Si vemos la actual cartelera cinematográfica nacional e
internacional resulta ineludible la nueva cinta de Spider-Man, la que convoca
mucha presencia en las salas de exhibición, amplias colas y un lleno abrumador
digno de la máxima envidia de otras propuestas, agregando el cariño que
despierta en el público el personaje del cómic, del que para Marvel es su pieza más popular, ya
antes llevado a la pantalla grande en tres oportunidades, en la dirección de
Sam Raimi, y a la televisión múltiples veces con lo que reconocerlo y
apreciarlo es casi un hecho si se hace un mínimo de mérito creativo siendo una
apuesta grande dentro de la industria del séptimo arte.
Si la analizáramos diríamos en palabras directas que ha
estado bastante bien para la desconfianza que se temía tras 5 años atrás en que
tras la última propuesta disminuyó su éxito en el ecran y sus participantes
principales entre protagonistas y director perdieron el entusiasmo. Ésta nueva Spider-Man tiene un perfil bajo o “modesto”, dentro de lo imaginable para una cinta
de su envergadura comercial, que le ha jugado en favor, quizás temiendo despertar demasiadas expectativas y rebote contra ésta, sobre todo con lo apabullante que está resultando la
proximidad de The Dark Knight Rises y frente a la otra gran producción en el rubro, The Avenger, aun con la distancia afectiva que implica en comparación. Batman en cambio tiene una obligación de
agradar mucho mayor y eso -aparte de ser el superhéroe por antonomasia por
encima de un Superman perdido en el tiempo pero con una etapa de gloria en la
actuación de Christopher Reeve- se debe también a que en manos de Christopher
Nolan se ha elevado la profundidad de la propuesta cinematográfica, tarea fácil
en comparación a lo que hizo Joel Schumacher destruyendo el alto nivel que
implicó lo hecho por Tim Burton y que con Nolan ha llegado al paroxismo.
Spider-Man llega tranquilamente, casi sin ser competencia y sin ninguna
preocupación (afuera, claro, de cara a la percepción de la gente), gracias a la
receptividad de las figuras de esa cultura popular global en pantalla grande y a
su propia imagen histórica, aunque esperando el espectador un retorno algo distinto,
y sucede, entre comillas, ya que el hombre araña se auto-recicla y sale a la
carga pero con la misma esencia que ilusionó a los fanáticos en el cine con las
dos primeras películas de Raimi y eso quizás porque es inamovible el espíritu del cómic o
lo que siempre ha pretendido Stan Lee con éste superhéroe.
Se vuelve a contar la historia del superhéroe arácnido, pero
esta vez desde la pérdida de sus padres y su traslado raudo a su nuevo hogar
con sus tíos, unos más frescos Sally Field y Martin Sheen en los papeles
respectivos de tía May y Tío Ben, dos grandes estrellas del séptimo arte que
revisten de nivel a la película, siendo además indispensables en la trama ya
que uno inspirará la responsabilidad que el joven superhéroe requiere en su
labor y la otra es su vínculo con su sensibilidad y debilidad.
Ésta vez la posta es de Andrew Garfield, el cual logra
concebir la juventud que prodiga su director Marc Webb en toda la trama. La
filosofía de Stan Lee, el creador del cómic, yace en todo el filme nuevamente
pero ésta vez más flagrante aún en la dirección de Webb –un experto en el
asunto tras ver su destacada ópera prima (500) days of Summer- con respecto a
destacar la edad y el contexto detrás del deber como paladín de la justicia, y
aunque ésta apunta notoriamente a un público
joven se deja apreciar por un público general dispuesto a disfrutar de una
cinta ante todo (únicamente en realidad) entretenida que no pretende nada
complejo salvo rodearse de unos toques de identificación existencial bastante
básicos pero primordiales en esa primera edad tan conflictiva, el bullying en
el centro educativo, el primer amor en la ilusión de la chica perfecta o la
adaptación a un espacio social que desprecia o afirma y ubica de forma tajante,
agregándole a nuestro protagonista un hogar atípico y un aire independiente y
solitario a cuestas.
El rival, algo indispensable para el tipo de película que
estamos viendo, fue pensado aquí como algo ante todo superficial en la
esencia de las películas de Raimi y los
programas de tv. que le han antecedido, es decir todo lo audiovisual que se ha hecho
en Spider-Man, a diferencia de Nolan en
que el Joker absorbía de la esencia de la anarquía bajo tesis argumental, bastante
mejor todavía que lo que aspiraba Ra´s Al Ghul, una limpieza de la iniquidad
humana tergiversada de la misma presencia de Batman y mucho más que la
propuesta simplista de El hombre araña presente, hacer una raza más fuerte, pero
¿cuál?, de lagartos. No obstante nuevamente hay coherencia en toda la
propuesta, recordando que lo que importa aunque no parezca está detrás de la
máscara, lo que viene después es el ente puesto en la labor de acatar su
responsabilidad entendiendo de que background sucede.
El doctor sin brazo
convertido en lagarto es solo el lógico pretexto para que Spider-Man ejecute su deber, ese
recalcar una y otra vez hasta asimilar que ser un superhéroe es asunto de
valores y que todos podemos serlo, como cuando el hombre araña le dice al niño
que se ponga la máscara, dejando el mensaje de que tú también puedes ser un
héroe anónimo. El doctor sin brazo lo caracteriza Rhys
Ifans, con quien se apuesta como antes por un secundario no tan conocido, pero
interesante en el cine, tal cual lo hiciera Alfred Molina en la mejor película
de Spider-Man que se ha hecho hasta la fecha.
Con una misión sencilla de resolver en el guión, la fuerza
yace nuevamente en la identificación de la cotidianidad juvenil de Peter
Parker, para ello lo acompaña Emma Stone como la otra novia famosa del hombre
araña, Gwen Stacy (Mary Jane llegaría después), mención especial y abridora de
que se destaquen constantemente las piernas de la espigada actriz a la par de
su simpatía. Stone es guapa aun en un tinte extraño a como la solemos ver (pelirroja le queda mucho mejor). Sin embargo lo que más atrae de ella en conjunto es su
soltura, esa que nos hace pensar en ese rótulo americano de la chica de al lado, pero, claro, en el fondo, con atributos inigualables (solo es una sensación ficticia), que no
choca con un desbordante magnetismo gracias a una estilización proveniente de
sus piernas y su altura, la grave sensualidad de la chica hot del instituto, como
de un carisma, dulzura y personalidad envidiables, a la que se suma la fuerza
que exuda, algo innato en esa seguridad que manifiesta. La química está
bastante bien aunque parecen algo comunes en su interrelación, lo que se pude
interpretar quizás como una virtud y un gancho típico de cierto cine americano.
Andrew Garfield, el nuevo Spider-Man, luce por su lado una
naturalidad para verse entusiasmado que es una parte indisoluble de esa
juventud que aborda, como el cambio de un retraído, pero inteligente e idealista muchacho, a un vigilante de la ciudad. Éste Peter no es un nerd, como el de Raimi; al inicio se ve un poco en el maltrato
escolar, pero apenas, porque luego hasta se venga de una golpiza, una que enfrenta valientemente al saber que va a perder. Aquello yace sugerido más bajo un modernismo, que lo
alcanza a él también, en donde dan a entender que ya no vende la figura medio bobalicona que aparecía más
palpable en Tobey Maguire. Sobre todo con semejante contexto, alguien capaz de surcar el cielo desde lo alto de los rascacielos. En Garfield se mezcla la inocencia con la picardía y audacia (bromea con un
ladrón y hasta con la policía), y eso es parte de Webb, que se lo adhiere a la
personalidad del personaje, como quien estuviera en medio del desarrollo mental,
pudiendo ser infantil y rebelde (monta skateboard), compaginado perfectamente
con esa mirada del encumbramiento que tiene en ciernes, para cumplir con “un
gran poder conlleva una gran responsabilidad”, que dice la frase acuñada por
Stan Lee, trasmitida del Tío Ben a Peter.
No puede pasar desapercibida una mención especial al
actor Denis Leary, la verdadera novedad del filme, con una estupenda actuación,
para quien suscribe la mejor del grupo, éste hombre maneja el sarcasmo como
pocos y aunque su papel es menor en la interpretación del padre de Gwen y jefe
de la policía pone fuerza en atrapar a Spider-Man y en ayudarlo sin generar incongruencia.
Si hay algo a resaltar de Spider-Man es su frescura; se
repite mucho lo ya contado y el enemigo es plano, muy funcional, pero llega
rápido el mensaje en un buen empaque, y el ritmo es entretenido. Lo que me parece tremenda falla es la escena del desencadenante de una muerte principal, que parece el
comercial de alguna zapatilla para chiquillos "audaces". El 3D más es adorno en todo el
filme, a uno le es indiferente a pesar de su presencia atípica, salvo cuando Spider-Man
echa a volar y podemos coger algo de esa magia, de esa aventura, sintiendo ese
vértigo y agilidad especial. Spider-Man no es en su mayoría novedosa pero sí muy divertida y cool, como dirían los norteamericanos, sin que sea reto para el esperado Batman de
Christopher Nolan. Se vislumbra una segunda parte en el
desarrollo de la muerte de los padres de Peter: ¡Que venga!