Drug war se mueve en un cine contenido, al aplazar la acción
por una trama milimétrica que apunta a preparar y dirigirse a una elevación
mayor en sus anhelados clímax, que llegan y rompen toda espera y nos llenan de
goce intenso, de esa adrenalina que te inquieta en el asiento y que es
sumamente libre, impredecible, donde nadie resulta indispensable a la hora de
la verdad. Mientras sus conflictos e historia están rodeados del sentir de la
latente violencia, pero que puede jugar con la gracia y el nervio o la calma a
puertas de la tormenta y hacer brillar la astucia y la tecnología para tratar
de ganar en la batalla criminal contra el narcotráfico en China, que yace penado con la
muerte capital si excede una cantidad de venta, y eso atemoriza a Timmy Choi (Louis Koo) y lo hace
traicionar a su gente, que es un velado antagonista, ambiguo
en sus lealtades, que tiene como co-protagonista al Captain Zhang Lei (Sun
Honglei) que juega a dos roles o a una máscara, el tipo serio y entregado a su
labor policial, y a disfrazarse de un ridículo capo que no para de reír, al que
quieren atrapar junto a otros para desbaratar un gran negocio de drogas. Un
rasgo relevante es que los secundarios de ambos bandos dan mayor compromiso al espectador
con la puesta y generan una empatía con la acción principalmente, gracias a la
abundancia de caracteres más que a un protagonismo subyugador que se coma todo,
aunque sea fácil identificar mejor ciertos papeles.
Drug war es un filme potente cargado de vueltas de tuerca, que juega a ponernos a pensar ahora sí tocan los disparos sin causar cansancio y nos mantiene expectantes y atentos a conocer sus pormenores donde se agradece la mítica que impone como con los dos delgados mudos que traen la sorpresa cuando dejan la broma y son máquinas de matar. Algo característico de Johnnie To, el crear personajes que parecen ordinarios y que terminan siendo feroces asesinos; y lo hace en distintas formas como con el Captain Zhang Lei que pasa de la intimidación a realizar un rol de aire cómico sin perder luego su aura de tipo rudo y decidido, porque aquí nadie teme hacer lo que deben hacer, el miedo no existe. Drug war tiene un comienzo directo al grano que cambia, ya que empieza a gestarse en el ingenio de su intrincada historia, por los múltiples vínculos que ostenta pero que no es difícil de entender porque no pierde el control de lo que quiere y es. No solo eso, sabe y busca aportar más al género.
Drug war es un filme potente cargado de vueltas de tuerca, que juega a ponernos a pensar ahora sí tocan los disparos sin causar cansancio y nos mantiene expectantes y atentos a conocer sus pormenores donde se agradece la mítica que impone como con los dos delgados mudos que traen la sorpresa cuando dejan la broma y son máquinas de matar. Algo característico de Johnnie To, el crear personajes que parecen ordinarios y que terminan siendo feroces asesinos; y lo hace en distintas formas como con el Captain Zhang Lei que pasa de la intimidación a realizar un rol de aire cómico sin perder luego su aura de tipo rudo y decidido, porque aquí nadie teme hacer lo que deben hacer, el miedo no existe. Drug war tiene un comienzo directo al grano que cambia, ya que empieza a gestarse en el ingenio de su intrincada historia, por los múltiples vínculos que ostenta pero que no es difícil de entender porque no pierde el control de lo que quiere y es. No solo eso, sabe y busca aportar más al género.
Si no conocen a Johnnie To, lo cual sería extraño, hay que decir que To es muy popular en oriente y de ahí ha rebotado internacionalmente, ya que se ha
paseado por los grandes festivales del orbe y vende en el mundo sobre todo thrillers
aclamados. También que es un gran director, que merece el reconocimiento
que tiene, por ser una apuesta segura al entretenimiento de nivel, y al que hay que seguir
de cerca, fielmente.
En cuanto a Blind detective (2013) es otra joya del maestro, pero
diferente a la anterior, aquí puede ser algo esperpéntico, usar una broma más
alocada, más naif y exagerada, pero que no llega a opacar lo que tiene entre manos,
sino aporta un matiz al conjunto; también tiene un halo fantástico pero leve,
discreto, mermado por la noción de la naturaleza de esa sabiduría del
investigador capaz de hallar una aguja en un pajar, y es que Johnston (un rostro
conocido y alguien talentoso que puede mostrar múltiples registros dentro de
una obra, Andy Lau) un detective que se retira de la policía al quedarse ciego y
se encarga de seguir la pista a posibles crímenes sin solución imagina y recrea
casi de manera surrealista el caso que quiere resolver, descubriendo sus asuntos de
forma particular como si se metiera en esos momentos claves y los viviera in
situ; no obstante lo que quiere llevar a puerto se le escurre, y en este se dan
muchas hipótesis en medio de su carácter en parte irreal pero que visualmente
aportan magia.
Al conocer Johnston a Ho Ka Tung (Sammi Cheng) oficial de policía
de gran habilidad física que lo admira, lo llama un dios de los detectives, se
hacen compañeros en una misión muy personal, querer hallar a una amiga de la
infancia de ella que desapareció y de la que no se sabe nada de su paradero,
pero que terminara con una trama rocambolesca, novedosa e impredecible pero
lógica a un grado que no desmorone la ilusión de cierta realidad, porque el
filme se mueve en ser verosímil pero con la libertad de lo extravagante y hasta
a ratos bajo la hilaridad que despreocupa del realismo.
Posee un toque romántico relajado ya que Johnston cree que Ho
Ka Tung es tan fea que parece hombre y la llama como una vieja amiga con esos rasgos,
y aunque está engañado y es a veces tosco, es muy bella solo que hace el papel de
chica alocada y risueña que no mantiene complejos para hacer lo que le da la
gana dejando de lado su atractivo sin pudor, la oficial lo idolatra que no deja
duda de su enamoramiento temprano. Pero no son los únicos momentos de pasión afectiva, habiendo uno tradicional que se presta a la risa, y además es un leitmotiv
importante en la trama, la mayoría de casos se
dan producto de algún deseo sexual o de un anhelo amoroso sumado o presentando
otras razones.
La broma se cuela muchas veces pero no molesta, existe mucho
desenfado e irreverencia pero natural a las convenciones de cierto cine
oriental aun en su efusividad, sin embargo habrá a quienes les parezca que surge
alguna incompatibilidad en cuanto a locura o fantasía con acción y crimen, pero
es de una efervescencia tan grande en tantos cambios de estado de ánimo y
atención que es difícil no entretenerse, ya que a su vez no pierde su seriedad, no es en absoluto una comedia, y es bastante atrapante, con grata química y
simpatía de parte de sus protagonistas, que incluyen a Szeto Fat-bo (Tao Guo),
el mejor y único amigo y ex compañero de Johnston que es un traidor nato pero
que se deja querer aun así, como con el trato en el dúo de investigadores que
por momentos es como el gordo y el flaco, pero sin caer en la barbarie de
perder el hilo general, un aura de cierto respeto y nivel, pero que deja colar maltrato del personaje de Andy Lau sobre su compañera.
Darle protagonismo a un ciego no es tan
fácil, pero aunque toma muchas licencias para generar la astucia y el heroísmo juega
a crear algo digamos que equilibrado, tanto mostrando la limitación como viéndose
excepcional, aunque lo sobrenatural en su imaginación casi de vidente se pega
también a esa creencia del desarrollo de otros sentidos ante alguna carencia
física. El personaje logra reírse de sí mismo y exhibir talento en su trabajo, enfrentando
hasta algunos criminales zafados o atípicos. La película sabe manejarse muy bien en distintos campos, el romance, la comedia, la acción
y la fantasía. Y eso no suele ser común
ya que arriesga mucho, pone mucha personalidad, no quiere ser complaciente
aunque si se nota que quiere divertir y sorprender, y lo logra, rescatando que
su lado noir puede ser brutal dentro de un conjunto suelto y alegre, y que recalco no desfallece en sus dramas y conflictos, se sostiene, y es que el envase no
destruye el contenido. Hay varios casos y son escabrosos, hay asesinos en
serie, estrangulamientos o martillazos en la cabeza. Estamos ante una cena polifacética
y surtida como con sus grandes actores que brillan en la complejidad de sus
formas, sin encasillarse, lo que notoriamente presenciamos en el papel de Andy Lau, además de que tiene lo suyo por
su lado Sammi Cheng en un registro más sencillo pero que tiene ternura, más su
innata belleza física y gracia exacerbada, dentro de una
historia que a su modo es trepidante siendo ligera, muy bien matizada. Una bocanada
de aire fresco para To y para nosotros, donde nos enseña recursos, sale del lugar
seguro pero mostrando que sabe, y destaca aun no presentándose como lo que
uno suele buscar como prioridad en su cine.