lunes, 4 de septiembre de 2023

Babylon


A Babylon (2022) muchos la han interpretado mal, la han interpretado como que habla del final del cine, esto pasa porque se tiende a repetir lo mismo tantas veces mecánicamente o no se busca decir nada más allá de lo inane como quien teme descubrir o expurgar cosas propias en una película, quizá porque tampoco es fácil y no está al alcance de todos, incluso de muchos que creen ser inteligentes. Escribir es un arte, así mismo hacer una buena película. Damien Chazelle analiza todo esto, sus protagonistas quieren pertenecer al cine y a su magia, esa que involucra al mundo, a millones de espectadores que quieren soñar en una sala de cine, a través de las historias del cine. Chazelle quiere ser parte de la onda Cinema Paradiso (1988), mostrar que ama, idolatra al cine, pero lo hace a través de su propio 8 1/2 (1963), en su tipo igual de extremista en su autoría, imponiendo un quehacer bastante personal, recurriendo a no querer ni poder contentar a todo el mundo. El final del protagonista llorando desconsolado -dentro de cierto feísmo expresivo, como de aquel collage final- frente al enorme ecran luminoso es la declaración de amor por el cine de Chazelle, pero lo hace formando un díptico con su película La La Land (2016). En esa anterior película observábamos la cara bella del séptimo arte, del cine americano, del cine hollywoodeense; como una comedia romántica todo era hermoso y luminoso. Ahora no está hablando del final del cine, dicho obviamente, puesto que se enfoca en los años 20 y comienzos del 30 y el cine sigue vivo y coleando hasta hoy en día, hay un montón de películas en poco tiempo -en comparación con la longevidad de otras artes- y el cine sigue dando la hora, con creatividad y personalidad. Incluso el pase del cine mudo al sonoro no se ahonda demasiado, sino se trata de ciertos personajes, de aquellos caídos en medio del mar de postulantes y estrellas, como lo expresa la fría mujer critica de espectáculos, hay miles como tú (y es normal que al pasar el tiempo unos desciendan y otros suban, es una lucha), aunque la mujer suena cruel y definitoria en quien interpreta el reconocido Brad Pitt que en su performance pasa del éxtasis y la gloria máxima a la mediocridad y a las obras alimentarias simplemente. Ésta señora crítica también parece guardar cierto resentimiento hacia quienes brillan frente a una gran mayoría quienes deben mantenerse en la oscuridad, aludiéndose a las cucarachas donde no tiene problemas en verse reflejada. La realidad es que Chazelle no contiene miramientos y no todo funciona, pero en conjunto es una película interesante, entretenida y satisfactoriamente potente. Otra cosa que se manifiesta es que en los 20s el cine aun no es tan respetado como arte como el teatro. Chazelle llena de intensidad la pantalla, visualmente y con sus historias, trata de impresionar al espectador, de impactarlo y sorprenderlo, para bien y para mal. Esto puede ser bueno puesto que exige creatividad, invención, implica salir del molde, buscar la excepcionalidad, que es cosa ardua y no abunda, pensando en lograrlo con sustancia, con virtudes, pero debe balancearse, puesto que no todo puede llevar esa furia joven y radicalidad expositiva que carga Chazelle en ésta película mostrando como el título menciona, Babilonia hecha Hollywood del cine mudo, cierta decadencia, sobreexhibición de libertinaje, lujuria y juerga a caudales, excesiva vanidad, creerse por encima del mundo, no contener control, como quiere también ser ideológicamente la película, pero esto a su vez es parte del camino de los sueños como diría David Lynch, un lugar que termina con notas en el periódico amarillista o la sección policial, en especiales contando el lado oscuro de Hollywood, con crímenes, con desapariciones, esto no es de hoy, es de siempre, pero aquí como Chazelle busca la otra cara de la moneda del díptico que es con La La Land el enfoque es otro, lo que saca a la luz es otra cosa y de esa manera vemos productores aprovechados sexualmente o un cierto esnobismo de los dueños del cine. Mucho igualmente es parte de generar momentos de acción y suspenso, de ponerle picante al asunto, como se diría, dar show. Así vemos a un elefante cagarle a un hombre encima, peor que ducha, o a la protagonista, Nellie LaRoy (Margot Robbie), vomitarle, peor que el Exorcista, a un ejecutivo dueño de una productora tras sentirse menospreciada por señalársele su vulgaridad y su origen humilde; así hay trazos gruesos como con el maquillaje humillador hacia los afroamericanos frente al "argumento" de la luz artificial que se perciben mensajes frontales y potentes (son hechos reales) aunque obvios y facilones como un golpe, buscando ganar empatía, pero que definen justamente la debacle de algunos actores, no por la corrupción que también es un factor (repudiable), sino por su falta de evolución y apaciguamiento, aun cuando muchos claman por la juerga eterna, que conduce a ese túnel siniestro a lo Irreversible (2002), pero que termina en circo de variedades, muy al estilo del hedonismo del entretenimiento hollywoodeense, con un resucitado Tobey Maguire haciendo de Birdman (2014) con un aire entre payaso y enterrador. Chazelle busca impresionar y no pretende contenerse, y esto juega un poco en contra, porque no todo puede ser excesivo en el cine. El arte tiene distintos tempos, pero por lo mismo la magia del cine yace en la diversidad del séptimo arte; hay días donde uno busca ligereza, otros días la intensidad, otros la profundidad o dificultad, hay días donde quieres relajo y otros violencia visual, uno nada en la riqueza de la variedad. La secuencia con la repetición de tomas para una escena de la actriz LaRoy con una maleta requiere un poco de paciencia del espectador pero es bastante notable creativamente; cómo la escena se centra en los zapatos de Robbie generando cambios notorios con pequeños detalles. En el trayecto semejante a una comedia exagerada se amplifican los errores mínimos, generando un ambiente de histeria, que es algo molesto, pero queda como una manifestación de personalidad, un momento especial. De la misma manera el mexicano Diego Calva tiene muchos ratos donde simplemente aparece observando a su alrededor y esto es una curiosidad, no se ve mucho un personaje así de pasivo, como si estuviera impresionado por su entorno, por lo que ve o ha visto, luego vendrá la catarsis frente a la diosa pantalla.