Proviene del director de Rec (2007), famoso filme español de
terror que se adscribe a la cámara en mano imitando un documental, denominado mockumentary o falso documental. Le pertenece a Jaume Balagueró, que ésta vez nos
pone en pantalla a un hombre que no puede conseguir sentirse feliz. Deprimido y
proclive al suicidio decide hacerle la vida miserable a una chica que vive en
el edificio en donde trabaja de portero. Lo hace a escondidas con el más horrible
afecto a esperar destruirla.
La tensión es de una notable capacidad creativa. El
susodicho llamado César (Luis Tosar) suele esconderse bajo la cama y esperar ahí
a su víctima, con lo que se fabrica siempre un riesgo y una continua sorpresa
en ese movimiento. En un momento
producto de ello se da uno de los mejores clímax del filme. Sólo una
niña sabe que éste trama algo contra la vecina, la bella y sonriente Clara
(Marta Etura); pequeña que luego de una magnífica actitud de malacrianza y
picardía detrás de algunos chantajes no
logra verse convincente como actriz una vez que siente el pavor de verse
afectada por ese trastornado que llena un apartamento de cucarachas en busca de
sentir satisfacción con el dolor ajeno, como forma de sentir que no es el único
negado de la alegría por la vida. El
malsano sujeto tiene una confidente que es su madre, una anciana postrada en
una cama de hospital que escucha constreñida como su vástago trama las torturas
contra una pobre chica que no ha hecho otra incitación que tener la mala suerte
de haberse cruzado en su camino.
Luis Tosar nos proporciona una cara productiva de la perversidad
en su detestable personaje y aunque logra atrapar la sustancia de éste, pesa
sobre él algo de la fama que le atribuye una nutrida filmografía, a ratos
cuesta desligarlo de una imagen menos cruel, sin embargo mantiene en general un
equilibrio en todo el metraje sosteniendo los actos de iniquidad que son el
reflejo de un alma vacía. El filme juega limpio, es muy transparente y hasta
simple; ella es la inocencia y la felicidad; él, el odio y la venganza gratuita,
la realización en doblegar el optimismo
y la buena fe del prójimo.
Balagueró recurre a figuras concretas que focalizan ambas
esencias antagonistas, Cesar subido en el filo de la azotea monologando
deprimido su situación emocional; Clara bailando libre y entusiasta misma Tom
Cruise en Ricky Business (1983). Puesto con claridad el contraste a la vera del punto
de inflexión que de arranque nos fabrica el relato, el desarrollo es cabal con
el leitmotiv de la película. Aplastarla hasta llevarla a su propio estado de
ánimo es la misión que se ha propuesto ese solitario y mediocre portero que
mueve los hilos de un castigo perverso, con lo que se desencadena el terror
realista que nos ofrece el cineasta catalán, decidido a darle verosimilitud a
su obra, sea haciendo presencia la policía o cuando alguien descubre al
culpable de tanto percance qué padece Clara. No obstante la reiteración, la
convicción y el éxito nos remiten a algo fantasioso, que como divertimento hace
maestría, desinteresado de tomarse demasiado en serio, como con algunos sonidos
fuera de contexto, algo humorísticos para la vejación que se nos narra a flor
de sentirnos culpables de alguna vez haber deseado el mal a aquellos seres humanos
que tachamos de irreparablemente excepcionales para contener la buena voluntad,
la afabilidad y el optimismo.
En parte duele el sufrimiento y la maldad de donde viene pero
también se hace algo superfluo, con cierta falta de empatía para con el
espectador. La saña no está edulcorada sea para bien o para
mal. Aunque hay una notoria fuente de conmiseración hay algo de justificación
en Cesar, punto a favor y necesario del filme. Los gritos desesperados en la ducha algo merman su arbitrario proceder, si bien a fin de cuentas termina
siendo algo caricaturesco, pero tampoco el formato lo desvirtúa sino lo hace
encajar, funciona. Es un filme con aire ligero, despreocupado,
accesible y no por ello reprobable, porque juega bien sus fichas y se hace ágil
y entretenido, algo irónico pero real con la magia del séptimo arte que a veces
nos acerca y a veces nos distancia, aquí lo vemos de lejos como con esa carta
conclusión ya exagerada, la marca de un cuento cruel que nos remite a una metáfora
de tener los ojos cerrados con algunos malvados que se mueven como reza el
título mientras dormimos, una sacada de vuelta a esa frase de poner la otra
mejilla, de no ver y no hacer. Se puede amar lo que se odia nos dice la
película, a un caso y en el otro esa es la única salida que encuentran Cesar y
Clara.