El filme de estilo psicológico nos permite conocer casi
didácticamente como se realizan los efectos de sonido de una película de terror
al estilo popular italiano en un contexto donde se está elaborando una historia
salvaje con ritos satánicos, asesinatos, brujas y demonios, que aunque no nos
deja ver un ápice de sangre nos imbuye en sus parámetros, sugiriéndonos todo el
panorama (durante el metraje casi podremos armar toda esa película “elíptica”). Ostenta un realismo que parte del poder de la imaginación, en un estado
de consciencia inducida. Pero tratándose de algo leve en sus efectos para con
el espectador distraído, que si nos concentramos puede ser hasta perturbador,
ya que hay que vivir a través de Gilderoy, compenetrarnos con pequeños momentos
del filme. Dentro de que mejor prueba de que la música se asemeja al cine,
según palabras de Tarkovski. En un
estado de despertar el sentido de nuestro oído. Ver el artificio con
lechugas, sandias o algún recurso audaz
que imita hechos concretos que son muy duros de experimentar como de los cuales
salir indemnes. La trama subyace en el miedo sensorial.
En la película hay un estado de inquietud a veces discreto que es la mayoría y a otras
más flagrante –en donde se palpa aparte de lo anecdótico, o el rumor, a través
de la vivencia de lo común dentro del estudio- que se da sin dar ningún golpe violento
visual, en que no solo se nos brinda a través del personaje que limita con la
demencia sino bastante por medio de
detalles, cotidianidad perdida en el limbo (casi sin tiempo), en parte en lo onírico,
y bajo la composición parcial, siempre de piezas constitutivas que van
armándose hasta robar el alma de la existencia del protagonista convirtiendo en un hecho la
fantasía. Dentro de un conjunto sutil en un ambiente que es lo más importante de
la película, los gritos de las actrices, el espacio claustrofóbico del estudio,
su perenne oscuridad, el hogar mental de Gilderoy, que a un lado parece estar en su
casa y luego yace en el lugar que dicta el título, viéndose incluso dentro de
la proyección del giallo que están haciendo. De ésta manera ya no distinguimos uno
de otro. Se apodera el filme de su cerebro. La (temida) araña que pasa de una
mano a otra muy pacíficamente, la carta evolutivamente decadente de la madre
sobre unos gorriones (último bastión de cordura), el someterse a la luz de las
velas, la tensión entre los compañeros, los abusos sexuales impunes, la
desconfianza general, la pasión de los participantes que creen demasiado en lo
que hacen.
Lo que plantea Strickland es un homenaje en toda claridad al giallo desde la paradójica noción de hacer lo opuesto en lo que en sí es. Contrarresta sus defectos como la exageración, su sencillez, efectos baratos, el mal gusto o la brutalidad en un filme inteligente, austero y en cierta forma elegante. En esto pesa o exalta artificios sugestivos como en ese aviso luminoso de silencio, como quien augura que ya viene el pánico en una constante promesa incumplida, que yace generando intriga frecuentemente. La expectación es un alarde del filme, pero sin agotarnos.
Lo que plantea Strickland es un homenaje en toda claridad al giallo desde la paradójica noción de hacer lo opuesto en lo que en sí es. Contrarresta sus defectos como la exageración, su sencillez, efectos baratos, el mal gusto o la brutalidad en un filme inteligente, austero y en cierta forma elegante. En esto pesa o exalta artificios sugestivos como en ese aviso luminoso de silencio, como quien augura que ya viene el pánico en una constante promesa incumplida, que yace generando intriga frecuentemente. La expectación es un alarde del filme, pero sin agotarnos.
La presente realización puede entenderse como una argucia
argumental explicativa que se basa en la forma complementaria. Se podría tratar
sencillamente de un tratado revelador de cómo hacer un filme determinado si no
fuera porque asume las características de relato de horror. Toby Jones implica, en su apariencia, ambigüedad, inseguridad y maleabilidad, atributos
que revelan ser parte del dominante ambiente, el verdadero jefe de la trama, él
y la atmósfera son uno, los dos grandes personajes de la propuesta.
Si uno espera algo extraordinario vendrá la decepción, no va de explícito o algo claro, y es que éste terror se mueve en lo mínimo, principalmente en lo discreto o en lo indirecto. Si nos engañamos esperando algo enfático en lugar de poner de nuestra parte no apreciaremos el filme que a su modo es especial, funcionando en el artificio constante del detalle que es indisoluble del conjunto, que es el conjunto.
El maltrato de Gilderoy y de su entorno es como la historia
de una crónica de una muerte anunciada, es la alimentación de vivir en un lapso
de rareza, la pasividad que lo absorbe todo. Y es cuando le dicen que se abra, en
un rato significativo, cuando es demasiado tarde. Lo que sale es la secreta esquizofrenia,
estando atrapado en la película. Dice un
personaje que lo que están haciendo se basa en algo verídico, que ha pasado, y que
hacen historia, que la perennizan en pantalla, que no es solo un cuento de
terror. Qué mejor explicación de lo que es el filme en cuestión. En un cine
dentro del cine, en una cámara de espejos.