El argumento del filme en su primera parte, que es la más extensa, se vuelve detallista y pormenorizado, demasiado explícito, pero logra a pesar de su modo de explotación de múltiples conversaciones subyugarnos con su relato. El concepto se envuelve en un aire disciplinado y armonioso de lenta difusión con un toque muy japonés con respecto a las convenciones y formalidades propias de esa cultura. Es una realización muy clásica en su formato. El desarrollo no toma prisa sino más bien se dedica a exponer con morosidad y mucha calma relaciones interpersonales y diplomáticas, reuniones y diversos diálogos tanto familiares como bajo la posición del poder más alto en la zona que busca acarrear transformaciones, asumir decisiones y mantener el respeto por el orden establecido que se presenta autoritario y hasta abusivo. Se muestra la vida cotidiana e idas y venidas por ambas partes divergentes.
Pero, ¿cuál es la raíz del problema?, Ichi y Yogoro se enamoran perdidamente y tienen una hija; el padre de Yogoro, Isaburo, el famoso actor japonés Toshiro Mifune, orgulloso de su hijo le entrega el control de su familia, que ostenta sirvientes y áreas agrícolas, para eso Isaburo ve en el amor de su hijo su propia reivindicación, porque él no ama a su mujer, Suga, de irascible, acomodadizo e insensible carácter sino que se casó con ella por obligación propia de la forma de vida de la era, para obtener beneficios y alcurnia, lo cual lamenta encarecidamente como síntoma de derrota moral. Pero nada es para siempre y la quietud se quiebra, surge un dilema, se ha muerto el lord y su hijo ha heredado el rol vacante; lo primero que desea es tener a su madre a su diestra por lo que ve incongruente que la progenitora de un señor todopoderoso esté casada con un vasallo de su corte y quiere que lo abandone para que vaya con él.
Nuevamente los fríos asesores del daimyo intervienen y mediante subterfugios y tretas se llevan a Ichi, luego de una infructuosa negociación. Es el comienzo del clímax de la película. Se da rienda suelta a la acción esperada, Isaburo es un experto con la katana, ha practicado el arte de la guerra durante toda su existencia y junto con Tatewaki Asano son los más peligrosos samuráis de Japón, con éste suele filosofar mucho y compartir una cierta amistad que solamente se abstiene frente al deber. Dentro de la responsabilidad de Asano está ser el guardián que permite el pase hacia los dominios del lord por lo que es fácil deducir que sufrirán un choque.
La rebelión se da porque Isaburo y Togoro quieren de vuelta a Ichi y ella también quiere regresar con ellos, pero el lord no lo quiere de ese modo, por lo que el enfrentamiento tras la desobediencia e insurgencia es inminente. La película se arroga una bella y romántica historia de verdadera pasión, a prueba de cualquier intromisión o dificultad, y por otro lado está el honor y la defensa de los principios ante la injusticia, la arbitrariedad y la tiranía, y a su vez la valentía de combatir al enemigo cruel e implacable. Isaburo quiere que se conozca lo que los aqueja, no solo en el presente, hasta para futuras generaciones y, de darse la oportunidad, espera llegar hasta las peores consecuencias. Finalmente se ven combates fantásticos y artísticos, incluyendo la gran lucha entre los mejores samuráis.
El guion juega sus reglas personales con una conclusión
atípica que sorprende, la batalla final está llena de gloria y cierra una
revolución épica, de un único hombre, que siente al poner su vida a favor de
una causa noble, sea muriendo o venciendo, que ya ha encontrado la felicidad
que de joven esquivó por equivocación.