Air doll (2009) es una película que sale de cierta forma de la
filmografía de Hirokazu Koreeda o puede dar solo esa impresión en realidad pero que claramente
mantiene el estilo del cineasta japonés, su extrema sensibilidad dentro de la
reflexión de temáticas muy duras. La que nos compete se puede ver como la
introspección de la promiscuidad de una prostituta y sus emociones más
personales, además de un paralelismo general con el vacío, la soledad, la indiferencia
y la melancolía de los seres humanos.
La trama nos remite a un relato fantástico en que una muñeca
inflable toma vida. Mientras sigue cumpliendo sus funciones de noche con su
dueño, de día trabaja en una tienda de renta de vídeos, a la vez que descubre
significados en el planeta.
El aspecto general de Nozomi, la estupenda actriz sur-coreana
Doona Bae que toma movimientos y estética perfecta, es de una candidez y
docilidad extrema pero provista de una dureza irrefutable en aceptar que es una
sustituta de la realidad sexual de un hombre, un objeto que brinda placer sin
la más mínima negativa. Sin embargo ambigua en su definición esencial ella
quiere entender el mundo, provista de un corazón despierta en ella la
curiosidad natural de su entorno e indaga en las relaciones humanas.
Los vuelcos por la existencia de quien no conoce nada se dan
sin mediarse problemas para el autor del filme, recordando que es propio del
género de fantasía aunque de estructura muy en orden realista que es como si
algo excepcional se introdujera en toda una cosmovisión convencional e
identificable con facilidad.
Éste idóneo drama existencial a manera de parábola abunda en
metáforas y la pertinente reflexión de que el mundo es un lugar cada vez más
frío, más triste y más individual a pesar de que como nos dice la película,
todos dependemos de los demás, somos un constante complemento como las flores
que sin el viento ni los insectos no polinizan su pistilo y no florecen. El presente es un
filme de base sencilla y entretenido pero cargado de ideas.
El desenlace como en todo filme de Koreeda se alarga
constantemente, parece querer resolver todo cuanto pasa por la mente, una valía
para los curiosos pero algo posiblemente molesto para cerrar un circulo sin
perder una línea, un ir por múltiples posibilidades que cae en la sobre-exposición
última, pero aquí es un mérito ya que acierta en su mayoría salvando un final
algo tenue pero aún así rico en su aporte que remite a que el contexto central es más que
suficiente (y es así) ya que inicia igual, de lleno a la narración sin crearse conflictos, un ir al aparato meditativo que refleja la muñeca
inflable.
Es notorio el querer pensar a través de ella como en la
banca con el viejo haciendo el símil de lo humano con el objeto de placer,
también hay una crítica muy patente a como nos desenvolvemos como seres humanos
en nuestra contemporaneidad, las ciudades consumen la vida, el hombre vive y
convive mal, no sabe generarse la felicidad sino más bien hace todo por
alejarla, en su torpeza. Incluso el amor y la alegría de Nozomi
desfallece/muere, siendo concluyente que los cuentos de hadas no terminan muy
bien ya, en un contexto masivo humano proclive a lo inmisericorde y al
inminente fracaso, un pesimismo palpable, a pesar de que hay un aire de entusiasmo y de fe. Las respuestas no alcanzan ni la bondad surte el
efecto deseado en el interior del ecran, quizás porque lo desagradable hace mayores
estragos en nosotros, aunque como se entiende tenemos la última palabra como espectadores, a ponerlo en práctica tras la lección.
Nozomi, aunque se intuye, parece ocultar ir a un inexorable
destino y es que no logra adaptarse -siendo aún en su carácter especial una
vista colectiva y reconocible- ya que su aventura está plagada de realidades
implacables que consumen y destruyen pero como ser que es tratado como objeto y
se ve como tal, aunque su secreto no sea el que define el asunto ya que es un
pretexto todo el aparato de la muñeca inflable. Es un filme que va en la línea de
Koreeda pero con algo más de fuerza de lo acostumbrado en un salto “abrupto” pero
coherente hacia la descomposición digna de las más crueles tragedias, hasta la
ausencia del deseo de supervivencia, que existía en Nadie sabe (2004), filme emblemático del cineasta japonés, que era más
gradual y abiertamente irremediable.
Se sobredimensiona el drama cuando se piensa mucho, por ello
el que sea una muñeca inflable lo hace más digerible, más pedagógico y menos exigente en cuanto a sentimientos, o
de repente no si lo vemos desde su posibilidad que lleva una cierta frialdad
para no endulzar ya demasiado, notando que Koreeda de por sí es bastante perceptivo,
agregando un ambiente ordinario de neutral a algo cálido muy necesario, que puede cansar si no somos cercanos a lo
estático en un cine que requiere calma, contemplación paciente, que igual lleva
un tema interesante que despierta atención y que es una ventaja que se explota
muy bien, que se amolda preciso al requerimiento de un cineasta con las
características de Koreeda y que a pesar
de mostrar coitos y una banalización recreativa de lo que es el siglo XXI lo
hace con el buen tino de un fino pero consistente demiurgo.
Koreeda mengua a ratos la paliza con un cántico de optimismo
circunstancial en que lo cotidiano puede ser encantador pero
luego cambia y enaltece a la desventura pero sin paliativos a la hora de la
verdad, sea viendo al jefe de la tienda de cine chantajeando a Nozomi a cambio
de sexo, las múltiples personas sufriendo en sus ambientes concretos e íntimos o
en el juego erótico y el consiguiente terrible error de inflarse al creerse
semejantes. Pero como implica el final del filme, hay belleza en el lugar menos
pensado, un aliento de reposición cuando Nozomi agradece a la creación, al
creador, también a la capacidad de comprender, valorando lo que muchos
consideran pequeñeces o desgracias como el nacimiento, el cumpleaños o la vejez, o en el anhelo de sentir, de amar todo y –no literalmente- a todos, por eso su
idiosincrasia es triste, que es sello de Koreeda, en el quehacer humano de esos dos embaucadores del verso de Kipling que dice que no hay que dejarse engañar ni por el
triunfo ni por la derrota.
La película es más que sobre sexo o amor, eso sería encerrarla
en muy poco -siendo temas muy bien manejados además- o muy simple para
venderla, es la historia de una niña en pleno mundo, explorándolo cuando éste
lo que hace es combatirla por leyes que todos absurdamente nos generamos, un
desamparo que requiere ver belleza en lo triste y amor en la comunidad de
todos, que es el mensaje que aplica Koreeda.