El director Jason Reitman se vuelve a reunir con la guionista Diablo Cody tras su buena fusión en Juno (2007) con la que Cody ganó el Oscar, una stripper y reconocida bloguera que saltó a la fama con su primer libro, Candy girl: a year in the life of an unlikely stripper (Diario de una stripper, en español). Reitman ha demostrado que es un creador talentoso contando con dos nominaciones a mejor director a la estatuilla dorada luego de cuatro películas dirigidas.
Su actriz principal es Charlize Theron que hace de Mavis Gary, una mujer divorciada de 37 años de edad que pasando por un mal momento en la escritura de libros para adolescentes decide ir a su ciudad natal en busca de su amor de juventud. Sin embargo el inconveniente que lleva pretender su unión con el pasado es que Buddy Slade (Patrick Wilson) es un hombre felizmente casado y acaba de tener una niña, por lo que se le envía una invitación para celebrar su nacimiento, que para ella es una señal del destino y de su situación conyugal, en favor de su aspiración a reencauchar un romance.
Ésta comedia de humor negro no tiene mucho de risa y sí bastante crueldad en su exposición de los llamados perdedores, en una sociedad que juzga a los seres humanos sin clemencia. Mavis es una chica que se cree especial, no solo por guapa sino por haber salido de un pueblito en donde todos son considerados promedio, además habiendo sido popular en el colegio y la reina de la promoción, por lo que vuelve creyendo que encontrará la adoración de quien ella llama su alma gemela. No obstante la verdad es más salvaje de lo que puede imaginar y será como una cachetada a su ego que la terminará aproximando a un lamentable desenlace, con quien a diferencia de ella es un verdadero estereotipo, un nerd grueso que está mal de la piernas y del órgano sexual producto de una golpiza de abuso escolar al creerlo homosexual.
La vuelta de tuerca o trampa final que nos depara Cody en el guión es aplastantemente desconcertante, que sólo salva a la protagonista tras una concesión que la deja intacta en su locura pero que ya nos ha desvelado la esencia real patética de quien es sustancialmente.
Mavis no puede ni debe adaptarse al pasado como tampoco lo harían los que luchan sin querer contra ella (con quienes ha crecido), no estarían bien en su mundo, Minneapolis, conocida sarcásticamente como la pequeña manzana, en alusión a New York. Minneapolis es una ciudad avanzada en comparación de su insulso y diminuto hometown.
Estamos ante una opinión dura sobre las relaciones humanas en donde las personas ordinarias viven vidas tranquilas y realizadas sin grandes ambiciones ni problemas, a contraste de la protagonista que en lo más destacado y alto del éxito está derrotada, solitaria, vacía y se mueve en la superficialidad.
Por donde se mire éste es un filme sin gracia o encanto pero no absurdo sino muy inteligente, sin embargo seco hasta el tuétano y que te deja frío ante su realismo pavoroso. En su visionado, se acomete contra outsiders o emprendedores de capa caída, que quedan mal parados, aunque son rescatados a último momento, albergando una mejor sobrevivencia o quizá un cambio, desubicados del contexto en que el gran golpe llegará para sacudirlos y derrumbarlos, equivocados en su sobredimensión personal y ridiculizados hasta el cansancio, quitándoles la dignidad, en donde la empatía para el espectador no funciona si tienes corazón.
Theron es natural en su representación al resto de los mortales, cuando bebe gaseosa de la botella o al día siguiente del acto pone cara de asco ante un gesto de mimo del acompañante sexual, y a su vez muy guapa hasta deslumbrarnos cuando quiere apabullarnos con su estética de modelo. Resulta muy cool en su performance de mujer joven adulta moderna y segura de sí hasta la demencia. Mavis se comporta extraña en sus decisiones, ya que ir a enamorar a un hombre casado porque cree que están destinados a ser la eterna pareja, a costa de daños colaterales -la esposa y la recién nacida- que ella justifica, no parece lógico. La mujer de Buddy también se muestra bastante cruel, pero aparenta ser inocente y bien intencionada, pero cómo no ver que tiene la vida que Mavis pudo tener, con su ex, con su ilusión de juventud, y que contrasta brutalmente con su fracaso actual.
Matt Freehauf (Patton Oswalt) se lo hace ver, el parásito de Mavis, la rémora que es aceptado en su universo y que solo puede hundirla mucho más en un oportunismo ocasional. De la boca del rengo sale una crítica directa, además. Le dice: cuando te mirabas incasablemente en el espejo yo estaba en mi mejor época y tú no me veías. Pero suena a palmadita en el hombro para el corpulento fanático de Star Wars, y lo que es más irritante, hacer leña del árbol caído, cuando la dama ha tocado fondo.
El asunto son las falsas efigies y lo que es la felicidad, el mensaje es sigue tu propia ruta, circunscríbete al entorno que te sea propio, aunque apuntando a destacar y elogiar la normalidad de la clase media anglosajona, aun siendo una cinta rebelde e independiente al mainstream.
Mavis no puede con esos padres que cuchichean detrás suyo generando lastima sobre ella y que de hecho repercuten en todo éste drama (aunando el propio desequilibrio), o que guardan la foto que delata su fracaso matrimonial porque su ex marido es agradable a contraposición de ella que solo despierta fastidios por su egocentrismo e imposición de abarcarlo todo bajo su liderazgo. Pero también hay algo de lo que le hace ver la hermana menor de Matt, que la envidia y la mediocridad subyuga a la mayoría de gente del pueblito. Y sí, duele y pica el filme, una hazaña para el cine que no se congracia -en grandes rasgos- con nadie, aunque permite aire en cada capa sacudida.
Arrancarse cabellos y ser proclive al alcoholismo juegan a desdibujar límites hacia el abismo mientras vamos descomponiendo la figura de la independencia, la libertad, la soltería, la escritura o el atractivo físico, todo es menos de lo que implica, sea siendo una redactora fantasma en una serie moribunda o con modeladores de senos que al descubrirlos restan voluptuosidad. Hay una desmitificación de un orden establecido que seguro contentará a algunos, sin embargo seguirá siendo muy poco para ir a contracorriente del deseo de lograr lo que Mavis tiene y se destruye.
Young adult (2011) es un filme audaz sin lugar a dudas, pero pobre en cuanto a emociones, a hacernos soñar y a ser optimistas, está plagado de conformismo, de una misericordia miserable, de una crudeza y sarcasmo que no produce confabulación sino fastidia y que se ajusta a mostrar lo que es en realidad la existencia en éste planeta pero que viene con aspereza por más que quiera otorgarse un aire ligero y superado. Claramente es buena la propuesta pero todavía extraña, es difícil de asimilar, muy en la línea de lo que hace Reitman, un cineasta con bastante futuro, que hace honor a la creatividad personal, a trabajar en lo complicado, como la rubia actriz sudafricana haciendo papeles de antihéroe, saliendo de la gratuidad de su belleza para ser algo distinto a lo que se espera de su persona, sin que eso merme atributos irrefutables e inevitables, pero los tres -Cody, Reitman y Theron- muestran estar dispuestos a romper el molde y por lo tanto a ganarse un nicho importante en el séptimo arte.