Xavier Dolan con esta película ha ganado el premio del
jurado en el festival de Cannes 2014, ha demostrado que está en toda boga una
vez más, aparte de que su filmografía es sumamente apreciable, entretenida e interesante, asumiendo temáticas gay, que
se hacen muy llevaderas, y que van más allá de su orientación sexual, hacen
arte en toda palabra. Desde Yo maté a mi madre (2009), la que se parece a la
presente, donde madre e hijo no se soportan, en un trato por ratos histérico de
parte de la performance del propio Dolan, que hace de su relación maternal un
campo de batalla donde salen continuamente heridos mutuamente, a pesar de tener
instantes y búsquedas de compartir alegrías y un poco de paz, sin embargo hay
una gran dificultad que parece rebasarlos (como se intensifica en Mommy en todos
los aspectos hasta tener una Canadá ficticia con una ley especial en que los
hijos inadaptados y peligrosos van recluidos a un hospital estatal sin juicios
de por medio), como siendo mandado a un internado, y revelar una historia de
contrastes en un tira y afloja de afectos y no saber manejarse, el no poder sobrellevar
un amor dado por hecho, frente a una
madre que no sabe cómo hacer feliz a su hijo gay, y más bien lo contraria todo
el tiempo, en el que es un grito de tremenda incompatibilidad, una que con
Mommy llegará a la violencia casi incontrolable propia de la enfermedad mental
de su protagonista, Steve (un gran Antoine-Olivier Pilon).
Otra películas suya es Los amores imaginarios (2010) que yo
más que otra cosa la emparento con la comedia sutil, y es un gigantesco
divertimento de esa forma, exuda mucha gracia y simpatía, la de dos mejores
amigos, Francis (Xavier Dolan) y Marie (Monia Chokri) que son muy cool y
particulares, ella viste algo fuera de lugar a la refinada moda clásica o
afrancesada en medio de la vulgaridad sensual natural de la juventud femenina, mientras
él demuestra pequeños detalles inocentes gays, afinidades intimas, como toda la
obra de Dolan los exhibe, ambos son dos chicos muy pop a su estilo, relajados,
pero todo se pone complejo cuando se enamoran de la misma persona, de un amor
imaginario, que les pone impetuosos y competitivos por ganarse a Nicolas (Niels
Schneider) que yace en su propia burbuja de belleza, en un comportamiento
narcisista o indiferente en su mundo, aunque jugando con la coquetería y la
amistad, pero dejando fuera de combate a estos viejos amigos que llegan a
apuñalarse por la espalda, a humillarse tras declararse por medio de poemas
dramáticos, a dar presentes como regalar afiches de ídolos y sobre todo a verse
atractivos en una lucha que llega a lo infantil, luce caprichosa, tanto que
ante un nuevo blanco, alguien guapo, se revitalizan sus anhelos carnales, de la
mano de aquella magnifica música de bang bang, de Dalida, que anuncia los
ataques e ingenios sensuales de estos dos engreídos enamoradizos.
Laurence Anyways (2012) es el lado romántico y harto sensible
de Dolan, de lo que más que una película de un hombre que quiere ser una mujer,
que descubre su transexualidad, se trata de alguien que es muy diferente,
inclasificable, que quiere vestirse femeninamente pero aun amar a su novia, lo
que presenta una grave contradicción, que más brilla en el amor platónico,
impoluto, imposible. Donde hay tiempo para el escape, pero más para el
desconcierto y el dolor, como en aquel final que es el inicio de la relación
entre Laurence Alia (Melvil Poupaud) y Fred Belair (Suzanne Clément), armándose
una hermosa poética en esta adaptación social y amatoria tan complicada, que no
solo tiene a los familiares y a la sociedad por enfrentar, sino a ellos mismos,
no obstante es mucho una decisión de superación, de valor, de quien uno es en
realidad, y ahí Dolan muestra su poderosa inteligencia para profundizar en una temática
gay de (auto)aceptación, siendo más cautivante por mayores profundizaciones o
escapes de atención, como en este amor tan bello dentro de su tragedia y
honestidad.
Tom en la Granja (2013) es una adaptación de la obra teatral
de su compatriota Michel Marc Bouchard que mereció el fipresci en el festival
de Venecia del mismo año. Un nuevo cambio de registro para el audaz Xavier
Dolan, un thriller con grandes momentos de suspenso, en que se trabaja el
erotismo gay y la homofobia, juntas en el hermano matón e impredecible del
novio muerto del protagonista, un espectacular aunque desconocido Pierre-Yves
Cardinal, del que se da a entender que solitario y antisocial puede resbalar en
su inclinación sexual, siendo un tipo pueblerino, rustico, agresivo, pero que
con el desenlace y aquel encuentro revelador de una leyenda de bar se verá el verdadero
rumbo de su psiquis, hacia las tinieblas de una mente desequilibrada, a razón
de una psicótica relación, revelada con ese baile de tango. Todo a partir de
querer ocultar la homosexualidad del hermano pequeño a la madre, en un secreto
que se siente amenazado por la visita de Tom (Xavier Dolan) a la granja
familiar, quien no sabe con lo que se encontrará, llegando a perderse por una
oscura atracción.
Mommy (2014) ya no articula ninguna temática gay, aunque
vuelve a reinterpretarse en otra versión la ópera prima del director canadiense,
contando con la misma madre, con la actriz Anne Dorval, ésta vez aunque mayor más
juvenil y sexy, con el valor de un tercer puntal que también aparecía en Yo
maté a mi madre, debut de Dolan a los tempranos 20 años, en otra actriz
fetiche, Suzanne Clément, como la vecina, amiga y maestra con problemas de tartamudeo,
una falta de seguridad que parece implicar la distancia con su familia. En dos mujeres
que trataran de domar y no tirar la toalla por más que la exigencia sea enorme con
el intenso Steve, un muchacho de 15 años
que sufre de trastorno por déficit de atención con hiperactividad, y que puede
ser tierno y radiante, pero también un loco incontrolable, que llega a los
golpes y a acciones muy brutas, quien tiene la fijación con la madre, hasta lo
sensual más que en lo incestuoso, notando que él es un chico muy sexual, un rasgo
de álter ego.
Dolan juega con el muchacho, el que muestra
mucha fuerza y vitalidad que se mueve en lo positivo y lo negativo, porque no
todo es daño y errores de carácter, aunque la carga es pesada, y parece una
tara indestructible, no obstante el tono de la propuesta no es en absoluto
oscuro, y llega a haber mucha alegría desbordada a la vista, compartida con sus
bellas cómplices, como en la ejemplar apertura del formato cuadrado 1:1 de la pantalla,
apuntando que atrapado en éste es la representación del dolor, de los
problemas, de una inadaptación mental y social, del que pretende ser un
outsider (le dice a la madre, somos tú y yo contra el mundo), pero termina saboteándose
por su comportamiento apasionado e inestable, en una libertad que termina acogotándole.
Es un filme en que nunca asoma el agotamiento, aun volviendo
al mismo punto en incontables ocasiones, la de la sempiterna rebeldía de la desbocada
espontaneidad (aunque haya una filosofía de amor y respaldo incansable por no
corromper, como Steve teme se termine, y lo lleva hasta las últimas
consecuencias, exigiendo una fidelidad que es el motivo central del filme, y es
un bello pero difícil nexo materno), porque la trama es monotemática, pero
ingeniosa en bascular los cambios de humor, de la alegría al conflicto y
viceversa, donde yace su máximo valor, muy bien trabajado, teniendo además a un
trio efectivo y con suma gracia que mueve a la emoción, la busca sin parpadeos,
habiendo su toque infaltable de poética y complicidad conmovedora de la que se
agarra con fuerza, y se sale con la suya.