Occidente (2002)
Éste, su debut, fue uno muy auspicioso y exitoso, siendo una comedia con tintes melodramáticos sobre la difícil vida en Rumania, donde algunos personajes esperan huir hacia lo que ellos llaman occidente,
Holanda, Italia, Francia, entendiendo que no se consideran como tales, no en el
tiempo en que se contextualizan. Gente en condiciones precarias, mujeres sin
oportunidad de casarse con alguien con dinero o simples e inocentes huérfanos sueñan
con una mejor vida afuera. Algo muy natural en cualquier lugar al que uno
sienta vetada la oportunidad de llevar una vida complaciente. Sin embargo a
muchos el fin les da por aceptar “sacrificios”, y es cuando entra a tallar
nuestro protagonista, Luci, que desprovisto de suerte y sin ningún trabajo
decente se le escapan de las manos los amores. No es que no haya querido irse
sino que le ha tocado quedarse y perder, arrimado a una vieja tía de la que
espera le deje su apartamento cuando muera (el amigo le da azúcar o dulces
tratando de acelerar el proceso) y subsistiendo con el disfraz de botella
publicitaria (un gag muy manido pero efectivo, directo al punto, y es que es parte
de cualquier realidad. Una virtud del filme es su fácil identificación
universal). Lo suyo es ser un loser en una tierra sin facilidades. Todo visto
desde la ligera crítica, más al pie de la sonrisa, de la cara de tonto pasivo de
Luci abocado a aceptar lo que se le viene. Ésta es una buena forma de ver la realidad
sin amargarse aunque sufriéndola discretamente en medio de una trama que se
divide en tres partes y que en cada una va uniendo cabos, repitiendo algunas
partes y agregando hasta consolidar una imagen completa, técnica que implica
ángulos tanto cinematográficos como dentro de su historia. Posee la audacia de
ser impredecible yendo al cambio de sus desenlaces, sobre las damas, Sorina (Anca-Ioana
Androne) y Mihaela (Tania Popa), que remiten al pobre y bonachón Luci. Tiene una buena
estética en una alturada comedia a la que no le faltan las simplezas tampoco
pero con tino y buena onda, los niños escupiéndose todo el tiempo en la
impresión de un salvajismo nacional a rebatir o la muñeca inflable usada como
flotador en el cruce hacia otro país. Entre ello no faltan verdades o
razonamientos culturales. Hay que decir que no parece la película de un novato,
es una muy buena película, muy cuajada y clara, con un toque reflexivo
tranquilo.
4 meses, 3 semanas, 2 días (2007)
Como se podía anticipar con su ópera prima Mungiu era un
aventajado en el arte y pronto lo demostraría contundentemente. Su segunda
película tras su segmento “the turkey girl” (2005) ganaría la palma de oro en Cannes ese mismo año, junto con el fipresci. Éste
filme brilla por una trama muy sencilla pero desplegada con notoria y
envidiable habilidad. La estética, la estructura, el tiempo y el desarrollo
todo confabulan y nos van mostrando desde la cotidianidad de sus protagonistas la
Rumania del dictador Nicolae Ceausescu y su gobierno comunista, recordando que
ejerció el poder durante más de 20 años y que marcó a su país, a muchos
rumanos. El tema es sobre una chiquilla universitaria, Gavita, que desea
practicarse un aborto. Con la ayuda de su mejor amiga, Otilia (Anamaria Marinca), lo llevan a cabo con el riesgo que implica al ser ilegal en las condiciones que
enlazan el contexto histórico y práctico. El filme gira completamente sobre
ello y se ampara principalmente en sus dos actrices, mucho más en Marinca que
es el ente activo/fuerte del asunto con una Gavita temerosa y débil. El cariño,
la lealtad de Otilia no tiene precio, se las juega absolutamente por ella. Es una
gran persona que se pone a discusión implícitamente en la mesa de la familia de
su novio; todo desde lo sugerente ya que el tema central plantea más la observación
y a un grado razonable la neutralidad. No hay nada que te esté tratando de
decir flagrantemente. Sin embargo deja un panorama muy rico en diálogo, que propone
un escenario complejo y desprovisto de sentimentalismos o posiciones dogmáticas
de cualquier índole. Al final uno sacará sus conclusiones. El filme
opta por una sensibilidad estable, espontánea y más discreta. Un nombre afectivo como Gavita, las acciones valientes, el soporte y no las palabras, todo ello
nos hace pensar en generosidad y preocupación, atributos de lo que implica amar
o apreciar a alguien más que cualquier forma superficial. El tema es polémico pero la ejecución en la
dirección es limpia, impecable, una lección de cine de pies a cabeza. Uno vive la tensión del ambiente a cada segundo. Te atrapa y
luego te abstraes indiscutiblemente con la historia.
Historias de la edad de oro (2009)
Ésta es una película ómnibus que Mungiu dirigió junto con 4 compatriotas. Ésta vez involucra sus dos
precedentes, la comedia y la historia. El filme gira alrededor de seis leyendas
“urbanas” rumanas (los guiones son todos de Mungiu) en la etapa llamada en derredor del gobierno de Ceausescu, como éste influye en la vida de sus habitantes. Es todo lo que conlleva el
comunismo y la figura del líder en cuestión. Todas siempre ligeras, sencillas pero desarrollando pensamientos,
mientras yacen cargadas algunas de drama y de ironía dependiendo cual. La más reveladora en nuestra composición
humana es la del camionero que transporta pollos, que tiene mucha inteligencia
en su diafanidad. La de los fotógrafos es
hasta cuan ridículo –en lo que confabula el miedo- puede llegar a ser la
manipulación y la ostentación del poder absoluto. La de la visita del representante público en
la comunidad que agasaja al “emperador” es bastante risible, cómo aprovechan algunos
debajo de las filas de una ideología. Nuevamente induce la conveniencia o el
temor, el no quedar otra que acatar y ser hasta diligente. Su final es el mejor
de todo el filme, que aunque puede ser cantado es perfecto. Hay que agarrar la
metáfora y que bella fotografía en dicha alusión. No falta la inocente
comicidad, se juntan sutilmente tragedia y sonrisas. La leyenda del policía
tacaño se intuye enseguida aunque no en el instante exacto y es de risa
bastante fácil; igual se asume como complementario a la esencia general y es
que hay una buena paradoja, ¿no se trata el comunismo de compartir? Luego está
la del profesor que cree tiene una misión dentro de la ideología comunista y es
que huele a frustración desde el inicio. La tontería intensifica la crítica. Está bastante comprensible en
alguna simbología, en la de los regalos en lugar de alfabetización. Por último la leyenda de los vendedores de aire que es la que abre el conjunto. Muy jugosa
si cogemos el punto, entre el romance y la necesidad económica que hay que decir
que es algo muy propio de toda sociedad en sus desigualdades y materialismos,
solo que aquí la mayoría es pobre y debe ingeniárselas aun a costa de ir a la cárcel. En ella sobrevuela la sombra del filme Occidente como en la historia del conductor y los pollos.
Más allá de las colinas (2012)
Éste filme, como antecede, es muy
comprensible; juega sobre una premisa y una lucha muy común y no menos
atractiva, la religión y la vida laica enfrentadas en lo correcto o en lo mejor
para nosotros, Dios en lugar del pecado del lesbianismo, que se puede
desprender en la realización o inclinación sexual de una vida moderna sin
espiritualidad, a un dogma algo arcaico. Sin embargo la protagonista que se
asume en su esencia carnal y en su enamoramiento llega hasta la obsesión, la
locura, es decir la creencia que suele rebatir clásicamente el derecho a la
homosexualidad, a partir del rechazo, de la ausencia del objeto amado,
de la falta de concretar sus afectos, habiendo una proximidad hacia esa
postura y una cierta tergiversación o excepcionalidad de la esencia de la
pasión gay, que no es muy común en el concepto general o que se moviliza dentro
de un excesivo romanticismo. Como siempre éste cine yace en estado de sutilidad, aunque
podemos inclinarnos a ver una parte de barbarie mística. Se capta una postura aun concediendo o siendo algo (poco en realidad) indulgente el director con la iglesia ortodoxa
rumana en sus buenas intenciones, sus donaciones, su asilo o su amable
convivencia que termina rota por la injerencia de un outsider, cuando alguien
pone en tela de juicio lo que ellos viven.
Otra característica que rehúye audazmente la figura de lugar
común aun abordando un tema muy conocido es que a lo ojos ajenos está velada la atracción de Alina (Cristina Flutur, de ahora en adelante se espera sea
un referente del cine rumano) y la fuerza de las convicciones de Voichita (Cosmina
Stratan, el otro referente gracias a Cannes) que quiere creer, cree, escucha,
repite y admira al sacerdote. Eso lo apreciamos y se hace un juego único para el
espectador, es como quería Hitchcock, que uno vea y entienda más allá de los
personajes y disfrute de una compenetración mayor, ponerse en el
lugar de los principales actores, convertirse en sus cómplices o refutar sus
ideas, lo cual implica a su vez
complejidad, ya que nadie se salva de caer en el exceso. Ésta es otra hábil creación
que supura vacíos interiores (la intrínseca soledad, pensando que nacemos solos, morimos solos, pero vivimos buscando algún tipo de compañía; y la inclemencia del mundo que
nos induce a buscar cobijo, sea en la religión o en el amor); así también participamos de un toque existencial que
nos hace dependientes de otros, siendo ingenioso poner al amor como ente de
destrucción, lo cual es patear toda idea preconcebida o menos buscada en
nuestra imaginación.
El presente filme refuta esa definición en parte absurda de que todo yace escrito, que todo ya está hecho,
y no, vemos que se enaltece la aun todavía
viva libertad y la creatividad en el filme de Mungiu y como él “tantos” otros
que también ostentan alguna obra maestra, porque ésta lo es en una
transparencia que articula muchas ideas partiendo de un inteligente y claro panorama,
sin la necesidad de simbolismos como creía Tarkovsky. Tiene una honestidad y
sencillez digna de elogio aun componiendo sobre un orden eclesiástico que se le
representa para no confiar en este (y se dice de boca directa en el personaje
de una doctora), que ante todo rescato debe ser discutible, y es que tenemos
que verlo como una reforma, como un medio de elucubración y reflexión, no algo
inamovible ni definitivo ni ninguna muerte sino paradójicamente como en el
desenlace en el vehículo de la policía ¿y ahora qué viene?, ¿dónde está la
culpa?, la vida continua y seguiremos solos. Tenemos una historia, una dramatización y una específica contextualización, pero
de ahí hay que dialogar con las imágenes y sacar propias conclusiones. Se
nos dice que uno es quien decide, pensando que la pasividad no ayuda ni tampoco apasionarse o embrutecerse de ninguna
forma; se debe buscar el equilibrio, no hay a fin de cuentas unanimidad en el camino. Más allá de las colinas, dice el título, del original Dupa dealuri, es decidir salir de ese
cuadrante (como con el tipo que pregunta a Voichita por un lugar y ella refrenda
el rótulo), ver lo que se oculta, crecer, enfrentar al mundo, dejar de ser tan básicos y sobre todo
congeniar con nuestra libertad.