“No soy nadie, no soy ni siquiera una persona” dice Johnny Marco, actor famoso de Hollywood que se desmorona al darse cuenta de que su vida está vacía, que no le llena la manera en que vive, que se siente solitario y deprimido. Sofía Coppola es sencilla al postular sus ideas, en cómo la fama, las mujeres lindas y las películas no son el edén prometido. Marco (Stephen Dorff) no es feliz, mira hastiado la danza de dos bellas rubias gemelas desnudistas, se cae en una borrachera y se fractura un brazo, le siguen las llamadas de mujeres despechadas que lo insultan, aunque tiene sexo casual algunas veces se duerme, se olvida los nombres, pasa por alto muchas oportunidades sexuales.
Stephen Dorff representa a un hombre simple, de pocos gestos y cortas frases, no es comunicativo, no tiene amigos salvo uno a quien no confía sus penas, maneja su auto último modelo y cumple con sus obligaciones actorales con monótono desgano, sin entusiasmo, llega a ir a Italia y es objeto de un juego con danzarinas atractivas en un programa de televisión pero nada lo saca de su marasmo aún recibiendo una pequeña premiación en dicho espectáculo.
Coppola coloca un personaje que lo hace reflexionar y le muestra cierta alegría y amor verdadero, una niña de 11 años que es la hija de Marco (Elle Fanning), con la que comparte muchas actividades, la observa patinar sobre hielo, nadan juntos en la piscina haciendo muecas graciosas, toman sol uno al lado del otro, comen diversos tipos de helado, juegan juegos electrónicos inalámbricos (WII), atenta y amorosa le prepara comida, le cuenta un libro o sobre ella, la jovencita baila ballet enseñando sus talentos aprendidos, él la carga y se la lleva en hombros riendo, se acompañan afablemente, en resumen comparten momentos entretenidos, con la chiquilla Marco descubre su lado sensible, sin embargo sabe que como padre separado la ve poco a su hija y la muchachita se va a ir tarde o temprano lo que implica una noción de que nada posee que lo contente.
La cámara de Coppola alberga expresividad, se acerca o se aleja para dar proximidad o lejanía sentimental, da largas tomas de silencio prolongando escenas. Repite el mismo sistema de presentar mujeres fáciles y oportunidades fallidas o inoportunas, muestra a Marco con su rutina diaria. Un periodista le pregunta abiertamente que quién es Johnny Marco, el no responde y se queda pensativo. Se mantiene con una masa en el rostro para ponerse una máscara de anciano en un lugar de efectos especiales quedándose inerte por largo rato como viene siendo su vida, avanza en la nada existencial. Los pocos momentos felices son fugaces tiempos con su hija, la carismática, de bonitas facciones y dulce Cleo, que no alcanzan a armar una vida, incluso la niña le reclama su poca presencia, él se disculpa brevemente abriéndose al sentimiento paternal y llora de regreso en el helicóptero.
La película es muy diáfana con el mensaje, utiliza pocos recursos y es repetitiva, el viaje a Italia es sin adornos como toda la cinta, los dos actores centrales, padre e hija, economizan expresiones, a penas lo necesario, se muestran bastante desprovistos de comunicación frente al espectador, es eso lo que ha buscado Coppola, no dramatizar aunque ha sido más que explicita mostrando las carencias en la existencia de su actor principal. Marco mantiene una especie de dignidad en lo que siente, solo se quiebra una vez en el teléfono y encima cuando le pide a una mujer a la que llama que lo visite para consolarlo ella se niega. Después se aburre y se mantiene seco; cuando llora al despedirse de su hija lo hace discretamente.
La hija es un personaje no demasiado trabajado, pudo dar más aunque tiene valía, a pesar de tener también casi los mismos problemas de su padre, su madre no es tan estable, la deja botada con el padre en un viaje de promoción de una película en Italia, el progenitor solo aparece en contadas ocasiones, la niña está creciendo sola pero ella es alegre, normal. Coppola no quiere jugar a dos carriles, no profundiza en la hija. No obstante tiene su momento cuando ella llora en el carro haciendo sentir su situación de que de repente su madre no regrese y su padre siempre le falta, pero se repone rápido, sirve para ahondar en los defectos del principal. Eso es, la película, revisa situaciones de manera en que se enfoca en el entorno y no en los seres humanos que no se expresan sentimentalmente demasiado, solo pequeñas demostraciones, no los muestra lo suficiente débiles para no infringir lo que obviamente está dejando explicito en la película mediante la exposición de la costumbre y de la interrelación padre e hija que es lo que tiene que ofrecer el filme, sus posiciones son melancólicas pero ellos siguen moviéndose mecánicamente, y algo de cierto hay en lo que captura Coppola, seguimos hacia adelante a pesar de todo, está en la naturaleza humana.
Al final Marco comprende donde se encuentra parado, queda pendiente una solución pero hay comprensión de que está atorado en lo que los signos de su contexto le han revelado, en lo que la hija le ha dejado de lección en su corta convivencia. Y Coppola deja manifiesto que hay que buscar darle significación a nuestro mundo, que incluso ser un actor celebrado, guapo, con dinero y rodeado de beldades disponibles puede no llenarte en absoluto. Ésta es una historia quieta, algo morosa, parece independiente, con un aire casero, minimalista, que cae en la obviedad pero que te deja un par de reflexiones importantes, un trabajo personal que inquiere en lo que Coppola conoce y quiere dejar a la vista. Elegante para contar y muy practica, con metáforas claras que hacen de soporte a la trama (el carro dando vueltas en círculo, el carro abandonado en la carretera) y un tema manejado desde el inicio con fidelidad y disciplina, teniendo mucha consciencia de lo que está haciendo.