jueves, 28 de septiembre de 2023

Musik

Musik (2023), de la alemana Angela Schanelec es un musical, hay 6 canciones -cantadas o tocadas por los protagonistas-, algunas cortas, que aparecen tras primero exponer o introducirnos en su relato, tras una media hora sin ser musical, pero luego la música refleja plenamente las emociones de sus personajes, sufrimiento, melancolía, enfrentamiento dramático, resiliencia, optimismo. Pero centralmente su historia es una tragedia griega, pero como muchos dirían, igual que la vida misma. El filme se propone bastante arty, maneja mucha morosidad en su desarrollo. También hay una parte más pequeña que hace de complemento conjunto, todo alrededor del accidente y la pérdida en general, un anexo que juega a pensar la obra total bajo 2 acontecimientos parecidos que hacen que la película tome un matiz más complejo y algo críptico. Linealmente la trama va de la mano con un chico adoptado al quedar solo en una isla griega y quien, de muchacho, al ser seducido por alguien, lo rechaza y mata accidentalmente, terminando en la cárcel. Ese joven lo interpreta el galo Aliocha Schneider -de 30 años en la vida real- que hace un buen papel de alguien que llegará a cierta edad media de madurez. Lo acompaña como protagonista y asunto sentimental Agathe Bonitzer, como Iro, una chica depresiva. El filme se mueve por la cotidianidad familiar y juvenil griega, y se complementa con Berlín. Presenciamos la playa y el lago, lo paradisiaco como lugar de caos y resurrección. Es una propuesta que intenta ser poética, de notoria sensibilidad, aun cuando sus formas crean cierta distancia, como quien quiere proximidad y al mismo tiempo no te hace el trabajo tan fácil, quizá temiendo caer en lo cursi o flojo. Musik, como buena tragedia griega desde el aparato del cine, logra conmover y trasmitir emociones. Es una película que tiene un cierto planteamiento faulkneriano, como si tuviéramos un cortometraje independiente en el interior de un largometraje y ambos se retroalimentaran mutuamente, con cosas en común, vasos comunicantes, aparentando (sin serlo del todo) ser una sola pieza, hablando uno con el otro desde cierta independencia a la vez que bajo semejante temática y esencia. Tal cual si avistáramos un suceso y éste suceso ajeno, "extraño", éste impacto, nos haga pensar en nuestra propia tragedia, como un fuerte golpe que une tres muertes de un tiro y un cierto estado de culpa general, una sincronización de pérdida casual y difícil autoperdón para quedarnos finalmente -frente a la gran toma de la cámara filmando desde la otra orilla- similar a experimentar el sentir de El viaje de los comediantes (1975), desde el más común de los ciudadanos.