viernes, 1 de abril de 2022

Fresh


Fresh (2022), debut de Mimi Cave, con guion de otra debutante en el largometraje, Lauryn Kahn, es una película interesante del género del terror, aunque a ratos es un poco lenta. Demora media hora en mostrar al monstruo (y que salgan los créditos); primero es como ver una comedia romántica propia de hoy en día, de última actualidad, pero curiosa e irónicamente el maquinador de tanta perversidad comparte con quien cree su alma gemela una pequeña crítica a las relaciones contemporáneas (extrañan cierto lado clásico), en cómo uno conoce o se hace actualmente de una pareja, como con las redes sociales de citas (también es una critica al aislamiento). El maquinador lo interpreta un actor muy talentoso, aunque aun le falta un poquito más para ser popular en toda la palabra, Sebastian Stan, como Steve. La otra mitad la hace Daisy Edgar-Jones, una actriz novel, que físicamente parece una fusión entre Charlotte Gainsbourg y Anne Hathaway. Ella es Noa. La propuesta en su aspecto de seducción cool y romance trata de mostrar una imagen reconocible y al mismo tiempo algo un poco original o ingenioso, en sí el filme tiene de cine arte, sin ser abiertamente intelectual, aunque maneja feminismo declarado, desde lo llano; todo éste filme de terror se puede leer como una critica feminista a las relaciones de conseguir pareja. En ello la mujer que se supone ideal en esos parámetros es como Noa y como su mejor amiga (aunque lesbiana), Mollie (Jojo T. Gibbs, que lo hace muy bien también como actriz novel), es decir, mujeres inteligentes; de esas que tienen los pies sobre la tierra, no son vanidosas (Noa hasta parece algo desesperada), pero sin embargo les agota todo (como decir también la falta de creatividad y autenticidad en general), son exigentes dentro de cierta amabilidad. Fresh por el final se pondrá gore, soltará un feminismo violento, un poquitín histérico, pero sostenido con humor negro. Su humor a veces suena tonto en el filme, dentro de buscar personalidad. No obstante hay un deseo de patentar estar tomándolo relax. Ahí tenemos esos ratos que parecen soñar o ver el panorama a lo Tarantino, como con algunos bailes (y ni que decir de la playlist escogida, tremendo alarde de melomanía al servicio de la cinefilia), y ciertamente sí funciona en general; pierde la razón por momentos pero finalmente siempre se impone la coherencia de algún tipo y así (justificándose, y muy bien) resulta bastante brutal. Hay su noción de hacer una mezcla de cine arte popular digamos, aun cuando explican mucho algunas secuencias básicas y no tanto por alucinarse Lav Diaz, sino porque falta cierta habilidad de síntesis. Pero es una paciencia que recompensa, que se perdona, porque es un filme valioso, atractivo, y que tiene lo suyo. Todo el secreto, la profesión e identidad colectiva que trae encima Steve está excelentemente sustentando y es un goce mayúsculo como terror y suspenso, con tomas que ralentizan y te meten en el lugar y provocan emociones y sensaciones, sorpresa, inquietud, mientras se es audaz intentado justificar lo injustificable, como la sensación de WTF. Todo esto dentro de un paquete ligero de acción, que uno puede simplificar en locura, excepcionalidad, marginalidad, poder, corrupción y libertad absoluta; es un filme donde ahondas y hallas ideas, pero que puede disfrutarse tal cual, porque está hecho con diafanidad, es directo y claro, incluso juega a ironizar el doble sentido, no teme la tontería tampoco y aunque no todo es gloria todo cuenta y hace un conjunto bastante interesante y entretenido, sin alejarse del espectador, haciendo que se vea dentro. Sebastian Stan fácilmente ha logrado distinguirse con su personaje. El filme se puede leer como un especie de Hostel (2005) más profundo, propio de nuestra época, de los anhelos feministas.