lunes, 18 de diciembre de 2023

Trotacalles

Éste filme de la mexicana Matilde Landeta es el tercero de su filmografía y después no haría otro largometraje hasta dentro de 40 años y ese sería el último. Trotacalles (1951) es su obra maestra. Durante ésta obra le surgieron muchos contratiempos y disputas y esto generó que se le dificultara realizar otra película. El presente filme habla sobre la prostitución desde la vida de quien se hace llamar como Azalea (Elda Peralta) y es cero romanticismo, más bien es una historia dura de ver, una historia bastante realista y por ese motivo bastante atípica como arte. La suya como señala su mejor amiga del trabajo -de las calles y bares nocturnos- y una vieja puta, interpretada por la talentosa Isabela Corona, es puro dolor, pura explotación y hasta maltrato. En un momento, uno de miles de desahogo, la experimentada puta ya en su etapa de decadencia, de haber dejado de ser interesante para los cabarets, menciona que hay existencias en la prostitución aun peores que las suyas, finales realmente trágicos, y esto será un augurio. Azalea cree en un hombre, en Rodolfo (Ernesto Alonso), pero éste tipo es despreciable, es un proxeneta frío y calculador, aunque de esos que se disfrazan de cierta elegancia. Rodolfo seduce mujeres para vivir de ellas, y un día pone el ojo en la guapa y sexy esposa de un millonario banquero -puede haber visto algo fácil en ella-, en Elena (Miroslava), y logra -contra el inicial pronóstico- seducirla, pero ambos se enamoran de verdad y terminan siendo honestos a un punto uno con el otro -Elena ve alguien astuto y pobre, no toda la dimensión corrupta de éste sujeto-. Elena señala ser una mujer práctica, se considera a sí misma astuta, al haberse buscado a propósito un hombre viejo con mucho dinero. No obstante cuando hace hincapié el noir en toda esencia, surge el escape, de su matrimonio por conveniencia, y el plan es irse con mucho dinero. Una cosa a tomar en cuenta es que el viejo banquero no tiene un pelo de sonso, suele dar a entender que su dinero le ha comprado una mujer hermosa -una mujer deliciosa, como lo es Miroslava en pantalla, que tiene todo el aire y garbo de la actriz protagonista clásica de la época de oro del cine mexicano- y suele hacer ver que es inteligente que una dama bella se fije primero en el dinero de un hombre y tener una vida cómoda, de lujo, que enamorarse de cualquiera por solamente amor. Éste banquero representa al capitalismo frío, al capitalismo bruto, ese por el cual existe el socialismo. El banquero es un hombre sin profundidad, un tipo práctico. Pero el filme, como buen noir, traerá a la trama la seducción, las pasiones, las emociones, los errores, la aventura, la espontaneidad, lo impredecible, con las decisiones capitales de Elena quien tiene parentesco familiar con Azalea y un pasado de ruptura, aunque la mala suerte siempre ha acompañado a la hoy Azalea, que representa la vida como que tiras al basurero, por creer paradójicamente en los demás, como si los hombres fueran su tragedia y en sí ese parece el fondo de la propuesta, los (malos) hombres arrastrando al abismo a las mujeres hermosas, aun cuando como Elena son un poco femme fatales. Rodolfo es el tipo de la doble moral, de las dos caras, es fácil prever que arrastrará finalmente hacia la prostitución también a Elena, el seductor demoniaco, el riesgo fatal. Es una historia melodramática, pero potente en realismo, con un clímax final poético maldito (con la luz en la calle, en el crimen), si bien las cartas quedan expuestas sobre la mesa, con el abanico de las decisiones a tomar y las consecuencias -donde solamente el amor justo nunca es una opción-. Ahí están las habladurías de las amigas de sociedad y los desahogos existenciales de la vieja puta habiendo pasado por todo lo que habla, como quien advierte, eso que muchas no ven (hasta caer) o por exceso de audacia, creerse más vivas que el propio demonio o, mejor dicho, la propia vida. Elena se jacta de curtida, de no pisar en falso, el camino que toma la otra, el mal del que -contradictoriamente a su pensar- se salvó y sin embargo sólo es puro alarde, exceso de autosuficiencia. Es una película que descree del amor, pero hay que apuntar que es por no hallar el verdadero amor, ese que aunque suene romántico lo encuentras en la sencillez, aunque tampoco son fáciles, ninguno lo es. No se puede justificar al banquero tampoco, aunque suene pan de cada día con muchas mujeres, señoras finalmente. Es un filme que expone decadencia en todo sentido, pero también full realismo.