Ópera prima de Dan Gilroy (coguionista de El legado de Bourne,
2012) que cuenta con una nominación al Oscar 2015 por guion original que él sólo
escribe, y 2 premios en los Independent Spirit Awards del mismo año por guion y
debut cinematográfico por esta película. Tiene la fenomenal actuación de un enflaquecido Jake
Gyllenhaal como Louis Bloom, un tipo que no tiene rumbo, que se dedica a
robar, mientras tiene una personalidad rara, habla mucho, miente, regatea todo
el tiempo, hasta formar un lugar tenebroso de sí mismo, mostrándose medio
antisocial, sociópata y solitario, estando anhelante de un lugar en el
mundo, poder triunfar, para lo que –a través de una epifanía muy bien dibujada
en el rostro de Gyllenhaal- descubre casualmente el periodismo freelance, con
la grabación de violencia explícita, especialmente en accidentes de auto o
balaceras, que sigue interceptando la radio de la policía, para venderlo a las
noticias, para lo que sus antecedentes menores criminales sin castigo le sirven
para buscar lo gráfico, los peores casos, incluso planear escenas sangrientas sin
ningún tipo de ética, trasgrediendo la ley, de lo que es un protagonista oscuro
capaz de todo por ganar mucho dinero, prestigio y llegar a crear una compañía. Primicia Mortal tiene una premisa chica, pero muy bien enfatizada, trabajada, sobre la
vulgaridad y ausencia de valores por conseguir el sueño americano en nada menos
que lo mediático, como un merodeador nocturno (un Nightcrawler), en la exhibición
de otro especie de Travis Bickle.
Es un thriller intenso, inteligente y cautivante, uno que no
baja la guardia nunca, el cual se enfoca en las noches criminales y peligrosas de
Los Angeles, como lo hacía Drive (2011), viendo cómo el protagonista se
moviliza a temeraria velocidad en su auto deportivo, con un joven empleado, un
tipo pobre como Bloom que se acopla y busca sobrevivir, pero termina tan
ambicioso como su patrón. Toda la información se la entrega a una directora veterana
de un programa de noticias, Nina Romina (gran rol de Rene Russo), quien lo apoya para sacar también provecho y que bascula
entre el carácter de lo que quiere, el poder que maneja, y la sumisión frente a
las exigencias y justificaciones de cuando se hace tan necesario Bloom que va
creciendo y creando repercusión, imponiéndose, cuando inicialmente era
constantemente maltratado, menospreciado, concibiéndose como un ser calculador
y temiblemente audaz al fin.
Con Nina a su vez existe una relación sexual, aunque como
ella dice le dobla la edad, estipulada como una transacción, una más en la
escalera del ascenso, pero dejada como una prominente elipsis, ya que en
pantalla no vemos ningún roce físico, que sorpresivamente no se hace extrañar, el meollo del asunto es
la brutalidad, la violencia (más allá de lo literal de la idea, porque no se
trata de un gancho visual, y es que no todo efecto impacta primariamente, sino
es lo que proyecta con ello), su compra y su demanda, y no el sexo, solo bajo (hermosas)
palabras, muy bien creadas/ubicadas, que engrandecen el conjunto, de lo que hay
que acotar que no le falta nunca la acción como soporte argumental. La propuesta tiene una
interacción verbal que es de lo mejor del filme, como lo es igual con el
ayudante, y con la competencia en las calles en el papel del actor Bill Paxton.
Los diálogos son demasiado buenos, mayúsculos, su fuerte, perfectamente combinados
con lo trepidante, bello e impredecible del mundo nocturno de L.A. que como vemos se presta para muchas historias.
En el deseo de seguir escalando, y proponiendo mayor
sensacionalismo, Bloom cada vez se supera, en donde implica
un antihéroe en toda cabalidad, que exuda algo de simpatía o atracción en sus
discursos analíticos, informados, motivadores, pero obsequia más repulsión en
realidad, en quien es, que hace y como lo aplica, en una propuesta que no va con
la corrección política que suele plasmar cierto cine complaciente de Hollywood,
como lo hiciera en su tiempo Taxi Driver (1976), habiendo una crítica corrosiva al periodismo y hacia la sociedad consumista.