No puede pasar desapercibido que hay una narración en off que anticipa recurrentemente el clima posterior de la historia y que nos deletrea los acontecimientos ayudando a entender el ambiente mínimo que ocurre pero que se nos hace como una intrusión que hace recordatorio de una falla general en lo que se ha fabricado, una sorpresa viniendo de un cineasta de la envergadura de Hsiao-hsien. Pero haciendo cierta salvedad puede que él halla estado buscando otorgar un estilo a su obra. No obstante pasa por error técnico ya que desfavorece el producto al incurrir en descripciones que hacen lo que debieran hacer las imágenes y sin tampoco haber tenido que abandonarse a la dificultad.
Una segunda forma estructural especial del filme es una sensación de fragmentación, no en forma ordenada, que se articula como en un especie de rompecabezas de piezas apenas separadas, esto le da dinamismo, versatilidad y se puede ver como una gran virtud del producto ya que de no ser así fuera algo más cansino y tedioso por carecer de intensidad en su trama.
Un síntoma general aún con el ambiente de grave inestabilidad, celos violentos y fastidios complicados de su primera parte o un segundo plano elíptico de su siguiente mitad en relación a repercusiones criminales es lo anodino, lo apacible, lo frívolo o lo intrascendente. Hay una tranquilidad que se pega a la pantalla y aborda al espectador, un querer no impresionar al público, aunque halla una modernidad que es escandalosa, pero que no quiere tocarse de esa forma más que mostrándola tal cual, y que tampoco deja fuera un aire romántico o inocente que distribuye una dosis de fe en la monotonía actual y una diafanidad en medio de todo, una adaptación general y un aire de condescendencia hacia lo que administra el título de la realización, una nueva era, un baile festivo que no lo es tanto pero que no llora sus nuevas maneras sino que sigue creyendo y queriendo la felicidad con un optimismo seco a prueba de derrotistas, depresivos o pesimistas, como con el viaje último para ver paneles publicitarios.
Hay enojo y desencanto, por eso nuestra protagonista bebe y fuma con efusividad o evita caricias o preámbulos sexuales. Sin embargo el tono interior flota leve en toda la historia. A pesar de la gigantesca agresividad existencial negativa, Vicky sigue soñando y viviendo buenos momentos. Cree que quien la dejó quiso llamarla para volver a reunirse con ella en otro lugar fuera de Taiwán; sigue viendo afectos en otros y proyectando una cierta emotividad fuera de los errores amorosos.
Tenemos una película de algunos rasgos psicodélicos en el inicio y luego oscuros en vínculo con el amor de ese llamado nuevo milenio en que nada es tan fácil como antes o así reza siempre la frase del pasado siempre fue mejor. Efectivamente nada es igual. Es una auscultación cinematográfica de un pensamiento conocido pero trabajado con destacada delicadeza sin faltarle fidelidad. Resulta bastante interesante desde la contextualización china aunque desde un sitio moderno como Taipei. No obstante resulta pequeña en esencia por deseo creativo, autoral, pero sosteniendo un aspecto culto, aunque carente de mayor fuerza y quizá mayor relevancia.