domingo, 11 de febrero de 2024

Intriga familiar

Éste es el primer corto/mediometraje, el primer relato, de la película colectiva Cuentos inmorales (1978), formada por 4 trabajos, pertenecientes al habitual director de fotografía Pili Flores Guerra (en su única incursión como director de cine), a los reconocidos directores Francisco Lombardi (quien solo 1 año antes había estrenado su ópera prima, Muerte al amanecer) y Augusto Tamayo (quien recién en 1987 haría su primer largometraje, La fuga del chacal) y, el que nos compete, a José Carlos Huayhuaca, quien solo tiene 1 largometraje en su haber, Profesión: Detective (1986) y 3 cortos/mediometrajes. El trabajo más popular, más nombrado, de éste colectivo es el de Francisco Lombardi, Los amigos, pero en mi apreciación personal, si bien los tres restantes me parecen trabajos más que decentes, encuentro a Intriga familiar, de 31 minutos de duración, como el mejor de todos estos mediometrajes, por mucho. Siempre me ha parecido un relato gracioso y simpático y, encima, muy bien hecho. Es de cierto humor negro. Versa sobre un niño de 14 años llamado Bubby (Gustavo Vergara) que prácticamente ve como carne a sus tías, con quienes vive junto a su madre, estricta y de pocas pulgas. De aquí que el título colectivo de Cuentos inmorales y que sea la película de apertura le caiga como anillo al dedo. A Bubby, como a todo adolescente, le ronda el deseo carnal. Vive medio recluido en una casa de clase media alta con solamente mujeres. Ellas son 4, incluida la empleada, una chica joven, una morena pícara y muy criolla, como algo inocente o fácil de engañar. Bubby mira con lascivia a sus tías, una interpretada por la reconocida actriz Yvonne Frayssinet, aunque el plato fuerte es la tía Inés (Carmen Rosa Diez Canseco, la fémina más guapa del grupo, y medio sin querer la más erótica del grupo además, con un cierto aire o fantasía a soft porn). Ésta es una película muy cuidada, aunque tiene de criolla, donde podemos identificarnos como sociedad, pero también tiene su elegancia formal. El cuzqueño Huayhuaca satiriza por una parte a la clase privilegiada, con unas tías o señoras digamos que solteronas o viudas; o libres pero aisladas, en su burbuja. Y hay para todos los gustos, en los 20s, en los 30s y en la mediana edad. La madre dice ansiar tener un hogar inmaculado (pero ahí se quema o sobresalta con la plancha como que simbólicamente, con ese minúsculo accidente, deja entrever que es imposible no sentir la idiosincrasia nacional), lejos de la corrupción (o vulgaridad) de la calle, como muchos pueden pensar, si bien somos una sociedad que desde temprano coge o busca coger calle o criollismo. Sin embargo, Bubby ve en el novio italiano un especie de maestro (un bromista Gianfranco Annichini, también director de cine, reconocido guionista y editor, de origen italiano que vive hace tiempo en Perú), dentro de un clásico machismo con el cual muchos se identifican o sueñan, ser un hombre mujeriego o lleno de amantes. No obstante el retrato de Annichini juega con la broma gruesa o notoria, o un poco al cliché nacional -aunque con cierta clásica figura del latino y, más, el seductor italiano-, como el pariente chusco de la alta sociedad, impresentable, aunque de aquellos que se sienten especiales. Annichini tiene un pequeño momento ocurrente tocando el piano, con un Bubby que lo mira embobado como un fan de su comportamiento y personalidad. El filme está cuidado, es sugerente, más no vulgar, pero plantea lo que evoca el título general (del tipo del cuento erótico francés), como cuando Bubby le soba lateralmente el muslo a la tía Inés, con ese irrespeto del ímpetu juvenil ciego de calentura, y ella pega un salto al darse cuenta qué está pasando. En otro momento Bubby pondrá en práctica el mismo truco, igualmente en plan de escape, pero frente a una tía Inés que se sabe el cuento, a quien no se le puede engañar, aunque como manifiesta una conversación, se espera que se salte la confrontación o los entendimientos directos, propio de una sociedad conservadora. La tía Inés alega una pesadilla, y eso es para las mujeres de la casa, algunas distraídas, pero no la tía Inés, que con su sugerente bello cabello pasa de mujer sensual propia de las fantasías sexuales a mujer remilgada del tipo de una maestra de clase enfadada con el mundo. En éste hogar, con esa bella fachada de entrada y salida al mediometraje, tienen a un pequeño demonio en un anhelado especie de convento, si bien el actuar de Inés es el lógico y no la sobredimensión de la prima que se entiende está llegando de Europa. Tampoco se puede dejar de anotar que acá hay también mujeres con carácter y pronto llegará la cura con su toque de ironía, con una empleada que sobrevuela en el lugar común nacional de ser alimento natural para el patrón. No obstante logra una pequeña revancha de clase social, como quien vence ese prejuicio que la manipula inocentemente.