sábado, 28 de enero de 2017

Un monstruo viene a verme (A Monster Calls)

Un monstruo viene a verme es un filme conmovedor (aunque hinca sin contemplación), en la transición de dejar ir a una madre, por enfermedad terminal, a través del tratamiento -plenamente realizado- de maduración de un niño.

El director español J. A. Bayona pone para paliar esta terrible situación –ver sufrir y morir a tu madre- la fantasía de interrelacionarnos con un monstruo, un árbol curativo inmerso en la figura de un gigante. Ese monstruo (con la voz de Liam Neeson) vendrá a contarle 3 cuentos a un niño de 12 años llamado Connor O'Malley (el joven talento Lewis MacDougall, todo un descubrimiento), y espera que Connor le revele un cuarto cuento, como forma de soltar un secreto y se libere, en esta película coming of age que no teme punzar –darle duro- al espectador con lo lacrimógeno.

Los cuentos versan sobre la realidad del chiquillo, son buenas historias –las 2 primeras- que llevan metáforas (cosa que maneja muy bien el americano promedio, nunca les falta alguna), distintas a las que se suelen contar, ya que muestran la complejidad –la ausencia del maniqueísmo- y ambigüedad de los seres humanos; y la coherencia y honestidad con nuestros fundamentos a costa de no fallarnos por el favor de la realidad, por más brutal que sea la elección.  El tercero es harto práctico y poco genial en realidad, trata de la invisibilidad social y la responsabilidad (con una reacción poco creíble).

Connor O'Malley no solo sufre el desgastamiento, sufrimiento y agonía de su madre, que interpreta la talentosa Felicity Jones, como una madre con los pies bien puestos en la tierra, muy comprensiva y sumamente amorosa, también padece el bullying escolar, sus padres están separados y su progenitor –que es una buena persona, para el caso el divorcio no sataniza a nadie- vive en EE.UU. y él en Inglaterra, y tiene que lidiar con la falta de química que tiene con su abuela (la genial Sigourney Weaver) que apunta a convertirse en su tutora.

Connor se libera con estas “extrañas” fantasías (el árbol real lo tiene afuera de su casa y su madre parece haber alentado su imaginación, por lo que la terapia viene más que como curiosidad por natural en su persona), las que no puede resistir, evitar y le invaden, pero en lugar de infantilizarlo lo obligan a madurar, a razonar su situación, y es una buena alteración del que podría ser un cuento infantil, de temática adulta, adaptando la novela homónima del estadounidense Patrick Ness, mediante el uso de impactantes y bien desplegados efectos especiales (que suma encantadores dibujos animados), al servicio de una buena  e íntima historia. Nunca mejor fusionados los efectos especiales, que llegan con potencia y remiten a algo personal, familiar, el dolor, la aceptación de uno y sobre todo del mundo, enfrentar la muerte, el rechazo social, la responsabilidad de nuestras elecciones, y proponer la conciliación con la realidad.