La película es sobre ambos púgiles, Ward (Mark Whalberg) es un tipo normal con ansias de surgir, no hay mucho que decir de él, no es una interpretación que abarque mucha complicación, se enamora de una mujer bastante hermosa que trabaja en la barra de un bar, Charlene Fleming (Amy Adams) que lo impulsará a seguir una carrera mejor proyectada sin su familia. Ella demuestra ser una chica con carácter para enfrentarse a ellos y no es que sus parientes no quieran a Micky sino que son desastrosos, en ese cuadro sobresale Dicky (Christian Bale) el alma de la cinta y la mejor parte del conjunto. Su actuación de un perdedor otrora futuro campeón es subyugante, con el físico necesario para recrear a un adicto, reflejando la personalidad de quien conoce la calle. Su personaje no es una mala persona, sino que no lleva un rumbo positivo; en cierto modo el filme quiere dejar dicho que es un factor desestabilizador en la vida de su hermano pero también es quien le ha enseñado el arte de los puños, como se ve en la pelea que lo devuelve al camino del triunfo a Micky, una técnica que Dicky le enseñó.
La madre tiene 9 hijos, siete mujeres que solo sirven para vociferar y seguir a su progenitora, están nulificadas en la trama, no muestran ningún aspecto relevante para lo que se cuenta. Alice es ordinaria y ama a sus vástagos con despreocupación y descuido, la suya es una presencia entrometida, tiene fuerza aunque puede ser reflexiva y sentimental como cuando Micky le dice que piense en él también o cuando llora frente a Dicky y cantan juntos.
Dicky tiene un tiempo en que cae lo más bajo en el abismo, sale en un documental mostrando su peor cara, se descubre frente a sus seres queridos, su madre prácticamente estaba ciega ante su adorado hijo, va a la cárcel tras prostituir a una compañera drogadicta y engañar a un cliente para robarle su dinero, termina golpeando a los policías que lo persiguen, sin embargo pasa por la abstinencia al estar encerrado y extraña la separación de su hijo lo que lo hace cambiar. Se entera que su hermano ya no lo quiere como entrenador cuando éste lo visita, no obstante no pierde las esperanzas de volver a su lado, más tarde sale de prisión y quiere reanudar sus prácticas pugilísticas como instructor siendo lo único en que se ha destacado empero aparece el conflicto, Micky ha dejado en claro que no va a trabajar más con él y le ha ido muy bien desde que lo tuvo lejos de sus entrenamientos, ha reanudado una carrera que ahora se halla en auge.
La historia le da una tregua a Dicky, que desde el principio si bien desordenado y perdido comparte una personalidad simpática, mucha gracia, tontería y soltura aunque no deja de ser penoso y proclive a una mala conducta que jala muchos inconvenientes para quienes lo rodean y para sí mismo, además tiene buen trato con su progenitora a pesar de que se repita la escena -a manera de broma del director- en que trata de escaparse de ella saltando por la ventana del segundo piso de su casa a la basura. También con Micky con quien se muestra desde siempre muy cercano y cariñoso, dejando ver que hay una complicidad entre los dos al compartir la misma práctica deportiva y una admiración del chico al grande que habita habitualmente entre la misma sangre. Para redimirse necesita recuperar el consentimiento del hermano y para lograrlo tiene que ganarse la amistad de su decidida novia, la que años atrás dejó la universidad por falta de dinero y que ve una oportunidad de progreso en su pareja, confiando en que lo puede lograr pero sin la interferencia de ningún consanguíneo. De un diálogo que busca una segunda oportunidad para el ex drogadicto nos movemos hacia el final en una disputa de Micky por el título del mundo en Inglaterra. Para sorpresa del espectador Dicky vuelve a entrenarlo, como dije la película no busca lapidarlo sino desnudar su verdad y además la realidad no se puede tergiversar, es como ha sucedido si bien hay un endulce de la trama para hacerla más asimilable.
La película se ampara en la existencia venida a menos de Dicky, no cabe duda de que su decadencia es el gancho del relato, Micky es solo el niño bonito que anhela triunfar, no hay atractivo en su papel tan rígido y de pocas capas, si fuera solamente describirlo a él no tendríamos mucho en la pantalla por como se ha narrado poniendo énfasis en la actuación lograda de Bale. Micky pasa vergüenza con sus derrotas pero en ningún momento reniega de su entorno, no genera apertura de pensamientos elaborados ni sentimentalismo, aprecia a su familia y tiene tantas buenas cualidades que su biografía no parece demasiado requerida para divulgarse por no tener elementos fuera de lo cotidiano y ser algo insípido, que ese es el trato que le da el director que no toca al hombre ni al campeón con determinación, por ese lado hay una flaqueza notoria, incluso las peleas son funcionales, no ejercen esplendor ni se han abordado con efusividad en la eterna exageración de su ejecución, tampoco es que pidamos ese tipo de teatro porque la historia se halla fuera del cuadrilátero aunque la razón de que se encuentren en el écran esté dentro de su perímetro, por eso es decisivo valorar la trascendencia que brinda Bale en el deseo del observador por conocer al ser humano detrás de la figura y como se entiende en lo visto incluso puede venir de afuera de la leyenda y aunque juega a dos bandas como mostrar lo bueno y lo malo en ésta cinta el personaje de Dicky Eklund se roba el espectáculo, sin su comparecencia no tendríamos mucha película, sin embargo todo representa parte de un engranaje mayor, pensando que Adams y Leo han mejorado la interpretación de un Whalberg más pequeño pero que también deja su cuota, que ayuda a destacar a Bale por contraste. De eso va el mundo, de los matices de lo blanco y lo negro pero están más unidos de lo que creemos, como en el filme.