sábado, 14 de agosto de 2021

74 Festival de Locarno: No One's with the Calves

 


El cine alemán o el austriaco suele ser duro, son de mostrar violencia, sadismo, suciedad, sordidez. En éste filme alemán que adapta una novela nacional vemos a una chica, a Christin (Saskia Rosendahl), del tipo white trash pero a primera vista no lo parece, es más de ocultar cosas, de hacerlas a escondidas. Esto se nota en la forma como viste, en pantalla la vemos cambiarse de ropa muchas veces, con una soltura vulgar si cabe la expresión. Al ver tras bastidores en su intimidad -al verla desnuda, vestirse- es que conocemos un poco su esencia. Ella es una mujer bella físicamente, pero su expresividad la hace distinta, la hace ser más corriente, y así se comporta y así la tratan los demás. El filme implica cierto tipo de feminismo, cierta liberación, de éste lugar pequeño en que vive, de su marido, del campo, de esa típica frase de pueblo chico infierno grande que ella percibe en particular y la tiene hasta dañada psicológicamente. Christin busca emoción en la infidelidad, y se topa con un tipo maltratador, ni así -ni con la trasgresión- encuentra satisfacción. Su marido es un tipo un poco tosco, humilde, y limitado, y eso no la hace feliz, encima vive con los padres de él. Para poner la cosa peor (bien cine alemán) tiene un padre alcohólico resentido con las mujeres y una madre que ha huido y tiene otra familia. Christin intenta ser una chica libre en lo posible, una fémina alegre, pero no puede, está atada, así ella se siente, martirizada, sojuzgada, aunque es también hermética. Pero ella tiene de mal elemento, lo cual hace del personaje algo original. Es una mujer compleja, con matices, plagada de defectos, pero es la protagonista y quizá algún tipo de heroína en proceso, ese proceso es la liberación total, terminar en la ciudad. Sólo que antes tiene que tocar fondo, ¡más fondo! Ni que decir que Saskia Rosendahl entrega la piel y el alma al personaje. Es también un retrato de juventud, de rebeldía, ubicado en el campo, aunque alemán, con cierta modernidad. Ésta es una película dolorosa, donde -haciendo una mención de otro público, bajo semejante panorama- Precious (2009) luce bastante irreal -o irónica- a su lado, pero más aprehensible. La directora Sabrina Sarabi sabe otorgar bastante realidad a su filme, bastante fuerza escénica, bastante contundencia, poder y credibilidad, aunque incomodando. Es un filme difícil de ver, más para un tipo de espectador -si bien el cinéfilo más bravo no tiene clasificación, su eclecticismo es su bandera-, se entiende pero se siente como de otra parte del mundo y aunque las personas finalmente se parecen -somos un planeta, una humanidad- un tipo de características generan distintas empatías o diferentes distancias, en escenarios que pueden ser los mismos en el fondo, pero el tratamiento más particular y más emotivo para otros.