El intachable de día, Pedro (Miguel Torres Bohl), que sale a
matar a las dos de la madrugada en punto, no es la única quebradura de cabeza de
su perseguidor, el investigador de policía de nombre Gabriel (Roger del Águila)
sino la pareja de éste, que es puta, la
más engreída de todas dice una nostálgica compañera, y entre seguir los pasos
de un criminal y lidiar con su complicada fácil mujer yace en medio de la
depresión y el lamento. Tanto Pedro como Gabriel comparten el semblante poco
expresivo, o unidimensional, el meditabundo en uno y el constantemente enojado -en un ente aparentemente pacífico- y desconfiado en otro, ambos actores recurren
al mínimo de gestos, hay cierta carencia en ello aunque en buena parte se
entiende en sus personajes. Roger del Águila nos tiene acostumbrados a su
comicidad, pero al verlo serio, perpetrado en su congoja, logra su cometido,
asumirlo dentro de un drama, sin embargo parece no poseer mayores registros o
se extrañan más demostraciones emocionales y artísticas (el ser humano tienen
varias facetas), no obstante cumple, más por sus antecedentes, estar en un
registro atípico, como el del curioso caso de Carlos Álvarez como jefe de la
policía, que a diferencia de lo que se especulaba solo parece estar en un
sketch más de una de sus imitaciones, en la cinta tiene un corte criollo y punzante,
algo muy similar a la esencia de sus caracterizaciones fuera de que pretenda
realismo.
La primera parte del filme hace extrañar un poco de audacia,
quizás porque quiere ubicarnos en el ambiente y poner las fichas sobre el
tablero, aun siendo bastante consciente de lo que hace y lo maneja bien, con
conocimiento que se refleja en las formas y en detalles (una bailarina de nightclub
despintándose hasta ser una persona cualquiera), sin embargo eso cambia en la
segunda mitad en que podemos ver dos clímax de los que no sabemos cómo
terminaran, abriendo campo a la sorpresa y al entusiasmo de una trama menos
didáctica o insulsa; una de las escenas en mención da un salto incluso fuera de
la hegemónica calma triste de la derrota, y brilla por la explosividad que ha
estado acumulándose en el conformismo de Gabriel, en un instante en que sentimos
que los dos protagonistas pueden ser más afines de lo que ya creemos, y a su
vez sobresale la secuencia del desenlace que está atrevida en hacer de un
impulso un ataque a vista de los demás.
En este tipo de filmes es importante como se ven y se
perciben los asesinatos, los que en esta propuesta abundan, resultando atractivo
basarse en la acción de los eventos ya que desarrolla más emociones, por eso hay que mencionar que la muerte
de una de las prostitutas empujando despacio el cuchillo en su pecho parece muy
primario, efecto que falla del grupo, pero no le quito al filme que logra
la ansiada veracidad global, sobre todo en el desencadenante en la cocina, que
resulta la más grotesca de todas las escenas aun siendo de poca duración, finalmente
es la más plausible del conjunto seguida del imprevisible atropello, pero que
requiere ponerle más fuerza visual al resto y entregar mayor alcance sensorial
al espectador, darle un aire de cierta brutalidad no necesariamente en el
ejecutor sino en cómo se dibuja el acto, demandando incorrección, salvajismo, y
que en la presente película falta en la guinda que debería hacer la diferencia en
el toque visceral y réprobo que se esperaría, aun queriendo ser sutil, ya que
tenemos que estar conscientes aun en la
elegancia de las formas de qué está pasando, se está quitando la vida a una
persona y de forma violenta.
Tantas muertes refuerzan y definen al género al que se
adscribe, también contrasta como notoriamente se quiere con la vida cotidiana
diurna del asesino, hay una exhibición que apunta a la franqueza y proximidad
recreativa, también llevada con arte en algunos momentos como la toma de un cadáver
cubierto por una bolsa azul dejando ver solo las piernas ennegrecidas.
Funcionan las dramatizaciones de las agresiones –el querer escapar
o la preocupación de lo que intuye la víctima- y ese preámbulo de encuentro antes de cada
homicidio, algo en que suele relucir en cierto cine las malas actuaciones y en
el filme que nos compete tiene aciertos y otros no, pero en general posee actuaciones
sencillas. Destaca sacar del cuadro de la cámara al cazador dejando su
comportamiento y personalidad aparte en la imaginación, enfocada la película en recrear la toma con elementos fuera de él mismo.
Algo valioso es que las prostitutas y su ambiente, los bailes,
sus vestimentas y algunas apariencias sacadas del erotismo japonés o del hentai no
resultan incongruentes con nuestra realidad y no dejan de ser parte de una construcción
artística, lo que mejora la estructura del filme. Son sensuales y no necesitan
de ningún tipo de vulgaridad, siendo verídicas sin la sobreexposición o la
obviedad. También es interesante notar que los diálogos no caen en lo barato o en la abundancia de las frases hechas aun estando en consonancia con
la naturalidad del habla nacional.
La actriz Natalia Salas, una guapa peruana que me recuerda a
la despampanante Barbari Mori, logra su papel en el desdén hacia el perdedor que
es Gabriel y lo explica en su sinceramiento, puede parecer muy optimista pero hay que perdonar esas ligeras licencias ya que el filme tiene de telenovela, algo que se irá
remontando.
El Buen Pedro (2012) es un thriller que tira hacia el terror, y que parcialmente a
ratos lo ha conseguido y a otros te deja incólume, o le ha faltado propagarlos
más, aunque había un drama en cuanto a la vida personal de un protagonista que
llevaba otros sentimientos de por medio. Muestra una decente estructuración, como con la mancha en la pared, la espera en el cuarto tras el plástico azul
(simbólico y sugerente) y repetir una escena varias veces (en una hasta
parece error), la del policía diciendo era sólo una niña ante un cuerpo masacrado
y abandonado. Repetición que es un espacio clave de reflexión ante lo que está pasando, aunque uno de los
pocos, estriba una ausencia. No puedo evitar hacer mención de la estética
de los créditos finales, sobresale bastante.