o sadomasoquistas, un asesino a sueldo y un estafador, todo queda plenamente
ligado como siempre.
Es una obra muy bien intercomunicada entre sus partes pero
sin llevarlo a un estado de dificultad que uno quiera recordar mucho, y su comedia es muy leve aun siendo como suele
ser irreverente, que no impresiona mucho porque es agua conocida, pero no le
quitamos mérito ya que el tiempo vuela y uno encuentra cierta gracia, aparte de
pasar un rato agradable aunque efímero como bien puede argüir el título sin
querer.
El trio de azafatos formado por los actores Carlos Areces, Javier
Cámara y Raúl Arévalo son de lo más gracioso con su mariconeo constante, al
que se prestan casi todos los personajes, y cumplen al pie de la letra como
cuando cantan la anunciada canción I´m so excited! que mejor describe el filme
como tal, ya que hay un contubernio y una irreflexión propia de quien está
excitado y no quiere más que sostener un clímax. Para ello no falta el trago ni
las drogas, pero todo en tono despreocupado, banal, alegre, es decir no hay
ninguna motivación mayor que hacer pasar el rato, y pues eso es, y está bien,
ya que tampoco es que Almodóvar busque ser Haneke o Lynch, pero sí que hay
mucho de simple y rápido aunque en el lugar correcto del género, la comedia, y
solo quedan algunas risas y un poco de
mambo como diríamos.
Al final se cierra perfectamente cada problema abierto con
un aire de haber hallado la felicidad eterna tras un susto que más ha sido una
aventura de como pasar un percance que nos haga despertar o buscar salidas a la
idiosincrasia personal. Mientras tanto para el espectador es un pretexto para conocer dilemas
pasajeros en medio de una buena juerga donde
mejor escoger pasarlo excitado, intensamente, con un desborde anímico positivo
aun frente a la desgracia. Es una mirada optimista en una forma algo radical pero
fresca. Hablamos de un Almodóvar de goce momentáneo, que no es tan terrible como anuncian,
se lleva bien, está más que decente, y es él en toda esencia, con sus virtudes
aunque leves, sin demasiadas ambiciones, solo haciendo que lo amemos pasajeramente y
pasar la página, y esperar la próxima película de él.