Somos lo que hay
Única película para cine perteneciente al mexicano Jorge Michel Grau y que ostenta un cine de autor que hace la maravilla
en el género con una trama que se basa en una familia contemporánea de
caníbales que ante la muerte del patriarca deben hallar el medio para seguir
con sus rituales, es decir, secuestrar, matar, descuartizar y comer personas
para subsistir en su particular forma de vida. Con apenas algunas muertes y un
cautivante desenlace en una batalla campal entre varios frentes, pero en un
estilo gore y salvaje ésta cinta hipnotizará al espectador con una historia
trepidante a pesar de la impronta de personalidad artística que lleva, en que
se da el tiempo de generar expectativa mientras arma el panorama de una tensión
que rodea el traspiés tras la “normalidad” de esta familia de asesinos, que
claman por un líder mientras sin demasiada complicación argumental pero sólida
en su imaginación muy bien articulada deberán crecer los hijos en su hábitat
natural, y con ello más de una sorpresa nos darán. Ésta es una delicia de película que
raya en su originalidad donde más vale la creatividad de una idea sencilla, una idea bien
explotada, mientras presenta una forma que la ampara perfectamente desde más que el efecto –que
lo tiene muy bien- el recurso austero. Se trata de un claro ejemplo de ingenio.
V/H/S 2
Vuelve bajo el mismo formato de la anterior, el found footage y con un colectivo de directores donde se dan 5 historias, unidas desde la que presenta Simon Barrett en dos investigadores que tras la pista de un joven desaparecido entran a una casa y hayan videos de VHS donde se dan los restantes relatos, para más tarde descubrir que lo actual también está siendo grabado. El de Barret luce más como un gancho y es poca cosa en realidad, no tiene mucha importancia, solo es un pretexto de unificación y un ejercicio libre del género, vacuo, y sin una argumentación atractiva (aunque sea sencilla como las demás), es completamente primaria. De los otros cada uno aporta algo interesante desde distinta manufactura y éxito. El de Adam Wingard nada en algo conocido, y es algo que ocurre en general con los demás. No obstante se las ingenian de distinta forma para generar algo que ostenta un cierto toque de novedoso y que varía en cuando a cautivar la atención. Wingard hace uso de una cámara en un ojo, como prueba de una rara investigación médica de alguien que con ello puede ver a los muertos y en ese trance trata de provocarnos el espanto. Es un poco deslavazado en ello, salvo en los efectos aunque conocidos, y algunos aspectos gore del predecible intento de eliminar un problema “imposible”. El de Eduardo Sánchez y Gregg Hale es de zombies, y tiene bastante gracia aparte de ser un festín de sangre, viendo a los muertos vivientes que incluyen a la cámara subjetiva. Yacen en plena acción brutal, todo desde una simple grabación de un paseo en bicicleta en que se recurre a ángulos precisos y determinantes para hacernos disfrutar de toda la intensidad y hambre desmedido de estas bestias carnívoras donde ya el cerebro no es suficiente. Es un asalto de matanza que, como su título indica, nace de un paseo en el parque, algo cotidiano vuelto una masacre. Pero si esto parecía mucho había que esperar ver la locura que traen Timo Tjahjanto y Gareth Evans, donde todo cabe, por medio de una secta religiosa en Indonesia que termina siendo un culto demoníaco dentro de lo inimaginable en ese trayecto, tanto que las referencias se pierden en su fluidez y exuberancia. Empieza engañosamente soso el corto ya que uno no espera en lo que se convierte el relato. Cuando estas apunto de desecharlo por apagado, se da un estado de enajenación gigantesco e imperturbable en su desenfreno donde en total control de la dirección el terror permite mucho gore, una y otra vez, hasta ser como se anunciaba tranquilamente, un literal puente a otro mundo, pero no al cielo, sino al mismísimo infierno en la tierra. Por último está la parte de Jason Eisener que es una abducción por extraterrestres, de donde su mejor base es generar una atmósfera de caos y violencia en el secuestro de seres humanos, dentro del mundo de los típicos adolescentes y jóvenes rebeldes y bromistas, aunque la calidad se pegue a un movimiento molesto, de cierta indeterminación y a esa tensión del video que trata de ser realista. En conjunto V/H/S 2 sigue el efecto de presentarse como pseudo amateur en el formato, pero en ciertos casos se nota mucha escuela y con mucho trabajo en sus efectos y concretando sus historias. Lleva un terror profesional bajo la frescura de quien ama el género y se siente joven o inspirado.
Dark Touch
Dark Touch hace pensar en que es una mezcla de Carrie (1976),
el pueblo de los malditos (1960) y la Profecía (1976), propuestas que saltan a la vista, pero en realidad tiene de muchas otras películas. Más allá de reciclajes presenta como mejor
arma su ambigüedad y misterio, como una virtuosa atmósfera de tensión y extrañeza
en una buena protagonista (debut ejemplar de Missy Keating). Dirige la francesa
Marina de Van que suele manejar argumentos extravagantes (y que corre el riesgo
de al querer ser audaz provocar rechazo), como deja ver en ésta película, aun usando
referentes reconocibles. No obstante de Van logra imprimirle personalidad a su relato, que lleva
un toque europeo y hasta intelectual, aunque sus justificaciones sean gaseosas,
y se base mucho en la forma. Éste sentir de rechazo la hace de cierta manera una rara avis en el terror y por ello alguien que
aunque no completamente cautivante si con una imaginación que vale la pena
“tolerar” y no hay que desdeñar. Genera un miedo a lo difícil de reconocer pero partiendo desde ciertos lugares ubicables, como en una tergiversación del lugar común, entre lo humano,
el trauma, la ansiedad o la venganza, y lo diabólico a descubrir. Resulta una
trama engañosa en buena parte pero de ahí sus múltiples lecturas.
Maniac
Remake del clásico de cine
B que dirigió William Lustig en 1980, y
que mejora su estética pero explota todo lo sugerente e ingenioso de la obra
origen, lo amplifica y le saca sustancia en su argumentación. Pero dándose
libertad como hacer uso de la representación de la cámara subjetiva en el
asesino serial, en un slasher enfermizo como su personaje, que un Elijah Wood
logra concretar con éxito con su fluida y elaborada expresividad (a
contracorriente de su imagen y que habla de alguien talentoso). Genera un
estado asocial de ansiedad y desequilibrio, aunque Joe Spinell era físicamente
más perturbador en su normalidad y su cariz de tipo feo y ordinario, imperfecto
en todo aspecto. Wood es más actor pero Lustig le imprimía a su historia que
refractaba en su personaje un realismo sucio más inquietante. Sin embargo, el
nuevo Maniac, obra de Franck Khalfoun, logra proveerse de cierta creatividad, mayor fondo que trasluce. Tiene
una calidad que le saca provecho a las deficiencias de su antecesora, y logra
ser cautivante, con notoria mayor pulcritud y un guión más refinado. Pero el
original sigue siendo lo que es, emana cinefilia y sugiere una gama de
atributos en su relato debajo de su predominante cariz de entretenimiento, que no
teme fluir despreocupado, lo que hace de ambos dos propuestas valiosas,
dándole el merecimiento al que corresponde de haber sido la primera obra y merecer
un remake, que está a la altura por saber sacar provecho a los recursos y
atreverse a aportar algunas audacias, aunque el final de la primera es otro
ejemplo de la siempre admirada atípica y desestabilizadora magia de la "espontaneidad" por sobre lo económico y el anhelo de lo
rebuscado o lo más profesional.
The battery
Obra independiente sobre zombies, de aspecto grunge, de un vagabundeo artístico de cierta creatividad, y que es el viaje de dos amigos por un mundo apocalíptico con muertos vivientes
algo torpes, más lentos que de última costumbre, débiles pero peligrosos a fin de
cuentas si te muerden, aunque mucho menos
intimidantes de lo usual, tanto que uno de estos dos rebeldes ex
profesionales del béisbol que son los protagonistas se masturba mirando a una
zombie de grandes tetas cuando esta no puede romper el vidrio y comerse su
cerebro pero sigue chocando contra la puerta de su auto estando él dentro mientras se observan mutuamente en sus propios mundos y curiosos anhelos. La historia es la
de una constante inmadurez, la de rodar sin perspectiva, para Ben (Jeremy Gardner, productor, director, actor y guionista del
filme) y Mickey (Adam Cronheim). El primero quiere un lugar normal, y algo de
calor femenino, es más sensible; el otro solo intenta entretenerse como puede, despreocupado si el planeta ya no es el mismo, él no quiere cambiar, vive
sin reglas, es grosero y vulgar, y mata sin miramientos. El conjunto es un
cúmulo de intrascendencias, que parecen las vivencias de dos jóvenes modernos
cargados del nihilismo y la libertad del vive hoy y no pienses en nada. Es una
obra que tiene mucho desparpajo y personalidad, como un Ben bailando con una
pistola y una botella de whisky; unas bromas típicas de universitarios salvajes, como meter a un muerto viviente al cuarto de su compañero y esperar que este se
haga hombre matándolo con un bate de béisbol; y cierto absurdo como el del
desenlace en el vehículo. Los zombies son casi un pretexto de ambientación
original en un cariz de autor que se
entretiene con un aire adolescente, alternativo, rebelde, muy cinéfilo y que
ostenta mucho entretenimiento. No pesa ni fastidia tanta idiotez. Aunque tiene
de ello sale indemne con su cierta audacia general, gracias a su naturalidad, en un contexto de pseudo terror, al que se le suma algún drama existencial de aire naif, sin
demasiado interés en querer ser más que algo básico sin reales pretensiones, salvo las funcionales a sus dos realidades, la del vacío y el de la
supervivencia vista con relajo, dentro de un efectivo pero ligero toque de
extravagancia, en medio de una línea de coherencia detrás de su sentido de actualidad
juvenil, representativa. Es una puesta bastante sencilla pero ingeniosa, sin
duda; de como tener ideas con algo tan conocido y para muchos gastado.
Insidious Capítulo 2
Hay que comenzar diciendo que James
Wan se ha convertido en uno de los grandes nombres del cine de terror, parece
que ya ha hecho historia en el género o muchos lo creen así, si bien ha dado el
salto a la acción en su próxima película, para oxigenarse. Recuerden que empezamos a conocer el estilo de Wan y eso se gasta, siendo una
de sus mejores películas Insidious (2010), por lo que hacer la secuela ha sido
en orden al mérito de su antecesora, y él evitando el error ha preferido seguir
con los parámetros de la primera, tanto que parecen variantes de una misma
propuesta, es decir guardan muchas semejanzas en lo formal, aparte de
lógicamente en su historia; y es más, la segunda complementa a la anterior,
ahonda donde se quedó y le atribuye más argumento, que hay que decir que suelen estar muy bien explicados y son claros, moviéndose con mucho control. Se puede ver que tiene ideas
concretas en el cine que hace, suele recurrir a una gama de ellas que mutan un poco pero siguen siendo identificables debajo de todo. En pocas palabras lo tiene
muy claro, sabe a qué recurrir y ahí aporta su mundo al horror, aun recurriendo
a ciertos referentes generales que no suelen faltarle a nadie ya habiéndose
recorrido mucho en el séptimo arte al que se acomoda mejor. Genera atmósferas
de tensión en el espacio que solemos sentirnos seguros, y lo hace con tan solo
pequeños detalles. Se enfoca en el lugar que uno más ve por él, la familia, es decir se mueve a través de nuestra emotividad más preciada. No recurre a la sangre ni a
demasiada violencia, lo suyo es sugerir, inquietar con imaginación de algo
inminente, permitir sentir ansiedad y no caer en lo explicito sino generar un
constante estado de peligro (el secuestro, el homicidio involuntario o la
locura asechan), de posible situación de gravedad, que deja ver algo que no
sucede sino deja una elipsis de posibilidad, hasta llevarlo al desenlace en que
ya se explaya, se ve abundante. Reúne sus cartas en algún clímax definitorio de
lucha y se basa en los conceptos argumentales que ha manejado en su tramas,
como en el presente en la forma de fantasmas sufridos o diabólicos que tratan
de adueñarse de un cuerpo humano que puede proyectarse fuera de este y permite
el anhelo ajeno de los muertos que vagan en el mundo. Juega además con varios
lugares o líneas contextuales como en el ingenio del más allá que podemos
presenciar con apenas una lámpara y un lugar en tinieblas, y es que el temor se
mueve hasta en planos distintos y hacia personas o lugares, muta aunque parte
de la casa embrujada. Nada demasiado especial como se puede notar pero se debe mucho
su logro a saber explotar el lugar común, ser contundente pero fácil en su
argumento y permitir que la forma sea refinada, salvo en algún ridículo que
suele asomar como ver al demonio con pezuñas y cuernos, o a una tipa mal
maquillada de la que nos hace dudar de su capacidad homicida o a un niño
travestido traumado en busca de una nueva infancia, pero son “licencias” que
permiten una cierta novedad para mientras tanto poder jugar al detalle y a
la inquietud que es su fuerte hasta que llega el choque que tiene parte de
formalismo y reiteración aunque ya ha hecho méritos más que suficientes que
mantienen un buen fondo (aun siendo poco ingenioso lo de la dama de negro que
es como un pretexto simple para crear un monstruo), especialmente en los
momentos de tensión donde es más que artificio de terror (intervienen ahora los
padres en un mismo cuerpo despierto, siendo muy fiel a la misma trama pero ensanchada y más activa). El filme cumple, es muy entretenido, que es de lo que se trata todo este conjunto
tan bien articulado y puntual que parece albergar una tercera película en el
futuro con ese final abierto, nuevamente.
Haunter
Carrie
Qué difícil es tratar de hacer
un remake de una película tan querida y admirada, una que tanto entusiasmo le
ha provocado al espectador y amante del terror, tanto que parece un suicidio
intentarlo, ¿se podrá lograr realmente superar o repetir con la misma historia el alcance de una obra emblemática del género? Porque lo que hizo Brian de Palma es grande, aun pareciendo algo
cutre e imperfecta, una cinta con cierta estética atrevida que denota unas
formas poco ostentosas. Un problema con la nueva obra de Kimberly Peirce es que
sus actores todos están lejos de tener la idoneidad de antaño, porque los suyos
son anodinos como la pareja de promoción al lado de la simpatía y ambigüedad en
intenciones de William Katt o especialmente la sobreprotectora entrenadora que
roza lo risible si comparamos a la actriz Judy Greer con la anterior. La actual
es una elección muy pobre de un secundario que logra colarse en la mente del
público y es decisivo para cierta reflexión y desencanto. Aunque Piper Laurie
luce histérica, antipática y exagerada, lo que hace Julianne Moore le falta un
poco de la pasada espontaneidad de ella aun
siendo la mejor del grupo reciente, en parte rescatable en su fineza
interpretativa, mientras lo de Chloë Grace Moretz está muy lejano de la
performance de Sissy Spacek, la que tenía realmente de rara en su figura
exótica además. A Spacek uno podía creerle que su enojo la vuelva de alguien
tímida y dulce en alguien desbordada de venganza. Grace Moretz en cambio se
encoge hasta jorobarse y achicopalarse adrede teniendo en sí una imagen de
cierta belleza natural y se huele a metros el efecto, la técnica si se quiere,
y luego a lo suyo le falta sangre para no caer en la casi caricatura de la
desproporción que le exigen, no llegando a tener la conmoción visual pegada al
argumento de quien la precede, y salta abruptamente a otro estado como de un
conejo a un oso. Spacek por su lado es distinta porque mantiene matices en el
trayecto, tiene un aura de complejidad, de emotividad, de fragilidad que sirve
para generar mayor credibilidad en su inestabilidad y calidad de impredecible, anticipada con la sentencia de la burla que le augura la madre. Si uno no la
hubiera visto quizá estaría contento con Moretz pero viendo la sutilidad de la
personalidad de una verdadera outsider que encarna Spacek es imposible
creerle a la nueva Carrie. Ese es otro problema, Kimberly Peirce hace gala de
mucha exageración, demasiado efecto especial y superpoder, Carrie ya no parece
humana. Es notoria la limpieza y estética del remake que funciona en
su contemporaneidad, pero pierde toda la esencia del relato, se vuelve un
espectáculo. Malgasta cada momento de inquietud por un dramatismo desbordado
en lo artificial e insípido, que desdibuja la complejidad argumental por algo comercial. Yace demasiado pulido hasta perder carácter y genialidad, se convierte en muy fácil,
porque lo de De Palma es historia ante todo más que forma, y despreocupación (incluso una mano “absurda”
genera un grito de locura en complicidad con nosotros), espontaneidad, carisma,
y real incomodidad con el fanatismo religioso que roza el ridículo, vapuleando
y humillando, minimizando a Carrie hasta afectar y amargar al espectador, y
luego la rodea de misericordia y amabilidad, de candor y resolución, de un
respiro, en que ella misma clama por normalidad en su voz susurrante que busca el propio temple de la mano de la comprensión de una contundente loca. Luego se da el golpe decisivo
en su calma ante la desconfianza, se sabe manejar los diferentes estados de
atención, mientras la última Carrie pasea por la frialdad del ecran, le falta
alma por más bello formato que tenga, y siendo superior su estética no tiene ni
la sombra de la ardua bipolaridad y empatía de su trama pasada, lo pierde todo
por no ensuciarse en la cancha, y parece paradójico pero la imperfección es
riesgo y vida, intensidad, y eso no posee la de Kimberly Peirce que parece ser
otra historia aun "siguiendo" a la de De Palma que seguramente
sentirá un aire de reconocimiento cuando yace un poco aplastado por el presente
de su obra. Ni hablar, la nueva Carrie se amolda a lo contemporáneo idóneamente
pero pierde por goleada en su exceso técnico, y en el cariz de su reparto que
no llegan a contener ninguna esencia argumental como otrora, no al mismo nivel
interpretativo ni se permite audacias en lo que más vale, su historia, sino
pierde credibilidad en la simplificación de lo complejamente sugerente.
The pact
Película pequeñita y ópera
prima de Nicholas McCarthy a la que hay que prestar atención en su argumento
mínimo pero algo complejo en donde se da un relato paranormal que implican algunos
homicidios sin resolver en medio de un misterio en una casa embrujada. No es bueno revelar demasiado de la trama porque son apenas algunas pocas premisas
las que encierra, pero muy bien articuladas y que se irán develando de forma
clara y precisa. Todo el poder escénico se ampara en la actriz Caity Lotz, una
bella rubia californiana de baja estatura que yace en su debut cinematográfico,
el 2012. Tiene algunos momentos medio bobos con una pálida y ojerosa vidente en
pantuflas, pero se ajustan perfectamente a la historia, digamos que hay una
cierta interacción extraña con ella y su protector que aporta a cierto tono del
filme. No posee muchos grandes momentos, salvo en el lado de las revelaciones
mientras maneja varias temáticas. Se nota que le antecedió un corto el año
anterior ya que utiliza poco recurso, tanto que apenas asoma algo romántico y
de lleno entra en cierto desconcierto, y es que si parpadeas te lo pierdes. No obstante con poco trabaja bien, y vale la gracia de verle, pero sin esperar gran
cosa.
Modus anomali
Una película que irremediablemente
o te gusta o la detestas, es muy extrema en su audacia y eso cobra una factura
de pasión y empatía en quien la vea. Hay que recalcar que solo aguanta un
visionado tras semejante sorpresa que guarda en su segunda mitad de metraje, en
una precisión abrumadora pero coherente desde la imaginación perfeccionista. Se
trata en líneas generales e iniciales de que un hombre despierta enterrado en
un bosque cuando está pasando por unas vacaciones familiares, mientras hay un
asesino suelto que le persigue a él y su familia. Mientras trata de recuperar
la memoria tiene que tomar la rienda de la situación y tratar de sobrevivir. De
ahí el resto es espectacular en un giro impredecible y original, y es mejor no
saber nada al respecto sino se malogra la sorpresa y el acto de genialidad de
sus postulados explicativos, que desconcierta sin medias tintas, y de ahí que
muchos sientan que el director indonesio Joko Anwar o te enamora o pienses que
lo suyo es estúpido. Tiene de terror de supervivencia con algo de gore en ello,
y se luce muy argumental en una premisa descabellada que bien vale un visionado
curioso.
The conjuring
La presente es la obra maestra de James Wan,
y sin embargo ahí está Insidious detrás. La argumentación queda bastante
redonda, explicada desde sus investigadores paranormales que toman la posta ya
no en forma cómica sino enseñando los pasos del mal que se cierne ahora sí en
una casa embrujada, donde el mal crece y se fortalece, como en las anteriores
pero ellas en su formato estructural más que en su trama, hasta llegar al
culmen en el exorcismo y el peligro a flor de la realidad ya no en la
sugerencia tras la constante amenaza predecesora y hasta pueril, para llegar a
un estado de desborde en que ya todo se conoce, se usó y hay que cerrar el
círculo, mientras el mal viene más diversificado que en sus otras películas. No
es un ente sino varios, como con los objetos, el mal tiene distintas presencias
y elementos de ello. Los detalles se mueven por varios referentes (títeres, una caja de música o pájaros que
mueren al estrellarse con la casa) pero todo llega a un punto, el ente de esa
soga del árbol. Vale en Wan la inquietud y la razón de sentirla en lo
específico, el resto es luego unir cabos y denotar que la imaginación siempre
deriva, pero es notorio saber que el ingenio yace en esos pequeños momentos, de
donde luego sentimos que no nos han timado con nuestros miedos y hay una
historia conjunta. Wan en segundo plano sabe que el juego sigue en el
misterio detrás del temor aunque el argumento es conocido (las marcas de golpes
en la madre o el acecho de lo desconocido en el cuarto de las hijas), e igualmente nos cautiva. La forma es la que permite la atención, aunque a veces
no nos demos cuenta y esperemos el gran desenlace, que viene tipo fiesta para
pagar la entrada, sin saber que lo que más nos agrada son los pequeños sustos,
que en realidad pueden ser inconexos. Es ahí que ya no es de una gran idea de
lo que hablamos aun siendo sólida la trama, sino del encanto de lo mínimo, de
la tensión de la sorpresa situacional (como en el aplauso de un ente no
identificado o la sábana que permite ver que el miedo está en donde menos le
creemos, incluso en lo infantil, o peor aún el horror puede vestirse además de
un audacia refinada de explicites con los fantasmas a vista de la sazón de la
oscuridad de un sótano). No obstante, no hay que obviar que tiene una lógica
en donde genera miedo, y de ahí que falle o no el efecto –que no lo hace, porque
funcionan- sigue manteniendo su cierta solidez independiente que luego se
relaciona con la gran libertad que otorga el conjunto que encierra el concepto de una casa endemoniada plagada de misterios. Ya no
solo es la música que se eleva de golpe o el recurso del sobresalto de lo que aparece
de pronto en nuestra atención, sino que la sencilla explicación y la claridad
permiten el aplauso futuro, para un artesano como este afamado director de tan
solo 36 años de edad.
You are next
Película de Adam Wingard que es un slasher muy primario y clásico sin demasiadas pretensiones, salvo algunas estéticas en sus asesinatos, y que resulta sumamente efectivo, donde lo mejor es su intensidad recreativa que cautiva y entretiene mucho (los argumentos arduos sobran aquí, no hay, y no son necesarios en ella, lo suyo es ir al punto sin regodeos bajo la intrepidez e inmisericordia homicida “irracional” de unos psicópatas), lo que será miel para los aficionados a las cacerías humanas en el ecran, junto a unos tipos disfrazados con máscaras de animales mientras escriben lo que implica el título, torturando a su víctimas con la frase tú eres el siguiente (en una propuesta no exenta de humor negro), pero en donde el filme tomará un derrotero inesperado cuando una presa decida contratacar con una inteligencia y contundencia que trastoca las expectativas. Los papeles pueden llegar a invertirse en varios planos tras una segunda parte de revelación donde el misterio inicial que invoca el terror de los serial killers se humaniza. Ésta es una puesta de buen cine de horror puro y duro. No se salva títere con cabeza y brilla la explicites de sus muertes sanguinarias. Sorprende ver al cineasta Ty West como uno de los invitados en lo que todo comienza con la cena de aniversario de bodas de un matrimonio longevo de clase alta que conmemora su celebración familiar en una casa de campo junto con sus 4 hijos y sus respectivas parejas.
Kiss of the damned
¿Quién no conoce a John
Cassavetes?, bueno, su hija, Xan
Cassavetes, sigue sus pasos en el séptimo arte con su debut en la dirección
cinematográfica pero con una película de terror. Se trata de una historia de
vampiros, muy en el estilo europeo con una engañosa cubierta de autor que no
pretende generar muchas ideas ni ser demasiado original, pero que luce muy elegante
en todo sentido. Se representa a la clase alta y cuenta con dos
protagonistas francesas de gran atractivo físico y sensualidad, explotadas en la
historia y en escenas sexuales y en sus instintos asesinos, junto al actor
americano Milo Ventimiglia que enamora apasionado -y convincente por una vez en su vida- con
una de ellas, con Djuna (Joséphine de La Baume), con quien vive el drama de su
extraño idilio mientras buscan adaptarse a una vida de anhelo de sangre y tratar
aun así de evitar la tentación homicida, que se complica cuando la salvaje y
cruel hermana menor de ella, Mimi (Roxane Mesquida), entra en su mundo con toda
su contemporaneidad y rebeldía, y trata de corromperlos y a toda criatura que
no quiera matar seres humanos. Éste es un filme
lento, de bello aspecto técnico y que más invoca lo romántico que un verdadero
horror pero que tiene lo suyo al respecto, aunque tenga cierto sabor en su
fondo a telefilme, compensado y encubierto con su estética, su delicadeza
escénica. Argumentalmente es austero y no implica tanta emotividad
como quiere adjudicarse o es el caso de que se queda por encima sin generar
algo realmente productivo e intelectual, o su sensibilidad es de cartón, muy
intrascendente a fin de cuentas, o es que uno no agarra su empatía de
telenovela, aunque puede ser simpático para aquellos que busquen atributos como
el amor en medio de la dificultad de ser una criatura por naturaleza diabólica en
un empaque demasiado atractivo de seducción pero que reniega de una condición
que no puede evitar seguir. Tiene cierto toque existencialista que no
profundiza demasiado y se queda mayormente en la superficie, en ese vacío que
luchan por vencer y que se pega a sus formas en medio de la opulencia y la
extravagancia innata.