En mi vocación de llegar a conocer y compartir todo
séptimo arte, me aboco ésta vez a la animación japonesa, al anime, que es muy amplio y autosuficiente,
con quien consideran muchos como el sucesor de Hayao Miyazaki, más aun cuando
parece que el popular animador de la multipremiada El viaje de
Chihiro (2001) ha dicho que se retira, ésta vez parece que definitivamente. Makoto Shinkai
cuenta aparte de algunos cortos con 4 películas.
The place
promised in our early days (2004)
Ésta luce como su película más compleja, que se reviste de ciencia ficción y es la parte “complicada” del relato, que tampoco es que uno deba tenerle por un argumento intelectual, de seria profundización, sino es más un pretexto para llevar acabo el verdadero magma del asunto, en un centro de mucha facilidad y sensibilidad en tres mejores amigos –dos varones y una dama- que se conocen del colegio y que quieren hacer volar una nave diseñada por ellos hacia una torre en Hokkaido y descubrir que secreto guarda ese lugar.
En la película se vive una historia alternativa de
postguerra en donde Japón está dividido en dos partes, a una se le llama La Unión
en el norte, y la otra yace en el sur regida por Estados Unidos. Sin embargo,
el misterio se acrecienta cuando Sayuri Sawatari, la chica del grupo de amigos,
se enferma, desaparece por 3 años y al hallarla en coma parece tener un fuerte
nexo con la torre, mientras yace en unos sueños que la vinculan con sus queridos
compañeros que buscan rescatarla de un especie de limbo que requiere cumplir
con la promesa de sus tempranos días, como nos invoca el título.
Makoto Shinkai mezcla la conmovedora y romántica aventura,
el fuerte del conjunto, de mayor recepción, con mundos paralelos, surrealismo y
una posible guerra apocalíptica a raíz de la torre ubicada en La Unión. Si no
nos distraemos y preocupamos de la parte sci fi el relato surge muy amable
como una relación infantil con algunos tintes adultos, pseudo científicos. No es
propiamente un relato de amor de pareja sino algo más abstracto y general, que es bastante puro y conmovedor, recurriendo a la ilusión que es su
letimotiv, sólo que exagerado al punto de la idealización y la tragedia, un rasgo de Shinkai que recurre a su calmo cosmopolitismo
en que su obra suele ser una nueva reinterpretación libresca, histórica o ideológica,
aunada a su creatividad, en la que es una cierta ucronía con el apego a la tecnología,
fantaseando con una alegoría que se da con la torre.
Estamos ante una propuesta poética, llena de carisma y de
infaltable inocencia, revestida por el control de fronteras y la acción bélica
que le da el toque serio al filme al inutilizar la esencia humana, la de la
comunión y los afectos humanos que más nos enorgullece y buscamos, que es lo
que clama la trama y por ello su mensaje desentraña una nobleza y ternura que
no teme explotar éste dibujo japonés, como lo ha hecho Disney a su estilo, pero
llevada -debido a nuestra contemporaneidad- sin que nos ahoguemos en dulce o demasiada
ñoñería. Es un filme para almas sensibles, que es el cine que hace Makoto Shinkai, de esto que sea tan comparado con el maestro Hayao Miyazaki y el estudio
Ghibli, y en sí sea un anime importante.
A 5 Centímetros por Segundo (2007)
En la presente yace el mejor cine de Shinkai, aun siendo el más
común dentro de su filmografía, de un realismo abrumador, pero que nada en la
sensibilidad, la prefiere, la sostiene sin complejos, proporcionando un
romanticismo clásico y especial, pero sin pelear con las nuevas exigencias ya que
es esencial, atemporal aun con su clara recreación actual, que rompe con
cualquier reticencia a buscar la lágrima y el desazón sentimental, que gustará
a muchos y enervará a otros tantos, que quiere conmover y no se amilana en el
trayecto ni en su anhelo.
Recurre a su buena disposición, pero usando su creatividad para generar algo que conocido no deja de ser novedoso en su forma, que es preciosista, detallista, y que parece copiar en su animación lo que fuera un filme con gente de verdad; parece ser la mirada de una hábil cámara la que nos enseña la historia, los ángulos y las perspectivas, y más aún la vida misma, en alguna época de nuestra existencia, que como es natural en el autor lo asume desde la inocencia, efusividad y transparencia de la juventud o de la niñez; se ampara en ella para ir más allá, invocando una eternidad.
Recurre a su buena disposición, pero usando su creatividad para generar algo que conocido no deja de ser novedoso en su forma, que es preciosista, detallista, y que parece copiar en su animación lo que fuera un filme con gente de verdad; parece ser la mirada de una hábil cámara la que nos enseña la historia, los ángulos y las perspectivas, y más aún la vida misma, en alguna época de nuestra existencia, que como es natural en el autor lo asume desde la inocencia, efusividad y transparencia de la juventud o de la niñez; se ampara en ella para ir más allá, invocando una eternidad.
El conjunto se divide en 3 capítulos partiendo de
lo que parecen dos primeros cortos independientes con un protagonista en común,
Takaki Toono, para luego reunirse en el último tercer tramo -un tercer cortometraje- que básicamente
reúne el sentir de la propuesta en un tren que cubre una presencia. Tenemos un triángulo
amoroso más platónico que cualquier otro pensamiento; la idealización propia
del idilio que es efímero en los hechos pero eterno en su romanticismo y sueño,
la de la perfecta conjunción, y la del secreto afecto, de esto que la melancolía
revista de gloria su ilusión.
Una historia hermosa, una obra maestra, contada con esa
magia que no abruma ni molesta, que encanta, que seduce, que te arrastra a ese
tren con dos horas de retraso ante un esperado encuentro o a esa confesión
prolongada a la salida del colegio. Exhibe unas formas sublimes,
no solo estéticamente, sino creando aristas de un mismo momento; avanzando, volviendo
atrás y luego alineando su narrativa, repitiendo escenas sin que en ningún rato
genere cansancio. Extiende lo que podría contarse en un chasquido de dedos,
pero sin generar la sensación de deficiencia, todo lo contrario, para lo que
luce la maestría que vive en la imagen brillando en su empatía y
emotividad. Dura apenas una hora y unos minutos, pero son imprescindibles.
Children
Who Chase Lost Voices (Viaje a Agartha, 2011)
Su obra más larga, de casi dos horas, y que versa sobre algo
fantástico, pero bien conocido, el ir al inframundo, llamado Agartha, y como en
tantas historias mitológicas traer a alguien de la muerte. La trama anhela enseñarnos
a aceptar ese trance tan doloroso e indisoluble de nuestra humanidad, que
cuando se pierde a un ser tan querido puede agobiarnos tanto hasta convertirse en
una obsesión y un vacío infranqueable como le pasa al profesor Ryuji Morisaki que
persigue el lugar de los muertos para traer a su esposa a la vida, mientras
Asuna, una chiquilla, de forma más casual pero con un destino detrás –tiene una
llave estelar en la radio que le dejó su difunto padre- al conocer a un chico
de Agartha de quien se enamora es arrastrada hacia el deseo de su maestro. Ambos
pasaran por una aventura en un mundo irreal donde hay “otra” gente; y están los
Izokus, monstruos que parecen vampiros y se alimentan de impuros, de las
llamadas personas exteriores; o los Quetzalcoatls, gigantes o animales míticos que
cuidan del más allá.
Esta película épica se parece a las de Miyazaki
y aunque no tiene tantos entes extraordinarios como en los mundos que
pueblan los de Hayao se hace muy solvente, sabe economizar su creatividad, y
hasta tiene un ligero rasgo oscuro en algunas escenas como en la pesadilla del
brazo que se descuelga de Shun, o los mismos Izokus hambrientos temiendo a la
luz y el agua. El periplo es lo que más
cautiva por encima de una empatía más endeble en cuanto a los sentimientos de
sus personajes. Sin embargo crea una fuerte introspección en relación a su tema
sin perder su aura de entretenimiento que es lo que prima.
A Morisaki y Asuna se agrega una tercera sub-trama con Shin,
que como gemelo repite la explicación del sentido que tomó su hermano, un paréntesis
entre no saber a dónde pertenecemos, una humanidad general o alma, que puede
referir a un limbo o al cielo en referencia a los muertos. La historia en parte
queda inconclusa, y es que el tema amerita cierto entendimiento de decepción,
de incógnita, que ilustra la complejidad de lo que ha tratado.
Como historia y aventura atrapa, cumple su cometido sin
impresionar demasiado, y sin ser difícil deja un pozo
intelectual; a ratos no queriendo ser injusto ni restar mérito general parece que le pedimos un poco de más imaginación en sus personajes
y entes sobrenaturales, aunque tiene momentos gloriosos como el gigante sin
brazo cayendo al agua especial tras “comerse” a Shin y Asuna y llegar al puente
de la vida y la muerte, o el sacrificio de un ojo que se da en la resurrección
e invasión de un cuerpo. Es una historia que maneja muy bien una cierta
grandilocuencia argumental, como se aprecia en los paisajes de Agartha, y lo
hace con recursos mínimos o a un modo reconocibles, en ello se parece a The
place promised in our early days.
El fondo minimalista sobresale por encima de una forma que
es eficiente pero menor a su vera, no apabulla ni deslumbra visualmente en
cuanto a audacia, pero se debe mucho al ingenio de cómo se explica, se expande
y se maneja desde el artificio. También es loable que sepa crear tantos
conflictos y abundantes sorpresas con pocos o “comunes” recursos. Shinkai
definitivamente sabe posicionarse en diferentes lugares del anime, mostrar
distintas virtudes, en ésta oportunidad demuestra que es un gran fabulador,
tanto que poco importa si no es un genio en creatividad visual (una paradoja,
porque sabe mucho de estética), brillando en la dirección y el desarrollo de su
trama.
El jardín de las palabras (2013)
Su última película hasta la fecha es un mediometraje de 46
minutos que retorna a su mayor maestría, la de A 5 Centímetros por Segundo, y nuevamente logra conmover y sensibilizar, con una historia platónica entre el
enamoramiento de un chiquillo de 15 años de una maestra de 27, cuando se la encuentra
a menudo en un sitio de descanso de un jardín, sólo cuando hay lluvia, y ambos
faltan a sus labores, a la pesadez de unas obligaciones con problemas de
adaptación, sólo que ninguno se conoce, pero se sienten unidos en el afecto más
puro; por supuesto, sin concebirlo en
una relación, que el relato brilla en la hermosa inocencia que acostumbra
Shinkai.
Ambos tienen su pequeña biografía, donde lo mínimo y sano vuelve
a ser más solvente que lo espectacular (o lo burdo e irreverente gratuito), y
es que la llegada puede ser la misma con distinta búsqueda. Takao quiere hacer
zapatos profesionalmente, y todavía no tiene mucha seguridad debido a su
condición de colegial solitario, extraño, aunque aplicado, que no tiene mundo,
pero conociendo a Yukino crecerá y aprenderá sobre el amor y el sufrimiento, la
ilusión y la memoria, cuando ella tiene su conflicto existencial, de donde a su
vez sacará felicidad del jovencito. Se trata de una parada emotiva, un tránsito, un coger impulso ante ciertos escollos.
Que bien se maneja Shinkai en la lágrima, en aquella empatía
romántica, tanto que poco importa que sea algo notoriamente conocido, la
majestuosidad está en cómo se explaya y forma una historia que respira calor
humano; en los múltiples detalles, en la estética deslumbrante, en su contemporaneidad
puesta a prueba con lo esencial, en formar vínculos tan sólidos en su relatos,
en explotar el lugar común con elocuencia y robar muchas sonrisas.
Puede que muchos vean más de lo mismo, algo pequeño, pero no
se puede negar que cala, que se siente una profundización emotiva, y que uno se
olvida de que está ante dibujitos, con ese realismo perfecto sin extraviarse de su
condición de anime, mediante la imparable simpatía que desborda su auscultación. La
nobleza llama, y manda; un goce primario y al mismo tiempo de los más grandes, que invoca a todo cinéfilo.