La presente sin quererlo en parte incomoda, fastidia, te
hace sentir un poco mal, es muy irregular, sin embargo tiene
ratos salvables y su trama ostenta cierta originalidad. La segunda película del
director peruano de origen ayacuchano Mélinton Eusebio realizada el año
2000 nos presenta un relato
sobre un mito andino, nos entrega una película de terror. Hay varias en la
región por lo que el género es popular en todo sentido. Cementerio general que
se autodenomina como la primera película del terror nacional y que está próxima a
estrenarse seguramente se erige de esa manera por poseer mayor calidad y ser
promocionada en los cines comerciales en todo el Perú. Sin embargo
Jarjacha es su principal antecesora ya que ha ganado notoriedad respaldando lo autóctono
desde una mirada afable y pretendidamente entretenida. Por algo el terror siempre ha
acompañado a los amantes del cine, su capacidad de llegada suele ser
indiscutible, y aunque apunta a ser un género desenfadado y no muy trascendental,
incluso visualmente simple, no nos alcanza a perdonarle a la presente todos sus fallos.
No obstante, seamos un poco indulgentes y busquemos aspectos favorables, algo que
efectivamente podemos alabar es la historia y las ideas detrás, como se han
desplegado los acontecimientos. Jarjacha en manos más hábiles y mejor
presupuesto sería algo bastante atractivo, pero seamos justos, también lo interesante se debe a su director. Una característica creativa es que el demonio de los
andes aparece recién a media película, antes es una adaptación a lo rural
desde tres estudiantes de antropología que viajan a un pueblito en la Sierra y
encuentran un lugar hostil, oscuro y esquivo. El paisaje refleja a la
población, hay un halo de salvajismo, emotividad e instinto, que hacen de
subtexto para reforzar la imagen del Jarjacha, monstruo curioso que tiene de los
mitos del terror, de los zombies y del hombre lobo, aparte de monje
enloquecido; come cerebros humanos tras escupir sangre e inmovilizar a su
víctima y se transforma en llama en la copula incestuosa que genera su
naturaleza asesina. El personaje posee leyenda propia y personalidad aun siendo
algo redundante en un cúmulo de aspectos conocidos en el terror, y es que se
nutre mucho del entorno andino, sin que se desvirtúe su carácter general y asimilable por
cualquier espectador.
La figura esencial aun con una proclividad general a la sencillez argumental tiene mucho potencial.
Pareciera que no, pero sí que la tiene, y por ende el relato ya contiene un triunfo, pero vemos que no queda sólo en eso y hay más ingenio. El Jarjacha
demora en aparecer mientras se van creando antecedentes que parecen
independientes pero terminan sumando, generando expectativa, formando una
atmósfera y solidificando a los personajes y a la comunidad. De esta forma,
hay datos que juegan sueltos y a la vez
suman al conjunto. También hago la salvedad o, mejor dicho, cierta enmienda que
no todo lo técnico es malo, hay una mixtura entre una cantidad de tomas muy profesionales
y otras poco apetecibles. Sin embargo en ese aspecto termina dominando la sencillez.
Todo lo malo de alguna forma tiene algo que la rescata un
poco, porque se siente que el producto tiene alma, y no trato con un cliché,
ni con la ceguera de la condescendencia, sino con la llana y pura honestidad de
una subjetividad. Se da el caso de que
ese neorrealismo del que hablo termina generando una aura de llaneza que nos
hace asumir una esencia contextual propia de la historia que se nos cuenta,
como de lugar perdido en el limbo, primitivo, pero atemporal, capaz
de albergar una bestia demoníaca de carne y hueso. Si amas el cine B, si tienes
esa predisposición sentimental, no puedes evitar cierta confabulación, y es que
además un síntoma "masoquista" termina atrayéndote a cierto grado,
como lo de la revelación del padre incestuoso atado desnudo vomitando y sangrando
tras el apedreamiento del pueblo reunido (la mejor escena de la película, aun
en toda esa clara imperfección y suciedad). Se trata de verosimilitud en cuanto a lo
fantástico que se nos narra, hay algo decente en todo ello.
El filme tiene de sexual y hay que resaltar que hay buena mano al
respecto, rehúye el sensacionalismo o la sobreexplotación del tema aun siendo parte
de la leyenda; lo maneja con mayor sutileza de la que muchos hubieran optado,
pero con ello gana muchos puntos. Resulta muy provocativa la delicada escena del vecino
mirándole las piernas a una campesina.
Otra mención importante para quien escribe es la de la
autoridad, su intervención no me parece gratuita ni tampoco una fácil manipulación, sino juega de simbolismo sobre la ruptura de la realidad,
un reflejo de que todo es más inverosímil de lo que realmente parece, que se
puede permitir algo tan espectacular. Esto es un guiño a una solvencia que si posee. Y es que hasta el final del metraje nos
movemos en los confines del Jarjacha, creyéndonos lo que no existe más que en
la imaginación y el agradecido temor del entretenimiento.