lunes, 5 de febrero de 2024

Sensualidad

Sensualidad (1951), de Alberto Gout, es una de las películas más representativas, interesantes y destacadas del llamado cine de rumberas, género cinematográfico mexicano que brilló dentro de la época de oro del cine mexicano. Éste filme es cine negro también. Un juez intachable, muy correcto, Alejandro Luque (Fernando Soler, el más representativo patriarca que ha dado el cine mexicano), condena a 2 años de cárcel a una mujer de vida licenciosa que le roba a un hombre mayor que seduce con su belleza. Ella es Aurora (la bella, coqueta y simpática Ninón Sevilla, cubana de nacimiento), quien queda devastada con la sentencia, cuando se lo tomaba todo a la ligera. Pero el tiempo pasa rápido, cumple su condena y sale libre, pero lleva un gran odio y deseo de venganza hacia el juez Luque que todos conocen, temen y respetan. Aurora tiene un "novio" que es medio caficho, apodado El Rizos (un excelente Rodolfo Acosta) y una noche éste provoca una típica escena de violencia propia de proxeneta y el juez Luque aparece idealista en el asunto olvidando su personal vinculo con esa mujer. Aurora inmediatamente se pone manos a la obra, seduce al juez y en adelante éste queda totalmente emperrado con ella, hasta perder toda dignidad y decencia, se transformará por completo. El filme abre con los créditos que llevan el fondo de una mujer inmóvil tendida en el jardín. Cuando empieza la narrativa, Aurora aparece muy asustada escondiéndose de alguien y dice temer por su vida. Toda la familia y compañeros de trabajo del juez Luque tendrán una nueva relación con él, producto de ésta mujer que se le ha metido profundamente en la cabeza y llaman una mala mujer, que ella además lo deja expresamente, aunque no es una simple prostituta, sino también realiza shows de canto y danza dentro de magníficas coreografías. Baila realmente muy bien, presenta imponentes performances, llenas de gracia y arte, propias de las mejores rumberas, que no sólo son bailes tropicales -de origen afrocubano- con cierta sensualidad y coqueteo con garbo sino que llevan un aire también familiar (como de cine clásico americano) exudando en el trayecto personalidad con gracia o humor o inocencia suave, que yace en la misma potente expresividad facial de Ninón que realmente representa al cine de rumberas en toda la palabra. El filme por el final pega muchos giros, que hasta parece un quehacer eléctrico, al mostrar tantos ángulos en poco tiempo, tantos cambios de personalidad y engaño, amando y odiando en pocos segundos. No obstante no desentona, todo queda pegado plenamente, generando tremenda tensión. Se luce una obra, al paso, particular y que toma riesgos. Aurora se muestra como una verdadera serpiente, pero al mismo tiempo se le observa muy analítica e inteligente, no tiene un pelo de tonta, aunque se enamora fácilmente de gente que le perjudica, perdonando en ello alguna licencia narrativa para hacer más dinámico el filme y generar más jugo para la historia. La esposa del juez, Eulalia (Andrea Palma), es una santa, se inmola hasta por el peor marido que es en el que se ha convertido el juez, que entiende que hace mal, pero no deja de hacerlo y hasta empeora la situación, destruye todo rasgo del hombre que fue, como si estuviera metido hasta el cuello en drogas. Es un filme con escenas gloriosas. Ahí está una en especial cuando sale el juez a la calle de noche con el dinero robado. Se intuye claramente que algo va a pasar, se le ve vulnerable, algo está acechante y sabemos que es, y que es cuestión de tiempo. Y luego, en otro momento, veremos a ese mismo personaje en absoluto estado de enajenación, se ha convertido en un criminal. Las sombras, las pesquisas metidas en la torpeza del movimiento y el mismo recinto que ilustra los hábiles ángulos de la cámara, que parece un laboratorio, lo hacen ver fuera de sí. Tal cual un monstruo.