En el Festival de cine de Cannes del año 2012 se le otorgó el premio de mejor
director al mexicano Carlos Reygadas, engrosando la polémica, al darle un veredicto de
respaldo, aunque aun no zanjando el asunto de si es una buena película o todo lo contrario (eso lo decidirá el tiempo,
aunque ya tiene una partida ganada), habiendo tenido antes abucheos en la sala, de donde los
críticos y la prensa presente la catalogaron de despropósito, hasta el día del
anuncio en que se llevó el galardón y quedó una fuerte polarización (que más
tarde ha apuntado más hacia el desconcierto, y por ende, a privilegiar el demérito).
El autor era avalado únicamente por el jurado, encabezado por Nanni Moretti, que sea dicho de paso, no hay que olvidar, aporta una importante postura. El del jurado es un alegato de la independencia de los eventos, que muy a menudo no concuerdan con las expectativas y los cálculos también subjetivos de las mayorías asistentes (el contrapunto), y se suele presentar el resultado como una eterna sorpresa (un alegato de identidad), pero de eso se trata, un festival busca la innovación y el atrevimiento (justificado), o esa perseguida originalidad y sustancia, dentro del concepto de lo que debe anhelar el arte y eso gira en base a la novedad, creatividad, sentido y calidad de la propuesta.
El autor era avalado únicamente por el jurado, encabezado por Nanni Moretti, que sea dicho de paso, no hay que olvidar, aporta una importante postura. El del jurado es un alegato de la independencia de los eventos, que muy a menudo no concuerdan con las expectativas y los cálculos también subjetivos de las mayorías asistentes (el contrapunto), y se suele presentar el resultado como una eterna sorpresa (un alegato de identidad), pero de eso se trata, un festival busca la innovación y el atrevimiento (justificado), o esa perseguida originalidad y sustancia, dentro del concepto de lo que debe anhelar el arte y eso gira en base a la novedad, creatividad, sentido y calidad de la propuesta.
Donde me posiciono es más con el jurado, que
aunque por costumbre muchos tienden a desmerecerlos olvidan que son simplemente una perspectiva,
a la que uno a la distancia siempre accede por curiosidad, y luego juzga con
individualidad. Y es que Post Tenebras lux no es tan críptica como muchos creen, aunque brille la dificultad en algunas secuencias.
El sauna y la orgía salen del contexto familiar normal de su
trama, pero se puede leer como la simbolización de los “sacrificios” de indecencia
que muchos hacen en pos de alguna ventaja o facilidad, parecen alegar a la inserción de la clase social, la privilegiada, que nos
recuerda en parte a la crítica de Pier Paolo Pasolini en su mítica película Saló o los 120
días de Sodoma (1975), pero sin la mordacidad o el exceso del cineasta
italiano.
El desenfoque y repetición del lente de los bordes en la estética del filme hace hincapié constante a una especie de ambientación onírica, entre la pesadilla y lo diáfano, siempre ambiguo e indefinible maniqueamente, mezclada y conviviente. Y puede ser un antes de (un lugar de pecado, de falla), o una predisposición, como una demonización de un mundo (sumergido en otro), viéndolo como extraño o exógeno a la geografía o particular, como una prueba en la experiencia, una marca y un calvario.
El desenfoque y repetición del lente de los bordes en la estética del filme hace hincapié constante a una especie de ambientación onírica, entre la pesadilla y lo diáfano, siempre ambiguo e indefinible maniqueamente, mezclada y conviviente. Y puede ser un antes de (un lugar de pecado, de falla), o una predisposición, como una demonización de un mundo (sumergido en otro), viéndolo como extraño o exógeno a la geografía o particular, como una prueba en la experiencia, una marca y un calvario.
No sabemos a quién pertenece realmente esa visión que se intercomunica
entre realidad y fantasía, habiendo distintas aristas en juego, la generalización
de la sociedad del privilegio, Juan y Natalia en la historia, o el pueblo en un
fuera de campo. Un halo de inocencia y de naturaleza se sumerge en la pantalla
con ese rato tan intenso y tan provocador, tan desestabilizador por antonomasia, en donde Reygadas suele yacer, lo sexual como degradación, pero como elemento
de una alienación normalizada, un escape en las tinieblas, que más tarde anida
la luz del título, un quiebre, una decisión, un fénix que desciende hasta sus cenizas
y luego renace, donde el caos, la anarquía, tienen cabida aun con apariencia de
ser lo contrario.
Están las dos ambientaciones del cine de Reygadas, la promiscuidad y la violencia (que puede ser pasiva), más palpable en Batalla en el cielo (2005); o el partir del orden, que luego un hombre corrompe y se crea la notoria disyuntiva de seguir –sea para algo bueno o reprochable- o cambiar, como con la pareja en Luz silenciosa (2007); o en Batalla en el cielo el comportamiento que también tiene de esclavitud. Ambos están en mayor o menor medida en toda su obra. Tiene matices más luminosos que otros.
La historia es la reiteración de caer en las garras de ese
demonio que entra a hacer su trabajo en nuestra humanidad, mientras parecemos
dormidos, no nos percatamos. Luego vienen los arrepentimientos al tomar consciencia
(lo que nos falta), como esa decapitación tan grandilocuente y artística, tan
atractiva en su efecto visual, muy acorde con la culpa que se ve en los
árboles cayendo, un recordatorio de nuestras acciones, la destrucción de un territorio,
léase como muchos creen ver, la idiosincrasia con México y el narcotráfico,
pero también de un lugar más espiritual y universal, hacernos daño a nosotros
mismos; y ese hombre que de forma impresionante se suicida es un cúmulo de
maldades por razones equivocadas, que brilla en la torpeza y las malas decisiones,
la hipocresía, no creer en el discurso sanador, y la necesidad resuelta con lo
fácil, lo delincuencial, robar al patrón destruyendo todo alrededor, incluyendo
a su propia familia; siempre estar al tanto del dinero sucio sin importarle las
consecuencias porque las siente deslindadas de su persona.
El filme después es una clara historia de contextualización al
campo de gente acomodada, en donde se ven conflictos, pero también adaptación y
tranquila convivencia. Existe cotidianidad compartida y ya cierto conocimiento
mutuo aun habiendo algunas distancias, engaños –el peón que falta y dice tener
urgencia con su madre- y maltratos –como a los perros que parecen transportarse
al entorno-. Son parte de la complejidad de los seres humanos, tanto criticable
en la ignorancia, la proclividad a la criminalidad ante la carencia, o a otro
lado el engreimiento y la banalidad de la riqueza. Y hay parecidos en ambos
niveles sociales, que aunque es la sociedad mexicana cualquiera puede verse
reflejado, la inestabilidad afectiva –y la trascendencia de la familia- o el
caer en los placeres y la autodestrucción.
El desenlace en el juego de rugby parece simplemente ser una elección en parte superflua
ante lo introducido como parte de la amplitud de habitantes y contextos del
espacio retratado, en un obra con reminiscencias a Carl Theodor Dreyer y Terrence Malick, que
puede interpretarse como una alegoría de la lucha interna del hombre por lo
correcto o lo perjudicable, entre ganar o perder esa partida. Lo de El Siete y su repercusión es un cierre de
vitalidad, de renovación, ante lo anterior que ya está presentado y
finiquitado.
El título implica que siempre la oscuridad albergará un nuevo rayo de luz, una
nueva oportunidad, que como se entiende en lo visto puede pasar a otros, aunque la vista del presente
conjunto sea tan pesimista en su trama, como Juan (Adolfo Jiménez Castro) que lentamente
acrecienta sus conflictos, se niega a descubrirlos, los dispersa en su familia,
no cura la insatisfacción de Natalia (Nathalia Acevedo), se maneja con un doble
discurso, quiere y no hace nada en realidad, sufre una tragedia, degenera en
una enfermedad, en cierta tristeza, y luego es solo otra historia más que
contar.
Reygadas le pone a su cine un aura lírica y
sensorial, alucinógena, como con esa niña caminando, corriendo, libre, extrañada
o sonriente en el lodo tras sus monosílabos sobre las vacas y los perros que ladran en medio de una tormenta y la noche que lo llega a cubrir todo, y en
ello superpuesta por la cámara una inminente presencia.