Nos remite a la lucha por la independencia de Irlanda del poder inglés hasta la guerra civil que desunió al Ejército Republicano Irlandés (IRA) en dos bandos, representados por dos amigos desde la infancia, Damien O´Donovan (Cillian Murphy) y Teddy O´Sullivan. El primero es un idealista total, quiere que el rey de Inglaterra no tenga ninguna injerencia sobre su país ni que Irlanda esté separada en dos territorios, además de resentir las diferencias entre la población y su élite en cuanto a contrastes abismales de hambruna debajo de gollerías en el extranjero, mientras el segundo acepta el pacto de paz entre las dos naciones en conflicto a cambio de llevar un gobierno independiente aunque aún relacionado a Inglaterra.
Éste es un filme que aún siendo de origen inglés -por la nacionalidad
del director, Ken Loach- sorprende con una propuesta a favor del IRA, poniéndose no solo desde
su parte de la historia sino sentimentalmente en todo momento, desde el inicio
se ve el abuso infringido por los anglosajones y el valor de ser libres de los descendientes
celtas de la opresión foránea invasora que quema sus casas, realiza ajusticiamientos
ante el deseo de una propia identidad o hace requisas salvajes en lugares
públicos y en el campo. Son esas humillaciones que conmueven y agitan a O´Donovan
que solo busca ejercer la cátedra de anatomía y casarse, sin embargo ante la
situación decide pertenecer a la guerrilla hasta las últimas consecuencias.
El filme demuestra el alma heroica de los combatientes
irlandeses más humildes y aunque no hay una desproporción marcada de fuerzas en
el filme se entiende el valor del sacrificio y la desigualdad de un campesinado
orgulloso y valiente que son los que dirigen la revuelta. En ningún momento se
disminuye su procedencia ni su educación, se ve la esencia socialista de Loach
en enaltecer a la población de pie dejando de lado marcadas realidades comunes.
Esta propuesta es fiel al idealismo de sus bases revolucionarias
y las estimula reiterativamente como estandarte, como se puede
ver en un pequeño juzgado rural que demuestra que el interés personal o la
necesidad no se sojuzgan sino ante la ética, la justicia y la honestidad, aunque
implique perder ayuda económica. Eso
divide desde un inicio a los que representan a O´Sullivan y O´Donovan, dos
facciones que están unidas por un deseo conjunto de independencia pero
separadas por ideas y acciones, uno de los motivos principales del filme. No obstante recurren a algunas semejanzas, el amigo que debe eliminar al compañero
de toda la vida por traidor o por no obedecer los requerimientos de su
ideología. Uno de los mejores instantes del filme es la recreación verbal de la
entrega del cadáver de un joven ajusticiado por su gente a su madre, viendo más
tarde en pantalla ese mismo quiebre emotivo desde la interacción exacta.
El viento que agita la cebada (2006) le da la oportunidad a Cillian Murphy de lucir mayores habilidades
histriónicas tras deslumbrar en Batman Begins (2005) en su interpretación estupenda
del villano El espantapájaros que ahí con plástica y sugerente expresión nos
hace creer su dualidad entre locura y ciencia; ésta vez lo hace nuevamente -ante
más compleja exigencia- con vasto e indiscutible talento si bien provoca algo
de sencillez a su personaje que lo hace perder algo de valor en general, no por
algo intrínseco en el hombre asumido sino por una falta de cierta vitalidad e
intensidad –que las tiene sino que sin impresionar ávidamente- o ensanchamiento
de lo que podría ser o debería ser, quizás para no sobredimensionarlo o no
sacarlo de la imagen global de lo que es su revolución que es lo que prima aun
en el peso contextual fabricado en su persona por el ingenio de Loach aunque indiscutiblemente
es un punto cardinal en la trama así sea él precisamente una ficción. Su
presencia es recurrente, trascendental y representativa para desarrollar perspectivas
pero puede justificarse su interpretación a las ordenes requeridas, y eso no
quita que lleve escenas magníficas, pero pequeñas o especificas, en sobre todo
un compendio de instantes graves, el querer sustituir a O´Sullivan a puertas de
la próxima tortura, el deshacerse de un traidor de aparente timidez y atrapado
en circunstancias especiales, el dar discursos morales frontales sea en la
iglesia a contracorriente de un antiguo aliado eclesiástico o en una celda a
costa de la muerte, el involucrarse tan visceralmente con cada etapa del conflicto inglés y entre
hermanos de patria; algo que es mucho menos contundente en el actor desconocido
Padraic Delaney que hace de antagonista en la guerra civil irlandesa en el
papel de O´Sullivan que está conforme con el éxito alcanzando en la independencia
y que luchó codo a codo con O´Donovan, quien
podría haber saltado a la fama con una actuación
predominante, pero que solo cumple tranquilamente su rol aunque sin
acaparar atención como para recordarlo demasiado.
Loach crea un filme bello estéticamente –como el título que suena
muy literario y que deviene de un poema irlandés- que necesita de poco para
sugerir (no vemos mucha sangre ni siquiera en las balaceras o en los ataques mutuos). Loach, con el guión de su habitual Paul Laberty, se muestra solvente,
maduro y atinado, sobre todo en sus “sutiles” y necesarios clímax resolutivos que
aspiran a motivar y entusiasmar como los cantos a instantes de la inmolación de
los once revolucionarios o la carta de despedida del mártir central antes de
los tiros, sin perder sentido a elección de evitar exceso ya que todo se
sostiene en lo poco más de dos horas de duración de la película, humilde en
cuanto a recrear esa etapa revolucionaria aunque clara como para crear
afinidad, emotividad y entendimiento.