jueves, 1 de marzo de 2018

Mala junta


Un chiquillo, Alejandro (Andrew Bargsted), Tano, se dedica a robar, le falta en su vida un modelo a seguir, y finalmente medio a la fuerza lo consigue cuando es entregado al cuidado de su padre que ha estado ausente en su existencia. Su padre, Javier (Francisco Pérez-Bannen), un mecánico, vive en una comunidad mapuche en la montaña, en Wallmapu. Tano conoce allá a Cheo (Eliseo Fernández), un muchacho mapuche retraído y maltratado en su colegio, y se hacen amigos, como cabía esperar. En adelante la directora mapuche Claudia Huaiquimilla en su ópera prima pone a Tano y a su padre a discutir, tratando de que el muchacho descarriado tome rumbo y se enderece, y no caiga en manos de ninguna institución reformatoria del gobierno. Tano junto al padre y a Cheo tomará consciencia, se sentirá apreciado e identificado, y pegará el salto, pero antes las circunstancias lo arrinconaran.   

Es un filme muy naturalista, como ver comer muy humilde y tradicionalmente. El espacio rural se presta para una noble recreación sin que tenga mucho de romanticismo, todo en ello obtiene una cierta belleza en su sencillez formal, sin aspavientos. El filme de la chilena Huaiquimila comparte parecido con otra ópera prima, Temporada de caza (2017), de la argentina Natalia Garagiola, que también nos habla de un chiquillo problemático que es enviado con su padre a la Patagonia, donde a través de la simbología de la cacería se reformará, le perdonará la ausencia al progenitor y lo aceptará como ejemplo de vida.

En el filme hay un problema social general, la comunidad mapuche hace una pequeña manifestación de descontento y enseguida el gobierno se le tira encima, con lo que se revela la fricción con la comunidad indígena que suele tener problemas con el gobierno. Hay un cierto desamparo de los mapuches en Chile, que se sienten amenazados en su libertad, igualdad y derecho. Es por eso que Cheo sufre de bullying en el colegio, lo creen un incendiario, un pirómano, producto de señalarlo como estereotipo de manifestante social, con lo que se tiende a banalizar socialmente la lucha por los derechos de los mapuches. Hay una voluntad de sojuzgamiento con lo que representa algo “distinto” a uno.

Cheo es maleable con el entorno, puede verse fácilmente corrompido, sobre todo por su deseo de ser aceptado por el resto, y Tano es un tipo poco meditativo que se ha acostumbrado a hacer lo que le da la gana y esto quiere decir que lo criminal y la vagancia le vienen bien en su total libertad, perpetrándose como el opuesto de la comunidad. Tano y Cheo, de cierta manera son la representación de Chile y los mapuches interrelacionándose, una comunidad indígena marginal aceptada finalmente por un statu quo a corregir su libertinaje.