jueves, 14 de diciembre de 2023

Zardoz


Zardoz (1974), del británico John Boorman es una película infravalorada, aunque una obra de culto por un pequeño público, pero es tremenda película, original y plenamente solvente. Es una propuesta que se anticipa de cierta manera a la mega popular Matrix (1999). Estamos en el año 2293, la tierra yace en el caos, en un ambiente salvaje, donde todo ha vuelto a especies de tribus. La elite intelectual vive en un espacio aparte pero ésta élite ha entrado también en cierta decadencia, el aburrimiento los consume y quieren volver a crear la tierra de antes, es decir ni una élite que pasen por dioses ni un mundo de bestias primitivas humanas donde reine la brutalidad, para ello hay un plan secreto con unos cuantos conspiradores contra ésta sociedad futurista directriz, y un clásico destino mesiánico por cumplirse. Ese mesías (manipulado) es Zed (Sean Connery), quien poco a poco irá engrandeciendo su figura, partiendo desde un salvaje hasta transformarse en alguien excepcional, aunque redoblará la apuesta del pasado primitivo del nuevo futuro, un futuro que buscará estar en el intermedio temporal donde mejor se hallan todos los seres humanos y es que el mundo es en mucho una continua repetición. Zardoz es Dios, un Dios nuevo para el mundo postapocalíptico donde nos hallaremos, pero éste Dios un día querrá convertirnos en Nietzsche y "matarlo" y ahí entra a tallar especialmente el célebre libro El mago de Oz. Boorman quien se encarga del guion muestra todo su amor por el arte y hace que esa novela infantil sea un tipo de biblia. El filme explica perfectamente todo, cosas más o cosas menos interesantes es ambientarnos en narrativa futurista de una nueva sociedad, gente que no puede morir y quiere morir y pegan el salto al vacío (que no lo es en realidad) aceptando la contradicción que en el fondo es sólo aceptar la naturaleza del hombre. El filme es descubrir que vivimos engañados, así misma Matrix, pero desde una lucha de clases digamos, que también se puede leer como el reino de los más inteligentes, pero, ¿qué pasa cuando llega el agotamiento?, ese que abre la puerta al deseo de corrupción, pues hay que reformularnos el panorama, buscar soluciones, y es entonces que el filme escoge el reseteo, porque como se dice, no se han hallado las grandes respuestas existenciales, quizá no existen en realidad, pero lo que sí se tiene claro es que ser Dios (o no creer en él) es complicado, y la inmortalidad y el nirvana pueden también cansar, ésta es la historia del hombre que tarde o temprano se agotará y como el cuento del burlador de la muerte castigado a vagar por el universo sin morir, todos finalmente necesitamos descansar, tan simple como eso, así dormimos y morimos cada noche y al día siguiente resucitamos, descubriendo nuestra naturaleza, que somos perecederos. En el trayecto Boorman pone la sensualidad en el deseo de querer poseer a la mujer difícil o inalcanzable, interpretada por la bella y muy europea Charlotte Rampling, muy bien escogida para representar el retorno del hedonismo y la sexualidad, otra naturaleza muy humana, como también la de procrear y formar una familia. Así mismo el empaque de sci-fi es bastante bueno. El filme maneja una impronta de cine independiente americano, de cierta austeridad, pero propio de una labor muy profesional. Ésta obra de Boorman es curiosa como ciencia ficción, de aquellas valiosas más de ideas originales, bien sustentadas, que de grandes presupuestos. Todo esto no requiere de que el futuro se parezca al futuro como dice Elon Musk, solo de razonar -como de pasar de un lado a otro del desierto donde se vive del cereal a una simple habitación clasemediera- y un par de pequeños detalles que juegan con lo medieval que tanto le gusta al director y que mejor arte que ponerle personalidad. Es harto atractivo ver como la lectura de El Mago de Oz se ha convertido en la base para una historia de ciencia ficción postapocalíptica, más la suma de un poco de ideas descabelladas atravesadas por el formalismo bíblico que trabaja de la mano con un quehacer político. Aunque el filme es notable leyéndose seriamente, sin mucho rollo tampoco, ésta obra tiene varios momentos de ironía, como clama el dios circense o anfitrión de ésta obra de teatro, como que Boorman no se toma demasiado en serio tampoco porque se trata igualmente de cine popular americano aun llevando su cuota filosófica.