Como es de esperar sus rivales son un clan que propician el abuso y la corrupción, pero ese grupo tiene un pasado. Hace muchos años atrás atacaron a una familia adinerada a la que asesinaron y robaron, dejando indemnes físicamente sin desearlo a dos de los hijos. Lo único que los delata es un tatuaje de dragón y algún nombre pronunciado en medio de la fatídica noche, pistas que buscan resolver los sobrevivientes que se han convertido en geishas que entretienen con bailes y música a cuanto comensal pague por sus afectos, sin embargo ellas están en realidad en la ruta de la venganza persiguiendo a los culpables, arrebatándoles la vida de la misma forma y a su vez asaltando clientes para prodigarse mayor dinero. Dentro de lo aún más extraordinario de aquellas geishas está que una es realmente un hombre, su estado nos remite a la pederastia y a la homosexualidad, Kitano no juzga, sólo expone, con brevedad, e incluso toma a la ligera y hasta cómicamente la condición sexual de Osei, como se hace llamar la falsa danzante. En realidad todo el concepto del filme es de esa condición, es una realización de entretenimiento y a la vez muy libre, que aborda la temática de los samuráis casi como un niño a un juguete soñado o un pirómano al fuego, es decir, Kitano está en su elemento, aunque bajo otra época a su estilo, manejando a los icónicos representantes japoneses a su regalado gusto, como se ha de esperar de un cineasta que se prediga bajo el rótulo de autor. Para nada es una revisión histórica, sino algo muy propio del entretenimiento, con mucha exhibición de sangre bajo cortes, mutilaciones, acuchillamientos y muertes de toda clase, para ello Kitano no se inhibe en absoluto, y se explaya aunque verosímil exagerando las escenas.
Prosiguiendo la historia, no falta un buen antagonista, otro samurái llamado Hattori Genosuke, que a diferencia de Zatoichi es joven y tiene una pequeña biografía, es un mercenario al servicio de una paga, con la que busca velar por la salud de su mujer enferma a la que encomienda prácticamente su alma, no presenta escrúpulos frente a sus necesidades y se nos dibuja bastante frío para acabar con cualquiera que se lo manden, es un enemigo en toda regla que al demostramos sus destrezas incentiva nuestra imaginación de lo que vendrá.
Otro personaje hace la caracterización cómica que requiere la obra. Shinkichi es más que todo un apostador en los dados que es como conoce a Zatoichi, es sobrino de Oume, la vieja dulce que asila al masajista. Con esto tenemos todo el escenario que asume el filme. La venganza de las geishas, Zatoichi dando la cara al despiadado clan, Hattori tomando algo de forma con sus andanzas a la par del heroico anciano samurái y los dos personajes emotivos.
Hay como se aprecia parte de comedia y mucha acción, la trama viene a ser lo suficientemente funcional para permitir la aventura. Los desafíos corporales abundan, y además tiene algunas particularidades, como la ilusoria geisha que se aprecia superficialmente dejando algo nimio para la personal reflexión y que no llega a tomar la seriedad que requiere; y el cobro en el tiempo que hace Hattori con una afrenta de su pasado, ante un maestro de kobudo que lo humilló en una clase. Por ese lado tanto Hattori como Zatoichi hacen los méritos necesarios para augurar un desenlace mítico, ambos son magníficos samuráis y se asume que se desataran muchas chispas al aceptar el reto de eliminar uno al otro.
Mientras como en el último nivel de un vídeojuego esperamos las mayores dificultades, en ese largo trance no escasean las batallas previas que hacen las delicias del público aficionado a las katanas y a las luchas explicitas que tienen un aspecto gore donde el despliegue visual y los movimientos son de grave espectáculo, siendo base principal de lo que se espera visionar y que el filme cumple ávidamente desbordando cuantiosa adrenalina.
El final se embrolla un poco tratando de sorprendernos, tanto que hasta se descubre una mentira de Zatoichi que pasa sin pena ni gloria y a esa altura del desarrollo de la cinta la irrelevancia de una justificación es notoria, además tanto se prolonga la identidad de quien es el responsable central de las viejas matanzas de la familia Naruto que no llega a importar tampoco mucho, se hace poco llamativo el hallazgo y se fuerza por gusto porque no es algo que el producto halla dispuesto para generar expectativas, aunque ciertas formas puedan exigirlo.
Se cierra el filme mismo Bollywood, con una parte de tap dance en estilo japonés (usando sandalias de madera) y una broma insignificante. Lo cual es perdonable, porque no es una realización para nada mala, y hay que tomar en cuenta que su atmósfera es más de orden recreativo. Si buscas un filme donde brille por esencia la acción, el combate y el movimiento estarás en el espacio idóneo de la mano de un director que además tiene mucha singularidad y una bien ganada reputación.